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Varios los países sudamericanos basan su economía en la industria agropecuaria, cuyos productos están más caros que nunca. Sin embargo, la producción también se ha encarecido, dejando un saldo no tan positivo.La guerra en Ucrania subió el precio de los granos a máximos históricos, precios que siguen rompiendo récords con el paso de los días y con la prolongación de la invasión rusa. El valor actual de 383 dólares por tonelada de trigo resulta particularmente alentador para países como Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil, debido a la importancia que tiene el sector agropecuario en las exportaciones de estas naciones sudamericanas. De hecho, en el caso de Argentina, casi el 67% del dinero que ingresa al país proviene de este tipo de exportaciones.
Los mercados reaccionaron en una primera instancia debido a la especulación y al temor de que las cadenas de suministro se vean severamente impactadas. Con todo, y pese a la incertidumbre sobre los alcances y el tiempo que durará el conflicto bélico, los expertos advierten que la bonanza que se predijo en un primer momento podría no llegar a ser tan real debido a la serie de factores que influyen en la producción agrícola.
Así lo advierte el ingeniero agrónomo Daniel Miralles. «El precio de la mayoría de los cereales ha alcanzado los valores más altos que se recuerden, desde ese punto de vista no hay duda que es favorable, pero el otro aspecto que siempre hay que mirar es qué ocurrió con los insumos para generar esos granos, y lo que ocurrió es que en general el valor de los insumos aumentó mucho más que el precio de los granos. De hecho, por lo menos para Argentina, si miramos esta relación, es necesario producir el doble de kilos, en este caso de trigo, para tener la misma ganancia que años anteriores”, dice a DW este profesor de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.
El problema de los combustibles y fertilizantes
Entre los factores que han afectado la ganancia final de los exportadores sudamericanos de granos se cuenta el aumento del precio de los combustibles fósiles, que en la producción de granos «tiene un impacto en la movilización de los productos y en la producción de fertilizantes”, dice a DW Luciano Codeseira, director de Gas Energy Latin America para Argentina y Uruguay y socio ejecutivo de Ceibo Growth Strategies.
Codeseira pronostica que «en lo referente a los combustibles, el alza de precios puede llegar a mermar algunos puntos pero se mantendrán los valores altos hasta pasado el invierno de 2023, porque el vector que empuja todo es la decisión de Europa de desprenderse del gas ruso”.
Por otro lado, los fertilizantes también afectan enormemente la producción de maíz, trigo, cebada y granola. Rusia es el principal exportador de fósforo y nitrógeno que sirven para la siembra. «El costo de los fertilizantes se ha incrementado mucho más que el precio del grano. Para que tengan una idea: antes de la guerra, el impacto que tenían los fertilizantes en el producto final era del 20%. Hoy ese costo llega a más del 63%, lo que nos deja incluso números negativos en la producción de maíz, para dar un ejemplo”, explica el agrónomo argentino Daniel Miralles.
Y agrega que, «de durar la guerra, la situación empeorará porque habrá menos oferta de abonos, ya que el fertilizante nitrogenado se produce a base de gas, por lo que su precio aumentará aún más, haciendo que sea más caro producir. Como consecuencia se producirá menos y el precio final será mayor. Esta realidad se puede extrapolar a toda la región del hemisferio sur porque el escenario es exactamente el mismo”.
Futuro prometedor de la soja y sus derivados
El cultivo que sí puede generar ganancias importantes en países como Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil es la soja, porque su producción es más barata y productos como el aceite de soja pueden eventualmente ganar espacio ante la falta del aceite de girasol a nivel mundial.
Además, hay que considerar que en un escenario tan complejo como el actual, se reducen las áreas de cultivos y se privilegia aquellas siembras económicas y que producen más. «Hoy en Argentina se estima que la superficie sembrada baje entre un 5 y 7%. Los efectos se agudizarán en la siembra de verano del maíz, no así en la soja que no necesita fertilizante. Por eso, probablemente aumente el cultivo de este producto, así como el de girasol (por su precio en el mercado), y disminuyan los otros. Esto se verá concretamente en la campaña de septiembre en adelante”.
(ers)