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Valentía y consecuencia en la historia y el presente de Colonia Dignidad

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Verdadera reparación, una comisión de verdad y memoria, y que los Estados de Chile y Alemania corrijan sus errores, demanda en esta columna Hernán Fernández R., abogado de las víctimas de Colonia Dignidad.La historia de Colonia Dignidad está marcada por lo contrario de lo que su nombre representa, es decir, es una historia de tragedia humanitaria, de horrores y dolores, de humillaciones y vergüenza. Sin embargo, es también una historia de valentía y consecuencia, protagonizada por los que nunca se rindieron, por los que llegaron a aspirar a la libertad que soñaban más allá de los cercos electrificados, y por los que desde dentro y desde fuera quisieron que el horror terminara.

Poco se ha hablado o escrito de esa parte de la historia, porque el poder de la Colonia y de sus aliados, en Chile y Alemania, siempre estaba funcionando para que esa verdad se cubriera o se borrara, porque no les convenía que fuera conocida y difundida. En una frase, apoyar a la organización podía significar tener también parte de su poder, enfrentarse a ella significaba arriesgarlo todo: honor, familia, carrera profesional, puestos de trabajo, prestigio, incluso la vida.

Muy pocos lograron fugarse y los que lo hicieron intentaron que el mundo mirara los horrores, sin embargo, su voz fue apagada por la persecución despiadada. En lugar de ser protegidos fueron injustamente silenciados e incluso condenados, como le sucedió al joven Wolfgang Müller. Él dice correctamente que se fugó tres veces de la Colonia y que una cuarta vez debió fugarse del Estado de Chile, que también lo perseguía. Su valentía se contrapone a la vergüenza de los jueces y del abogado de la Colonia, que en aquella época aplastaron sus denuncias. Y al hacerlo se hicieron también responsables ante la historia de todos los delitos que nunca cesaron y que siguieron cometiéndose con impunidad garantizada.

Wilhemine Lindemann también logró fugarse en la década del 60, porque quiso rescatar a sus hijos del infierno del enclave. Ella representa a las mujeres de la Colonia, como hoy lo son Helga, Doris o Ingrid, y como tantas más, que nunca han dejado de soñar, y que merecen la justicia que también han buscado sin cesar.

Pero no solo los jueces fallaron entonces y después, cómo siguió ocurriendo en las décadas de los 70 y 80, sino que falló sin excusa alguna todo el sistema insensible y burocrático de la política y de la diplomacia chilena y alemana. Los dos Estados siguieron haciendo negocios y teniendo reuniones, y se olvidaban de la Colonia, que solo era un punto feo e incómodo en sus agendas, un problema molesto que nunca resolvieron.

Recordar la historia de la Colonia debe significar recordar también a los chilenos que desafiaron su poder, como Alfonso Villagra, quien trató de impedir los abusos a los campesinos y fue consecuente hasta el final, como hoy lo sigue siendo su yerno Gustavo Torres, que nunca ha bajado la voz, aun viviendo allí tan cerca de la Colonia. Otro chileno, Héctor Taricco, cumplió con celo sus funciones honrando a los verdaderos servidores públicos, y por hacerlo fue enjuiciado y destituido de su cargo. Un sincero reconocimiento también merece el Juez Hernán Robert Arias de la Corte de Talca, que sí quiso investigar, pero se lo impidieron, y debió terminar antes su carrera judicial.

No se puede hablar de esta historia sin tener presente a Natanael Bohnau y a Karl Stricker, ambos de valentía y nobleza incomparables, que se enfrentaron al poder de los jerarcas, a riesgo de su propia vida. Natanael quiso que las familias pudieran tener casas para recobrar la posibilidad de volver a reunirse y descubrió que el plan desde el inicio fue la separación de las familias para facilitar la esclavitud, el castigo, los abusos y la opresión. No dudó en reclamar las casas que el mismo quería construir y lo hizo un día ante todos y ante los propios jerarcas. Su castigo fue cruel e inhumano, como la Colonia misma.

Su luz brilla hasta hoy, como la de Karl Stricker, que huyó muchas veces y fue siempre capturado, aún después de haber pedido auxilio en San Carlos, la ciudad más cercana a la que pudo llegar. Sin embargo, para él la libertad duró muy poco, pues nuevamente operó el poder de la Colonia, en plena democracia a inicios de 1996. Nuevamente fallaron Chile y Alemania, que no permitieron que tuviera el asilo anhelado en medio de sus dolores. Nuevamente todo falló, incluso la ética de los que lo devolvieron a una vida de esclavitud y sufrimiento. Karl Stricker murió en 2002 de manera trágica, ansiando una vida distinta, donde lo dejaran escuchar la música que él tanto amaba.

El año 1996 fue importante porque valientes niños chilenos, sus madres y sus familias se atrevieron a denunciar el siniestro sistema de abusos de la Colonia. Esas primeras madres y también algunas abuelas comenzaron a abrir las puertas cerradas de la Colonia. Allí estuvieron, contra todas las amenazas y hostigamientos, Jacqueline, Mercedes, Juanita, Verónica, Rosa, Teresa, Amada y Felicinda.

Aquí cambió la historia, porque el valiente Juez de Parral, Jorge Norambuena, y un equipo policial de elite, conocido como Departamento Quinto, al mando de Luis Henríquez, decidieron poner sus mejores esfuerzos para que la verdad fuera reconocida y la justicia tuviera nombre real. En base a esas serias investigaciones se impartió la orden de captura de Paul Schäfer y los principales jerarcas comenzaron a ser encarcelados.

Pudieron iniciarse también los procesos judiciales por los detenidos y ejecutados en Dictadura dentro de Colonia Dignidad. Allí estaban y siguen estando Mercedes, Tina y Myrna, exigiendo verdad y justicia, junto a las agrupaciones de familiares, en las afueras del tribunal de Parral y llegando sin descanso una y otra vez, hasta las fosas vacías. Mi homenaje también para ellas, que siguen en su búsqueda infatigable.

Allí comenzó el final de la Colonia, pero la historia aún no concluye, porque los Estados siguen fallando y nuevos jerarcas han surgido. Son muchas las tareas que implica el presente, verdadera reparación y sin más tardanza a las víctimas, una comisión de verdad y memoria, y que los Estados de Chile y Alemania corrijan sus errores, sin volver a repetirlos. El camino está claro. Al miedo, la corrupción y la conveniencia de quienes han sostenido y siguen sosteniendo a la Colonia, solo se les puede enfrentar con valentía, honor y consecuencia.

El abogado chileno Hernán Fernández representa a víctimas de Colonia Dignidad desde 1996, entre otros a los chilenos que de niños fueron abusados y secuestrados, y a ex colonos víctimas de medicación forzada y trabajo esclavo. En 2008, el gobierno alemán le otorgó la Cruz Federal al Mérito.

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