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¿Qué hace una estatua de Marx en Chemnitz, si nunca estuvo allí? Y ¿por qué se considera a Nova Gorica/Gorizia la última ciudad dividida de Europa? La historia de las capitales culturales de 2025.Es uno de los mayores bustos del mundo y el símbolo de Chemnitz: el monumento a Karl Marx, ubicado desde 1971 en el centro de la ciudad. «Karl Marx no necesita piernas, ni manos, su cabeza lo dice todo”, habría afirmado el escultor soviético Lew Kerbel, al dar forma a la cabeza, de 40 toneladas.
Chemnitz, antes y después de la RDA
¿Pero qué tiene que ver Marx con Chemnitz? En lo personal, no mucho. Nació en Tréveris, murió en Londres, y jamás visitó esa ciudad del este de Alemania. Sin embargo, eso no fue un problema para los entonces gobernantes de la antigua República Democrática Alemana (RDA), que decidieron cambiar el nombre de Chemnitz por el de Ciudad Karl Marx.
Chemnitz, ubicada junto a la frontera con la República Checa, fue un relevante centro industrial desde mucho antes de la fundación de la RDA. La industria textil, ferroviaria y la fabricación de maquinaria, sumadas a la minería de la región de los Montes Metálicos, hicieron de la zona un bastión económico.
Con el desmoronamiento de los regímenes comunistas de Europa oriental, la ciudad no solo sufrió un cambio estructural, sino que recuperó también su nombre original. Chemnitz viene del dialecto sorbo y significa algo así como «piedra”.
La historia de la ciudad está marcada por muchos vuelcos políticos y sociales, y eso la vuelve tan interesante.
En 2025, Chemnitz y las comunas circundantes lucirán el título de Capital Cultural Europea. «C the Unseen» es el lema elegido por los encargados: se trata de hacer visible lo que no ha sido visto, lo que está aún por descubrirse. El programa incluye algunos puntos centrales, como «vecindad, respeto y tolerancia” y «democracia, participación, cohesión social”.
Nova Gorica, Gorizia, Görz
Por primera vez en la historia de las capitales culturales europeas, dos localidades se presentan juntas con ese título, pero cada una por su cuenta. Se trata de la última ciudad dividida de Europa: Nova Gorica, en Eslovenia, y Gorizia, en Italia.
Fundada en torno al año 1000, fue el lugar de origen de los condes de Görz, una dinastía que se contaba entre las más importantes del área del sur de los Alpes. Los Habsburgo gobernaron posteriormente la ciudad, que aún se llamaba Görz y tenía un ambiente cosmopolita. En sus calles se hablaba esloveno, italiano y alemán. Tras la I Guerra Mundial y la caída de los Habsburgo, pasó a manos de Italia y recibió el nombre de Gorizia. La población eslovena fue asimilada y la diversidad cultural quedó atrás.
Después de la II Guerra Mundial volvieron a barajarse los naipes. La mayor parte de la ciudad siguió siendo italiana, pero Josip Broz Tito, gobernante de Yugoslavia -a la que pertenecía la actual Eslovenia-, no quiso renunciar a ese lugar y fundó a su lado Nova Gorica: una ciudad diseñada en el tablero, moderna y funcional.
Así se cimentó la frontera entre Nova Gorica y Gorizia. Familias quedaron divididas, se redistribuyeron terrenos y creció la desconfianza en ambas partes. La guerra fría se vivió allí en pequeña escala.
Incluso tras la caída de la cortina de hierro, la frontera subsistió durante 16 años. Solo cuando Eslovenia se sumó a la Unión Europea y en 2007 se incorporó al espacio de Schengen, ambas comunidades pudieron comenzar a reconstruir su historia conjunta. Ahora, una ciudad vuelve a unirse, simbólicamente: Nova Gorica y Gorizia se presentan en forma conjunta como «Capital Cultural Europea sin Fronteras 2025”.
(ers/md)
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