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Colombia y la amenaza de la violencia electoral

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Históricamente, la celebración de comicios en el país es sinónimo de un incremento de la violencia. Si bien 2022 no es la excepción, en esta ocasión expertos observan un cambio importante en la sociedadRodrigo Londoño, quien durante los años de la guerra fue conocido con el alias “Timochenko”, nos recibe en su oficina, en la sede del partido Comunes, que nació tras la disolución de las FARC. Hoy está consagrado a hacer política. Y esto no es cualquier cosa: Londoño fue el último comandante en jefe de la extinta guerrilla. Su reincorporación al quehacer civil habla con contundencia sobre el fin de un conflicto que dejó más de 260 mil muertos en cincuenta años. Habla también de la voluntad de amplios y diversos sectores del país de dejar atrás décadas de violencia y, en cambio, apostar por la paz y la democracia como el único camino para construir el futuro.

Pero eso es solo una parte del panorama: lo cierto es que, si bien hay progresos, la violencia sigue siendo parte importante de la vida en Colombia. En lo que va de año, de acuerdo con cifras oficiales, se han reportado más de sesenta acciones terroristas en el país, y según estadísticas de INDEPAZ, hasta la primera semana de abril de 2022 se habían registrado 32 masacres (117 víctimas), y al menos 50 líderes sociales asesinados. Actos que habrían sido perpetrados por grupos disidentes, narcotraficantes y paramilitares. Londoño, sin embargo, ofrece una particular lectura de estos hechos.

“El problema es que desde el actual gobierno no se ha querido frenar a los grupos generadores de violencia. Más bien se les ha estimulado. Las autoridades se han hecho los de la vista gorda, y ahora aparecen incluso denuncias sobre la complicidad de estos grupos con las fuerzas militares”, dice.

Un escenario diferente

Históricamente, los años electorales están signados por un aumento de la violencia en Colombia. El pasado 13 de marzo el país renovó el congreso, y dentro de apenas un mes y medio, el 29 de mayo de 2022, se celebrará la primera vuelta de la elección presidencial. Por esa razón, las autoridades refuerzan sus planes de seguridad a nivel nacional, para evitar mayores ataques contra el Estado y contra infraestructuras civiles. El Gobierno colombiano asegura que, en esta ocasión, a diferencia de procesos anteriores, se encuentra mejor preparado para hacer frente a eventuales contingencias.

“En este momento hay unas acciones terroristas, y forman parte de un plan claro que tiene el ELN y las disidencias de las FARC con miras a crear una situación de crisis”, advierte el general Luis Fernando Navarro, Comandante General de las Fuerzas Militares de Colombia. Para hacer frente a esta amenaza, el general detalla la respuesta del Ejército: “Desplegar 120 mil efectivos militares, un operativo que cuenta con el acompañamiento de todas las capacidades del Estado: inteligencia, logística, aviones, helicópteros, unidades a flote, unidades fluviales, las cuales soportarán la misión. Adicionalmente, la Policía Nacional también desarrolla un programa de seguridad coordinado”.

El general Navarro admite el efecto negativo que las acciones guerrilleras están teniendo en el país, pero niega que Colombia se encuentre a las puertas de una escalada mayor de violencia. “En relación con años anteriores, hoy tenemos una mejor inteligencia y una mejor comprensión del entorno, y por otro lado, las estructuras criminales no son tan fuertes. Este conjunto de factores contribuye a que las medidas que aplicaremos sean más efectivas”, asegura.

Violencia cotidiana

Al auge de la violencia por parte de grupos irregulares se suma a una rampante inseguridad urbana. En Bogotá, la alcaldesa Claudia López ha impuesto regulaciones para los motorizados durante los fines de semana, argumentando que 25 por ciento de los asesinatos ocurridos en la ciudad durante esos días son cometidos por sicarios, quienes, sistemáticamente, según afirma la alcaldía, se transportan en motocicletas. La autoridad también afirma que el 10 por ciento de los atracos registrados en la capital también son cometidos por motorizados.

La situación no solo ha provocado una respuesta por parte de las autoridades, sino también por parte de los ciudadanos. Camilo González, presidente de INDEPAZ, reconoce que en años anteriores la sociedad parecía resignada a convivir con estas problemáticas. Sin embargo, percibe un cambio notable en la coyuntura actual.

“Es cierto que, luego del acuerdo de paz, en los procesos electorales se han dado fenómenos de violencia. Pero también hay una emergencia de movimientos sociales y democráticos, de jóvenes, mujeres, ambientalistas, que se están levantando contra la guerra y las mafias. Y como precisamente se fortalecen esos movimientos democráticos, hay mayor resistencia de quienes están a la defensiva y quieren más guerra”, señala González.

El presidente de INDEPAZ observa que hay “mafias incrustadas en el Estado”, bandas narcotraficantes y máquinas clientelistas que se niegan a perder sus privilegios. “Entonces, mientras más avanzan los movimientos sociales, más agresivos se muestran”, apunta.

Nuevos aires

A pesar de los temores de que la violencia escale todavía más a medida que se acerca la primera vuelta presidencial, Rodrigo Londoño, desde su experiencia como exguerrillero, anticipa un escenario diferente. “En los tiempos de la guerra, aun cuando nosotros tuvimos una cantidad de hombres y una estructura militar importante, nunca tuvimos la capacidad de sabotear un proceso electoral”, dice. Reconoce que él mismo, cuanto estaba al frente de las FARC, contempló la posibilidad de desestabilizar el país durante los períodos electorales. Nunca lo lograron, pues sus acciones eran aisladas y lejanas al centro del poder político. Hoy considera que la tarea es todavía menos factible para los grupos disidentes.

“La fuerza que tienen los actuales grupos guerrilleros, como el ELN, no es suficiente para generar una situación de caos en el país. A no ser que, desde el mismo Estado o desde las fuerzas que quieren que este proceso fracase, los estimulen para hacerlo. Porque lo cierto es que la violencia no solo le interesa al ELN o a los grupos disidentes. También hay actores que están sirviendo el país en bandeja de plata a quienes no quieren que Colombia transite los senderos de la paz”, concluye.

Si en algo coinciden las fuentes consultadas por DW, es que la Colombia que ahora llega a las urnas está lejos de ser el país de otros procesos electorales: el Estado asegura que los cuerpos de seguridad están robustecidos, y se advierte un cambio en la consciencia ciudadana de cara a la violencia. En medio de las cifras preocupantes, este es un aliento para quienes siguen apostándole a la paz. (ms)

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