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Los combates causan estragos en Sudán y muchos civiles se ven obligados a escapar hacia Chad, un país pobre que se hace cargo de una de la peores crisis de refugiados del mundo.Con sus últimas fuerzas, Mariam finalmente logró llegar a un lugar seguro en Chad, obligada por la guerra en su natal Sudán. Sobre un pequeño carrito, carga lo poco que tiene. La joven pasó por un infierno y vivió cosas de las que todavía no puede hablar.
En Sudán, dos poderosos grupos armados libran una batalla por el poder. Por un lado, las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF), y por el otro, los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Desde abril de 2023, los combatientes han arrasado aldeas, violado mujeres, destruido campos y saqueado ganado. Los hombres son torturados y asesinados, y los hijos son secuestrados y reclutados a la fuerza. Una violencia incomprensible y sin un final a la vista.
Huir hacia la pobreza
Adré es el cruce fronterizo más importante entre Sudán y Chad. Tres soldados montan guardia del lado sudanés y permiten el paso de los refugiados sin inmutarse. Aquí, en tierra de nadie entre ambos países, se alza un puente en ruinas. Se suponía que sería parte de un extenso sistema de carreteras que impulsaría el comercio, pero las cosas salieron de otro modo.
Once millones de personas (de un total de 48 millones de habitantes) han sido desplazados por los combates. La mayoría sigue dentro del país, pero Chad ya ha recibido a 1,1 millones de sudaneses, pese a ser uno de los países más pobres del planeta, con sus propios y enormes problemas. El cambio climático, por ejemplo, está golpeando duramente al país. Fuertes inundaciones se alternan con sequías extremas. Una de cada tres personas vive en Chad con menos de 2 euros al día.
«Cualquier país se vería desbordado»
Mariam se registra en un centro de refugiados de ACNUR en Adré. Luego viaja unos kilómetros hasta un campamento temporal. Sus cinco hijos la esperan allí. Adré, una pequeña ciudad de 40 mil habitantes, tiene un campamento temporal de refugiados donde viven 230 mil personas. Las lonas de plástico improvisadas se extienden hasta donde alcanza la vista.
Svenja Schulze, la ministra alemana de Desarrollo, llegó el lunes 18 de noviembre a esta región fronteriza para crear conciencia sobre lo que la ONU describe como la crisis de refugiados más grande y de más rápido crecimiento en el mundo. Schulze prometió una ayuda adicional de Alemania de 57 millones de euros.
«Cualquier país se vería desbordado por un número tan grande de refugiados», dijo Schulze. «Ninguna región, ningún país, podría manejar esto por sí solo, y por eso la comunidad internacional debe mostrar solidaridad», agregó.
El poder en las manos de la familia Déby
Chad no es un socio sencillo. Cuando el dictador Idriss Déby Itno murió en 2021, tras gobernar el país por 31 años, el poder siguió en manos de su familia. En abril de 2024, su hijo Mahamat Idriss Déby Itno fue elegido presidente en unas controversiales elecciones, y ahora gobierna el país con mano dura.
Los opositores y los periodistas viven en peligro. Además de a Francia, la antigua potencia colonial y el socio estratégico más importante, el Gobierno está recurriendo a nuevos aliados, como Emiratos Árabes Unidos, que apoya con préstamos baratos y aportes presupuestarios.
Pero se sospecha que Chad no solo abrió sus fronteras a los refugiados. «Es un secreto a voces que Emiratos Árabes Unidos suministra armas a Sudán a través de la frontera con Chad», dice Ulf Laessing, responsable del programa regional del Sahel de la Fundación Konrad Adenauer, cercana a la Unión Cristianodemócrata (CDU) alemana. «Debería haber un embargo de armas. Rusia y Emiratos árabes Unidos deberían parar el suministro. Sin esto, las negociaciones de paz carecen de sentido», sostiene Laessing.
Consultado sobre el tema durante la visita de Schulze, el ministro de Exteriores de Chad, Abderaman Koulamallah, respondió: «No sé de ningún país que suministre armas a Sudán. Si supiera, lo diría, Dios es mi testigo».
Un lugar para sobrevivir
En el este de Chad, en la frontera con Sudán, las organizaciones de ayuda de la ONU tratan de dar a los refugiados un futuro. Han levantado 21 campos de refugiados en todo el país, cada uno de los cuales puede albergar a 50.000 personas. Es muy difícil encontrar sitios adecuados para erigir estos campamentos en medio de un paisaje tan árido, dice Pierre Camera, de ACNUR. Además, el país carece prácticamente de infraestructura.
«Tuvimos que empezar de cero», explica Camera. Instalaciones para el agua, para la electricidad, atención médica, escuelas, y eso sin considerar que solo 29 por ciento de los fondos necesarios han sido prometidos por donantes internacionales. Es una crisis olvidada.
La ONU trabaja en estrecha cooperación con el gobierno de Chad, que proporciona a los refugiados pequeñas parcelas de tierra alrededor de los campamentos para que puedan cultivar sus propios alimentos. «Queremos ayudarlos a cultivar vegetales que les generen ingresos», explica Alexandre Le Cuziat, jefe adjunto del Programa Mundial de Alimentos. Las comunidades cercanas a los campos de refugiados también deberían beneficiarse y recibir los recursos para cultivar sus propios alimentos. El objetivo es evitar tensiones.
«Por desgracia, tenemos que asumir que la mayoría de los refugiados no regresará a Sudán en el corto plazo», dice Schulze durante su visita. Pero la ayuda humanitaria tampoco puede ser una solución permanente. «Es por eso que este enfoque de dar tierras a los refugiados y a las comunidades chadianas para que puedan cultivar y pastorear es un gran avance. Quien tenga tierras fértiles podrá abastecerse a sí mismo», apunta.
Mariam ahora tiene que esperar y ver qué le depara el futuro en Chad. Ella no pierde la esperanza de poder regresar a Sudán. Es su mayor sueño, dice.
(dzc/rr)