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Día de la Fraternidad: América Latina, ejemplo de diálogo interreligioso

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En esta región diversa y marcada por las migraciones hay una mayor convivencia pacífica entre diferentes credos, comparado con otras regiones. ¿Cómo pueden contribuir las religiones a frenar las tensiones y la violencia?»Festejar la fraternidad es celebrar la convivencia y el hecho de que nos reconocemos como distintos, pero eso no nos inhibe de estar juntos. Ese es el valor central que tiene el Día Internacional de la Fraternidad Humana”, dice Claudio Epelman, comisionado del Congreso Judío Mundial para el diálogo interreligioso, en entrevista con DW.

Instaurado por la ONU para promover el diálogo y la convivencia entre religiones, el día conmemora la firma del documento por la Fraternidad Humana en Abu Dabi en 2019 por el papa Francisco y el gran imán Al-Azhar, con el apoyo del presidente del Congreso Judío Mundial.

La histórica declaración condena el terrorismo y la violencia, especialmente por motivos religiosos, y es un llamado a fomentar la cultura del diálogo, la colaboración y el conocimiento mutuo, y poner fin a las guerras.

DW: ¿Cómo se vive la convivencia entre credos en América Latina?

Claudio Epelman: En distintas regiones del mundo, el medio y lejano Oriente, en África, inclusive en Europa y en los últimos tiempos también en Estados Unidos, vemos tensiones religiosas; incidentes, enfrentamientos y violencia como modo de expresión de este resentimiento hacia el otro. Y en Latinoamérica, por el contrario, producto de su historia, de las corrientes de inmigrantes que dieron un cariz plural a las sociedades, encontramos un altísimo nivel de convivencia entre las distintas religiones en términos comparativos con otras regiones.

¿Cómo se manifiesta esto en la región?

Los líderes religiosos de las diferentes tradiciones la reconocemos como una zona de convivencia y asumimos un compromiso a través de una declaración formal que firmamos en 2017 en la ciudad de Córdoba, Argentina. En ella reconocimos y declaramos a América Latina como zona de convivencia y nos comprometimos a llevar adelante acciones para preservarla en esa condición.

¿El hecho de que América Latina tenga una gran mayoría de población de una misma religión la hace una región menos polarizada?

Hay una preponderancia católica producto de su historia, pero como comunidad judía con presencia en cada uno de los países latinoamericanos, y me atrevo a decirlo también en nombre de comunidades islámicas y algunas expresiones cristianas no católicas, la posibilidad de vivir como minorías nunca nos inhibió de poder llevar adelante nuestra fe. Por el contrario, es un estímulo positivo, sabemos reconocernos en la diferencia. En otras regiones y otros tiempos, en cambio, comunidades cristianas o judías han sido víctimas de persecuciones. Y Alemania también lo conoce hoy, con ataques a judíos o musulmanes por su condición. Estos episodios son difíciles de encontrar en Latinoamérica.

¿Cómo se puede articular un diálogo entre religiones cuando históricamente hemos visto incluso guerras por motivos de fe?

En algún período de la historia, cada religión sintió que era poseedora de la verdad de la revelación. Hoy encontramos que la interpretación de la fe cambió y los líderes cambiaron su sentir en relación con el otro. Entendemos que en la diferencia podemos seguir dialogando y acordando sin necesidad de imponer una fe sobre la otra, sino permitiendo a cada uno expresarse. Así construimos convivencia. Este fenómeno, que comenzó a fines del siglo pasado y se profundiza en este siglo XXI, tiene que ver con la posibilidad que dan líderes religiosos a otras religiones de poder manifestar su fe. La diferencia nos enriquece y no afecta nuestra identidad.

¿Cómo puede aportar este diálogo entre diferentes religiones a quienes no son creyentes?

Cuando las mayorías no pretenden ser hegemónicas en el ejercicio de la fe, también los no creyentes pueden incorporarse en estos canales de diálogo en que somos respetuosos de las identidades individuales. La identidad del otro no niega la mía, sino que la refuerza.

¿Qué importancia tiene la condena conjunta a la violencia?

Todas las religiones buscan la paz y rechazan expresiones de violencia y crímenes en nombre de Dios. Los líderes debemos entender esto y ser capaces de declararlo públicamente. Ese es el gran valor del documento de la Fraternidad Humana, firmado por el papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar. Explícitamente condenan el terror y la violencia en nombre de Dios e invitan a sus fieles a pensar y a comportarse de acuerdo con esto.

Si bien hay respeto en la expresión y aceptación de distintas religiones en América Latina, sí vemos manifestaciones racistas preocupantes. ¿Qué tienen que decir las religiones?

Existen muchas tensiones y expresiones de racismo, pero no están vinculadas a lo religioso. Y ahí es donde la unión de los líderes religiosos puede hacer una enorme contribución al combate de todas las otras discriminaciones, ya sean por origen étnico hacia los pueblos originarios, por la condición de color, sexual o ideológica. También las religiones podemos extender el mensaje de que la aceptación del otro es clave para la convivencia y contribuir en lo que el papa Francisco llama el cuidado de la casa común, de nuestro planeta, donde hay una enorme diversidad de religiones y grupos bajo un mismo sistema de valores luchando contra el cambio climático y por la preservación de nuestra casa.

En Argentina existen varias experiencias de diálogo interreligioso. ¿Cómo se vive esta convivencia?

Como judío pongo al papa Francisco no solo como líder de la Iglesia católica, sino como referente de la humanidad. Cuando era arzobispo de Buenos Aires, (Jorge Mario) Bergoglio se comprometió con el diálogo interreligioso no solo a nivel institucional, sino personal. Siempre se ocupó de visitar cada mezquita, cada sinagoga, de reunirse con los imanes, los rabinos, y tener una relación personal. Ahí muestra una clave que continúa después en su pontificado, de los vínculos personales en la presentación de estos valores. Eso dejó una marca muy profunda en Argentina, que permitió que, por ejemplo, en la sede del Congreso Judío Latinoamericano en Buenos Aires desde hace años los judíos recibimos a los musulmanes y les ofrecemos un desayuno para el mes de Ramadán. Es también lo que nos ha permitido trabajar juntos a judíos y católicos en contra de la pobreza, que es uno de los males terribles que tiene la Argentina. Hay una gran cantidad de ejemplos: cada rabino tiene un socio cura para llevar adelante un proyecto, y programas de alcance social tienen referentes judíos, católicos y musulmanes que los acompañan. Es algo que se vive con mucha naturalidad. En un bar se pueden encontrar un judío y un musulmán y hablar de fútbol o de política y la religión no los separa. Esa espontaneidad es un componente muy positivo y maravilloso, tanto en eventos institucionales como en la convivencia diaria. Esa es la construcción del pluralismo que llevó adelante la Argentina.

También se observan expresiones de antisemitismo en la región. ¿Cuál es la situación actual?

Creo que existe y es una de las preocupaciones de comunidades de judíos y no judíos que ven que la discriminación es un problema. En sus orígenes estuvo ligado a la Iglesia católica durante la conquista, pero siglos después la jerarquía eclesiástica está absolutamente comprometida en el reencuentro, como lo dijo Benedicto XVI, de sus hermanos mayores, en la construcción de la fraternidad y encontrarnos como familia. Hoy la iglesia se ha convertido, también en América Latina, en uno de los principales combatientes en contra del antisemitismo, que existe, pero está vinculado a sectores nacionalistas y de extrema derecha. (dz)

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