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El porcentaje de la población mundial que ha estado en contacto con el Covid-19, medido a través de miles de medias de seguridad sanitaria, ronda el 5,2% de la población, mientras que en la franja de edad que va de recién nacidos hasta los 19 años corresponde a un 1,56%.
En cuanto a la tasa de mortalidad de la COVID-19 a nivel mundial, hasta la fecha es de 2 168 fallecidos por cada 100 000 infectados (2,1%), mientras entre el nacimiento y 19 años de edad no llega ni al 0,08%.
Un vistazo a los datos basta para evidenciar que los niños y jóvenes hasta los 19 años de edad se infectan menos y mueren muchísimo menos que los adultos.
Los síntomas de la COVID-19 hasta los 19 años
En pediatría, entre un 15 a 35% contacta con el virus generando anticuerpos de manera asintomática. En los menores de 9 años infectados, los síntomas más frecuentes son la fiebre y la tos, mientras que entre los 9 y 19 años son la cefalea y la tos.
Entre los recién nacidos y los 19 años de edad, menos del 3% va a requerir ingreso por necesidad de oxígeno y menos del 1% va a requerir ingreso en cuidados intensivos.
Dentro del grupo analizado, los menores de un año de edad y aquellos que presentan antecedentes de enfermedades crónicas (oncológicos, cardiopatías, trasplantados, insuficiencia renal crónica, inmunodeprimidos) son los que pueden presentan mayor riesgo de presentar un covid grave (miocarditis, fallo multiorgánico y coagulopatía).
De los niños y jóvenes sanos que presentan o han presentado covid-19, destacan unas respuestas inflamatorias exageradas, que, aunque muy infrecuentes (menor del 1,5%), son muy graves: tipo Kawasaki, shock tóxico o síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico (PIMS o MIS-c).
De estas formas graves de presentación en pediatría, hasta un 80% requiere su ingreso en cuidados intensivos. Y de todos ellos, menos del 1% fallece en nuestro medio.
Vacuna contra la COVID-19 en pediatría
La vacunación ha sido el invento que más vidas ha salvado en la historia de la Humanidad. Es el único camino para hacer que se extingan, a nivel global, enfermedades mortales como la viruela o discapacitantes como la poliomielitis a nivel planetario.
La pediatría es la rama de la Medicina que más asentado tiene el concepto de la vacunación universal. Es más, no se podría concebir esta especialidad médica sin la vacunación. Su calendario de inmunización que se ha ido ampliando a lo largo del tiempo, tanto en coberturas poblacionales como en número de enfermedades infecciosas evitables.
Entonces, ¿qué ocurre con la vacuna contra la COVID-19 en niños? La indicación de una vacuna efectiva frente a un virus pandémico en principio sería universal, pero la falta de abastecimiento a nivel global, hace que el ritmo de vacunación se establezca siguiendo unos criterios de edad y de comorbilidades asociadas.
Por el momento, la vacuna de BionTec es la única que ha presentado resultados de efectividad y de descripción de efectos secundarios posibles (revisión en niños de casos de miocarditis). La FDA y la EMA han aprobado su uso hasta los 12 años de edad según ficha técnica.
Desequilibrios en vacunación y riesgos
En general, el avance de la vacunación ha ido de mayor a menor edad, siguiendo el principio de vacunar a aquellos con mayor riesgo de padecer covid-19 grave. Pero la vacunación contra la covid-19 ha avanzado a tal ritmo que en muchos países ya han llegado a edades pediátricas. Y aparecen las dudas.
De entrada, existe bastante consenso en hacer el corte de vacunación a los 12 años hasta que no se obtengan resultados de estudios multicéntricos que se están realizando con las vacunas RNA en menores de 12 años.
El problema es que, mientras hay países que ya tienen más del 65% de su población vacunada con la pauta completa y se plantean vacunar a los niños, existen otros muchos que no llegan ni al 1% de vacunados.
Esto nos debería hacer pensar que, si existen países con un déficit tan tremendo de vacunas, la OMS tendría que actuar favoreciendo la vacunación en aquellos países que no tienen acceso. Sobre todo porque, dado que la pandemia es un problema global que atañe a toda la población mundial, la inmunidad de “rebaño” no se conseguirá con el actual desequilibrio a la hora de vacunar.
Mientras haya personas sin vacunar, la capacidad que tiene el virus de mutar generará variantes del virus que pueden reactivar nuevas pandemias, y los países que hoy en día tienen la capacidad de vacunar a los niños podrían padecer nuevas pandemias en el futuro. El desequilibrio de la vacunación a nivel mundial es un peligro global que nos puede hacer volver a la casilla de salida.
Se plantea vacunar en edades pediátricas en los países desarrollados cuando en otros países no tienen acceso a las vacunas ni a otros recursos básicos de salud, nos debería hacer reflexionar como sociedad acerca de qué tipo de mundo queremos.
Con los datos expuestos al principio, este virus ha demostrado que los “fuertes” han sido los niños. Por lo tanto, deberían ser los últimos en vacunarse.
La prioridad debería ser utilizar los recursos existentes para inmunizar de manera homogénea a la población mundial. Esa sería una estrategia acertada como planeta, mientras que no hacerlo generaría núcleos de población con el virus circulante, mutando y provocando la aparición de posibles variantes potencialmente mortales.
Este desequilibrio peligroso daría pie a que, de manera regular, como sucede con la vacuna de la gripe, acabemos vacunándonos cada año frente a las variantes circulantes en cada momento.
A la pregunta de si se tiene que vacunar a los niños contra la COVID-19, la respuesta sería sí, pero los no niños también, y en primer lugar.