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Abuso de poder en Institutos Max Planck en Alemania

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La Sociedad Max Planck es la organización de investigación más importante de Alemania. Cuenta con 31 premios Nobel. Pero una supervisión insuficiente deja a científicos internacionales expuestos a abusos. DW investiga.Rara vez había una reunión con el director que no resultara desestabilizadora.

«Golpeaba su mesa, me gritaba hasta el punto de que podía verle escupir», recuerda Gabriel Lando, físico teórico computacional brasileño y antiguo investigador postdoctoral en el Instituto Max Planck de Física de Sistemas Complejos de Dresde.

Durante meses, Jan-Michael Rost, director de sistemas finitos del instituto, reprendió al joven postdoctorando, llamándole «autista» y «maldito inútil», cuenta Lando a DW.

«Creo que fueron los peores momentos de mi vida», dice el investigador brasileño, que llegó al instituto en 2020. «Tardé más de un año en curarme de aquello, en dejar de soñar con ello».

DW confrontó a Rost con las acusaciones, pero la Sociedad Max Planck respondió en su nombre diciendo que «el señor Rost no puede confirmar que haya hecho las declaraciones».

Investigación exhaustiva

La experiencia de Lando dista mucho de ser única.

Durante meses, la unidad de investigación de DW, junto con la revista alemana Der Spiegel, ha investigado casos de comportamientos abusivos y entornos de trabajo tóxicos en institutos Max Planck de toda Alemania.

Hemos entrevistado a más de 30 científicos, la mayoría de ellos atraídos a Alemania desde Asia, América y otras partes de Europa, con la promesa de llevar a cabo una investigación de talla mundial.

Dos tercios de ellos describen haber sufrido o presenciado conductas indebidas perpetradas por personal científico de alto nivel, a menudo directores, pero también jefes de grupo. Las mujeres y las personas no blancas fueron las más expuestas a sufrir abusos.

DW y Der Spiegel también revisaron informes detallados presentados a los mecanismos de denuncia de la Sociedad Max Planck, comunicaciones entre las víctimas y el personal implicado en los procesos de denuncia, y documentos confidenciales que corroboraban los relatos.

Nuestros hallazgos sugieren un fracaso sistémico a la hora de exigir responsabilidades a los miembros abusivos del personal o de sus institutos.

Acoso y sexismo habituales

La Sociedad Max Planck suele crear sus institutos en torno a científicos superdotados, que son libres de organizar sus investigaciones e instalaciones a su antojo, seleccionando a dedo a los investigadores y dirigiendo al mismo tiempo los avances científicos.

Su modelo hunde sus raíces en un principio revolucionario desarrollado por Adolf von Harnack, teólogo y mecenas de las ciencias naturales, que en 1911 dirigió la precursora de la Sociedad Max Planck.

Para Harnack, la mejor manera de hacer avanzar la ciencia era crear un instituto en torno a un científico dotado de tal poder e independencia que éste pudiera dedicarse a la ciencia sin restricciones.

El modelo ha tenido éxito: la Sociedad Max Planck cuenta con 31 premios Nobel concedidos a sus científicos. Pero, donde florece el Principio de Harnack, también se ofrece poder con poca supervisión, lo que a veces ha dejado a los científicos júnior, como los doctorandos y postdoctorandos, a merced de sus directores.

En 2019, una encuesta encargada por la Sociedad descubrió que casi uno de cada cinco encuestados había sufrido acoso en los institutos. También descubrió que los empleados no alemanes corrían un riesgo significativamente mayor de sufrir acoso o ser objeto de comentarios sexistas.

A raíz de la encuesta, la Sociedad Max Planck adoptó varias medidas encaminadas a crear un entorno de trabajo más equitativo y mejorar la rendición de cuentas en sus institutos, incluida la elaboración de un Código de Conducta.

Implicaciones perjudiciales

Thomas Sattelberger, antiguo legislador y secretario de Estado parlamentario del Ministerio de Educación e Investigación de Alemania, trabajó para cambiar estos problemas mediante investigaciones oficiales durante su etapa en el Bundestag (la Cámara Baja del Parlamento alemán).

Sattelberger teme que, sin una solución integral que aúne supervisión y responsabilidad, las consecuencias podrían ser nefastas para Alemania.

«En nuestro país, el nivel de la ciencia se ve cada vez más comprometido por estos escándalos», afirma, «y ya tenemos un grave problema con los científicos de alto nivel que abandonan el país».

Lando es uno de ellos: abandonó Alemania en 2021, tras rechazar una prórroga de contrato en el Instituto Max Planck de Física de Sistemas Complejos de Dresde. Ahora, prosigue su investigación sobre el caos cuántico en uno de los principales institutos científicos de Corea del Sur.

«Hoy en día, con más experiencia, he trabajado con gente que hace ciencia de forma agresiva, y no me disgusta», dice Lando. «Creo que un entorno agresivo en el que la gente lucha por sus ideas, en realidad puede ser bastante productivo».

Pero ese no era el caso de su antiguo supervisor en Max Planck, dice.

«No luchaba contra la ciencia. Luchaba contra la persona. Me humillaba».

(md/rml)

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