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Llegó con las manos vacías y habló de una manera que casi nadie entiende en EE. UU. En su visita a Washington, el canciller alemán no logró convencer a sus críticos, a juicio de Michaela Küfner.”Les prometo que podremos hacerlo”, dice el presidente estadounidense, Joe Biden, en la rueda de prensa conjunta con el canciller alemán Olaf Scholz, refiriéndose a poner fin al gasoducto Nord Stream 2 si Rusia vuelve a violar la frontera de Ucrania. Así habla una potencia mundial que está segura de su socio. Porque ese “fin” tendría que ser implementado por Alemania. Ahí es donde llega el gaseoducto de Rusia.
El canciller alemán por lo menos no contradice a Biden. Y ahí queda la cosa. Scholz no se atreve a abordar directamente el Nord Stream 2. En su lugar, se refugia en formulaciones que muchos observadores ya conocen demasiado bien de sus 62 días de mandato. Dice que en caso de una invasión rusa de Ucrania, “todo está sobre la mesa”. Y que tendría “costos muy elevados para Rusia”. La vaga extensión de su amenaza de que “podría pasar mucho más” de lo que Rusia podría esperar no ayuda mucho. En EE. UU. nadie entiende ese tipo de sutilezas.
Visita con poco brillo
#dondeestáScholz (#woistScholz) es el hashtag que circula en Alemania y que el canciller quería dejar atrás en su camino a Washington. Durante semanas apenas se había pronunciado. Pero en lugar de una brillante aparición como “líder de Europa” al que se puede llamar si se quiere hablar con Europa, lo que se vio en el transcurso de la conferencia de prensa dejó la impresión de que esa búsqueda continúa.
Antes de su llegada, la gran pregunta en Washington era: “¿Se puede confiar en Scholz? Por ello, el presidente Biden no se cansó de afirmar que no tiene “ninguna duda” sobre lo “absolutamente fiables” que son Alemania y Scholz. Pero eso difícilmente contribuirá a mantener a raya las críticas estadounidenses contra el canciller.
A Scholz no parece preocuparle demasiado. No formuló palabras citables y memorables, ni siquiera cuando habló en inglés. No dijo algo como: “Alemania garantizará la defensa de los valores que compartimos con Estados Unidos en Europa.” Lo patético no es lo suyo, pero aquí en Estados Unidos tampoco regalan las cosa.
¡Y hubiese sido tan importante! Durante semanas, los think tanks han estado pregonando en las emisiones de madrugada, tarde y noche que Berlín se echa atrás una vez más cuando se trata de cuestiones difíciles, y que en lugar de armas solo suministra cascos y hospitales militares a Ucrania.
Las huellas de la predecesora
Es bien sabido que Scholz -como la mayoría de los alemanes- quiere asegurar la paz en Europa mediante la diplomacia. Pero Estados Unidos no tiene reservas para “establecer” la paz por la vía militar. El anuncio de Alemania de transferir 350 soldados más a la alianza de la OTAN en Lituania es de poca ayuda.
En resumen: Scholz habla un lenguaje diplomático difícil de traducir al estadounidense y, desde luego, al lenguaje de los políticos estadounidenses en el Congreso. También Biden está sintiendo la presión desde allí, mientras que el canciller Scholz tiene que defenderse además de su predecesor y compañero de partido Gerhard Schröder, que acaba de ser elegido para el consejo de supervisión de la empresa estatal rusa de gas Gazprom y fue quien impulsó el proyecto de los gasoductos Nord Stream.
A eso de suma que, mientras Scholz y Biden aún hablaban en Washington, los presidentes Emmanuel Macron y Vladimir Putin aparecían ante las cámaras en Moscú. El presidente ruso anunció que volverá a hablar por teléfono con su homólogo francés dentro de unos días. Así que los hilos del enfrentamiento más peligroso con Rusia desde el final de la Guerra Fría podrían acabar confluyendo en París.
(gg)