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La fundación Alexander von Humboldt realizó su reunión anual con más de 600 investigadores de todo el mundo. DW habló con becarios de Colombia, México, Argentina y Ecuador, quienes cuentan sus experiencias en Alemania.Tras dos años de reuniones virtuales, el encuentro anual de investigadores internacionales de la fundación alemana Alexander von Humboldt se volvió a celebrar de manera presencial en Berlín. En el evento de dos días participaron más de 600 becarios que realizan investigaciones en universidades alemanas, de los cuales alrededor de 80 provienen de América Latina.
«Las soluciones y decisiones basadas en la ciencia son hoy más importantes que nunca: desde el cambio climático, la movilidad sostenible, hasta las enfermedades o la inteligencia artificial”, dijo en la ceremonia de inauguración el presidente de la fundación, Hans-Christian Pape.
En el evento, que se llevó a cabo en la Universidad Libre de Berlín y que contó con la participación de la Premio Nobel de Química 2020 Emmanuelle Charpentier, una de las exponentes fue la investigadora colombiana María Rita Ortega. Debido a su experiencia en electroquímica, Ortega obtuvo una beca de investigación postdoctoral de la fundación Humboldt para trabajar en un instituto de química en la ciudad de Dresde, donde vive hace seis meses.
«Me parece genial que el epicentro sea Alemania con la fundación. La ciencia se construye a nivel mundial y el fortalecimiento de estas redes de contacto es muy importante porque puedes conocer a becarios de otras áreas que te pueden ayudar en tu investigación”, explica a DW Ortega, quien ha realizado la mayor parte de sus estudios en Porto Alegre, Brasil.
Las diferencias con América Latina
Una de las grandes diferencias que ha encontrado la investigadora colombiana es que mientras la mayoría de los alemanes que estudian un doctorado tienen un contrato laboral con su universidad, en América Latina este se hace con una beca o, en muchos casos, se tiene que pagar. «Hay muchos obstáculos. Por eso, cada vez más científicos emigran a Alemania, Reino Unido, Canadá o Estados Unidos para hacer un doctorado. Y al final se terminan quedando”, admite Ortega, quien, a pesar de ello, quiere regresar para contribuir con la ciencia de la región.
Otro de los becarios que asistieron a la reunión en la capital alemana fue el argentino Ariel Fontana, doctor en química que vive hace casi un año en Bonn. En un laboratorio de esa ciudad, Fontana trabaja en la caracterización de residuos de la industria vitivinícola, dándoles un valor agregado. «Los residuos que quedan después de sacar el líquido de la uva para hacer el vino los utilizamos para distintos alimentos en lugar de utilizar compuestos sintéticos”, dice a DW el investigador Fontana.
El experto señala que la principal diferencia que ha encontrado en Alemania es el acceso a equipamiento de alta tecnología. En general, según Fontana, el apoyo de la fundación Humboldt le ha abierto infinitas oportunidades: «Uno se siente realmente muy valorado como científico”.
Con la familia en la maleta
Esa misma opinión tiene la mexicana María Cristina Osorio, profesora universitaria de economía en su país y que como investigadora senior de la fundación Humboldt trabaja con comunidades aisladas de Yucatán para incentivar la inclusión de las niñas y jóvenes en el sistema educativo nacional. «La fundación es responsable con sus becarios. Algo que es difícil encontrar en México. Para mí, como profesora con experiencia, era muy importante tener la seguridad de que uno va a poder llevar a cabo su investigación”, destaca Osorio.
Un caso similar al de Osorio es el de la docente ecuatoriana Selene Baez, que investiga desde hace un año y medio en la Universidad de Gotinga cómo encontrar respuestas de los bosques tropicales al cambio climático: «El financiamiento que da la fundación es una oportunidad para hacer proyectos muy ambiciosos, que, de otra manera, hubiera sido muy difícil llevar a cabo en Ecuador”.
A diferencia de la mayoría de los becarios, que viajan solos, la académica ecuatoriana llegó a Alemania con sus pequeñas hijas y su esposo. Una experiencia familiar que, según Baez, también ha sido enriquecedora: «Hemos crecido juntos. Me llevo en general una muy buena impresión en lo profesional y en lo personal. En unos meses regreso a Ecuador con una visión más amplia y con mejores posibilidades de enseñanza para guiar a mis estudiantes”.
(ers)