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“Queremos una intervención militar”: ciudadanos comunes en los bloqueos bolsonaristas de carreteras en Brasil

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Miles de personas piden una intervención militar en Brasil tras la elección de Lula. El periodista de DW Isaac Risco narra un tenso encuentro con manifestantes radicalizados por discursos plagados de noticias falsas.El ambiente es festivo, casi como en una verbena, una pintoresca fiesta callejera en un pueblo cualquiera. Hay niños jugando al lado de la carretera, madres con sus hijos, personas mayores. Los mensajes, eso sí, advierten de que se trata de algo distinto: en un altavoz, alguien pide urgentemente a los asistentes que se sumen a los llamados a las Fuerzas Armadas brasileñas para que detengan el avance del “comunismo”, nada menos que con una “intervención militar”. También las banderas de Brasil y alguna foto del presidente, Jair Bolsonaro, dan fe de que estamos en una protesta política.

Tres días después del triunfo electoral del expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas, he viajado con un productor al sur de Brasil para grabar una historia sobre refugiados ucranianos. Miles de seguidores de Bolsonaro bloquean desde la noche electoral carreteras por todo el país, en protesta por el ajustado triunfo del izquierdista Lula. Paraná, como otros estados sureños, fue un bastión electoral del ultraderechista Bolsonaro, que ganó aquí con un 62,4% de los apoyos frente al 37,6% de Lula. Antes de llegar a la localidad de Prudentópolis nos encontramos con el segundo retén de ese día. Dos tractores bloquean la vía principal. Los organizadores han colocado, en las vías de acceso desde una gasolinera, juegos infantiles inflables y sillas plegables. Los manifestantes parecen ser los vecinos de Prudentópolis y las localidades aledañas: gente común, trabajadores y trabajadoras, jubilados, amas de casa.

Bloqueos de varios días

Algunos nos cuentan que protestan desde que se conocieron los resultados, en la noche del 30 de octubre. En la carretera se ven los restos de neumáticos quemados. Abren cada hora el retén, aseguran, para permitir el paso de algunos vehículos, sobre todo si hay alguna emergencia. Se van por turnos a descansar a casa, y muchos de los vecinos, por lo demás, llevan comida para compartir. Uno de ellos accede, después de un rato, a darnos su testimonio en cámara para explicarnos en detalle por qué protestan y qué exigen. Es un hombre de edad media, agradable en el trato, dispuesto a argumentar de forma racional y pausada.

El incidente posterior nos impedirá recordar su nombre, y también reproducir sus propias palabras. Está convencido de que el domingo tuvo lugar un fraude electoral para favorecer al candidato de la izquierda, a Lula da Silva. Por eso exigen una revisión completa del proceso electoral que, a sus ojos, solo pueden llevar a cabo las Fuerzas Armadas, no las autoridades electorales, en las que no confían. Por último, esperan que el país convoque a nuevas elecciones.

Un discurso cargado de noticias falsas

Ningún organismo internacional ha reportado irregularidades en los comicios, tampoco el presidente Bolsonaro ha presentado pruebas sobre los supuestos problemas con las urnas electrónicas que podrían permitir un fraude, como él mismo sostuvo a menudo durante el último año y medio. En Brasil, sin embargo, se ha formado en los últimos años un mundo paralelo, una esfera pública alternativa que desconfía profundamente de los medios tradicionales y que se alimenta de supuestos y de teorías, a menudo descabelladas, muchas veces difundidas abiertamente como noticias falsas, sobre todo en grupos de Whatsapp, una red muy popular en el país más grande de América Latina. Y lo preocupante es que se trata de bulos que, en tanto, creen al pie de la letra muchos ciudadanos corrientes en Brasil. También personas afables como nuestro interlocutor, literalmente convencido de que su país está siendo víctima de una “conspiración comunista”.

Agresividad contra los medios

Menos amable, en todo caso, fue el grupo que irrumpió cuando estábamos terminando la entrevista frente al retén. “¿Es en vivo?”, preguntó alguien, con malos modales. Cuando le respondimos que era una entrevista grabada nos exigió que dejáramos de hacerla, por la acusación implícita de que podíamos “manipular” el material. En ese momento, otra persona de ese grupo había buscado, además, el nombre de Deutsche Welle en internet, y había encontrado algo que no le gustó: “¡Escriben bien sobre Lula”, avisó a los demás. El ambiente se volvió abiertamente hostil a partir de ese momento.

El hombre que había preguntado por la entrevista exigió que la borráramos de inmediato. “Quiero ver cómo lo haces”, dijo, amenazador. Se aseguró luego de que el material fuera irrecuperable. Nos marchamos escoltados por dos hombres que querían cerciorarse de que de verdad nos subiéramos al auto. Un desenlace que es, posiblemente, un buen resumen de aquello en lo que se ha convertido el bolsonarismo en Brasil: en un movimiento hostil a los medios y las instituciones, que enarbola un discurso radical alimentado por noticias falsas y que, lamentablemente, está enraizado en amplios sectores de la sociedad.

(cp)

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