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Juguemos a Ahorrar para la Vida Real

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El juego es una herramienta natural, por ende, una de las más enriquecedoras en nuestro aprendizaje; punto extra por su carácter universal y su adaptación en cualquier etapa de nuestra vida.
 
De ahí la importancia de las experiencias significativas que se nos proveyó durante la infancia, donde con los matices de las reglas y la diversión, aprendimos a desarrollar habilidades, destrezas, capacidades y conocimientos de diferentes temas o conceptos que están implícitos en nuestra cotidianeidad.

La realidad es que requerimos que el ahorro se nos convierta en una práctica y no en un cúmulo de conocimientos, así que si a más temprana edad empezamos con este hábito mayor control obtendremos sobre el impacto de nuestras decisiones económicas.

Por tanto, me parece indispensable que preparemos los escenarios para enseñar a los más pequeños a decidir y a discernir el manejo de las entradas y las salidas de sus finanzas; que, aunque no hay una edad ideal para empezar a trabajar este tema, en ellos es tan vital como enseñarles a lavarse los dientes. Al inicio requerirán nuestra dirección, nuestra supervisión, nuestra revisión hasta que el hábito es sostenido.

Es importante tener en cuenta que para lograrlo hay que poder terminar de redondear el círculo, es decir, muchas veces les enseñamos que ahorrar es almacenar, guardar, pero no los orientamos a tener un objetivo claro.

Recuerda que como adulto eres su modelo de referencia e inspiración, sobre quien aprenderá a repetir patrones y comportamientos.  Aquí aplica la trillada, pero verdadera frase “las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra”, so relájate y diviértete con tu hijo en su aprendizaje y quizá en tu re-educación financiera, en la que el conocimiento no es el protagonista, sino el sentido común.

Es decir, el secreto de unas finanzas sanas -como casi todo en la vida- obedecen a la sensatez y prudencia de nuestras decisiones.

Si es muy pequeño y no tiene un deseo significativo para el ahorro, inicia entonces por abrir su mente y que él sepa, por ejemplo, cuántas opciones tiene una moneda en su mano, ¿reinvertirla, obtener interés o ganancia a cambio de qué, prestarla, solo almacenarla o gastarla?; y un poquito más profundo, usarla en qué, en algo que dañe, en algo que lo beneficie, en algo que sea reutilizable, en conocimiento, para pagar clases extras, para libros, para ropa, para viajes, para compartir, sólo para él, etc. ¿Ves cómo la chamba es enseñarlo a tomar decisiones?

No le dejes todo a la intuición, por ello la utilidad de jugar con escenarios, usar las historias, anotar los acuerdos.  Qué tal que de la mesada que recibe se compromete a ahorrar 2 pesos durante el primer mes cada semana, y después 4, ¿cómo llevará ese conteo?, mejor aún dispón de un día en específico a la semana o al mes según se requiera para revisar el uso de ese dinero, si creció, si se quedó igual, si aún existe, etc.

A la par del seguimiento, que él sepa que un objetivo es divisible puede quitarle toda frustración al cumplimiento del mismo y de igual forma las sumas crecientes con las que tú deberás estar preparado, pues ni modo que a los 18 años siga recibiendo el mismo tipo de entrada que a sus 4 años, si hay más entrada el compromiso de ahorro también debe ser mayor.

Entonces, además del hábito involucra la conciencia, imagina que él es capaz de responderse preguntas más complejas como: ¿Qué pasaría conmigo si mis papás tienen un accidente? Sin importar si tiene 6 o 20 años y  sabe cómo manejar el flujo del dinero e idear opciones para recibir entradas y saber que sus salidas responden no solo a un nivel de conciencia sino de conveniencia futura para su patrimonio, estará un paso por delante, de la carga histórica económica heredada generación tras generación.

 
 
Por: Isabel Ascensión
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