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La invasion de Ucrania influyó en la cuarta victoria de Viktor Orbán en la presidencia de Hungría. Esto tiene que parar, dice Dora Diseri. De otro modo, Orbán seguirá profundizando la brecha en el país.De nuevo se plantea esta cuestión: ¿cómo es posible que Viktor Orbán siga teniendo tanto apoyo en Hungría? Hasta ahora, la respuesta ha sido sencilla: la oposición estaba dividida e impotente. Hasta ahora. Pero esta vez, en las elecciones parlamentarias de 2022, los seis partidos de la oposición se presentaron juntos a los comicios. Incluso hubo primarias y competencia por los puestos de la lista. En lugar de una campañas de desprestigio sin sentido, se volvió a hablar de problemas y posibles soluciones.
El guerrero
Pero esa impresión es engañosa. Finalmente, el partido Fidesz fue capaz de movilizar a los votantes indecisos mucho mejor de lo esperado. Incluso ganó en las circunscripciones en las que se preveía que triunfaría la oposición. ¿Cómo fue posible? La retórica de permanente estado de combatesiempre le ha servido a Orbán. En los últimos años ha atacado el alto coste de los alquileres, ha insultado a Bruselas y a Soros, ha denigrado de los migrantes, a las oenegés, y actualmente tematiza la guerra de Rusia contra Ucrania.
Al principio, la invasión rusa de Ucrania descolocó al partido gobernante húngaro en su campaña, pero rápidamente se recompuso: Fidesz dijo estar del lado de la paz, y aseguró que, mientras gobernara, no se entregarían armas a Ucrania ni se las dejarían pasar por el país, pero tampoco se enviarían fuerzas de paz ni se aplicarían las sanciones de la Unión Europea contra Rusia, porque podría “poner en peligro el suministro energético de Hungría”.
Zelenski como el enemigo
El ministro de Asuntos Exteriores húngaro, Peter Szijjarto, llegó a acusar abiertamente a Ucrania de intentar influir en las elecciones húngaras. Esto hace que el gobierno de Hungría sea el único dentro de la UE y la alianza de la OTAN que no celebra al presidente ucraniano Volodimir Zelenski como un héroe, sino que lo ve como un enemigo que se alinea con la oposición húngara.
No es casualidad que Orbán no se uniera a los jefes de gobierno de Polonia, la República Checa y Eslovenia en su viaje a Kiev, a mediados de marzo, prefiriendo en su lugar visitar a Aleksander Vucic en Serbia, que mantiene una relación tan estrecha con Rusia como Hungría, y que también ganó este 3 de marzo las elecciones en su país.
Las finanzas de Hungría no podrán resistir mucho
Orbán se ha jugado mucho en esta victoria. Con su rumbo amigable con Rusia, puso en peligro la larga tradición de amistad polaco-húngara, e incluso la cooperación entre los países del Grupo de Visegrado. Además, el gobierno húngaro lo ha intentado todo para ocultar la enorme inflación del país: a los padres se les devolvió el impuesto sobre la renta, los pensionistas recibieron una pensión mensual completa adicional, se limitaron los precios de la gasolina y los alimentos y se retrasaron las subidas de los precios del gas o la electricidad con una ayuda estatal masiva.
Esto no puede seguir así. El presupuesto estatal húngaro no podrá soportar esas medidas por demasiado tiempo. Orbán debe seguir un curso de austeridad si no quiere enviar al país a la bancarrota. Y también debe romper el aislamiento diplomático en el que lo ha metido. Hay que rehabilitar las relaciones con los países de Visegrado, pero también la posición de Hungría en la UE.
La unión fallida de la oposición
La derrota de la oposición ha dejado en claro que esta alianza tampoco durará. Fue simbólico que su principal candidato, Peter Marki-Zay, no tuviera detrás a sus compañeros de los otros partidos durante su discurso, sino a su familia. En lugar de colocarse detrás de Marki-Zay para una foto final, ya estaban formulando sus acusaciones acerca del por qué del fracaso de la alianza. En cualquier caso, la oposición simplemente no fue lo suficientemente opositora. Con Peter Marki-Zay, solo había un candidato principal que, como antiguo partidario del Fidesz, representaba quizás una variante “mejor” del gobierno del Fidesz, pero no ofrecía una alternativa real.
Y la extrema derecha se benefició de ello. Pocos esperaban seriamente que el movimiento “Mi Hazank” (Nuestra Patria) superara la barrera del cinco por ciento. Ahora entra en el Parlamento con siete escaños. El partido se formó en 2018 mediante la escisión del ala derecha radical del partido Jobbik, y funciona como un “partido satélite” del Fideszt. “Mi Hazank” ganó votos, sobre todo, entre los negacionistas del coronavirus, los antivacunas y los homófobos.
Mundos paralelos
Los resultados electorales confirman la extrema polarización de la sociedad. La brecha entre las zonas rurales y las urbanas es cada vez mayor, también desde el punto de vista ideológico. La oposición abarca a las grandes ciudades, y Fidesz, a las regiones rurales. Estas realidades paralelas existen desde hace años: en una de ellas, Orbán es el embajador de la paz que lucha por los derechos del país y es visto como el salvador de la nación. En la otra, es un estafador corrupto que se pone al lado de Putin y saca a Hungría de la UE.
Esto debe parar. Orbán ha cavado una brecha tan profunda en el país que él mismo puede acabar cayendo en ella. Debería darse cuenta de ello, de lo contrario, un día será demasiado tarde, también para él.
(jov/cp)