Copyright 2020-2021 Veneportal.com
Los precios de la electricidad, el gas y el combustible siguen subiendo. Los consumidores alemanes se frotarán los ojos cuando lleguen las facturas. Y por ahora no parece que vaya a haber alivio, afirma Henrik Böhme.El surtidor de gasolina es el becerro de oro de los alemanes. Pocas cosas molestan tanto a la gente de este país como el precio de la gasolina y el diésel. Este último cuesta actualmente más que nunca, empujando de paso la inflación. Pronto, un sueño largamente acariciado por Los Verdes podría hacerse realidad en la práctica: hace 23 años propusieron que el litro de gasolina costara cinco marcos, para penalizar el uso del contaminante automóvil. El tiro les salió por la culata en ese entonces y tuvieron suerte de entrar en el Bundestag en las elecciones.
Pandemia y altos precios
Es un episodio casi olvidado, dado que Los Verdes están a punto de entrar en el gobierno por segunda vez en su historia. El contexto es todo menos ideal. La pandemia está lejos de terminar, pero su impacto económico (aparte del que deja en la salud) es ya enorme. Los altos precios de la energía son parte de él. No solo en este país, sino en todo el mundo. A pesar de que la pandemia continúa, la economía mundial se está recuperando más rápido de lo que cualquiera pudiera haber esperado. Esto conlleva una enorme demanda de energía. Y ya sabemos que la demanda hace subir los precios. Pero la situación actual no tiene precedentes: solo el precio del gas al por mayor ha subido un increíble 440% este año.
El precio del petróleo también está subiendo hacia sus antiguos máximos y se ha duplicado en un año. Pero eso es en realidad una buena noticia. Quizá no para los conductores de automóviles, pero sí para la reestructuración de la economía hacia la neutralidad climática. Porque así debería ser la transición energética: los combustibles fósiles tienen que ser caros para que las energías renovables sean más rentables. Si la energía eólica, solar e hidroeléctrica son la alternativa más barata, el carbón y el gas dejarán de usarse por sí solos. Ese era el plan. Pero no está funcionando porque todavía estamos muy lejos de una transición energética.
Transición energética, sí; pero bien hecha
Esto se aplica a Alemania, pero también a casi todos los países. La mayoría de la gente conducen automóviles con motores de combustión interna, calienta su casa con petróleo o gas y utiliza electricidad en sus enchufes que procede del centrales térmicas a carbón. (China está a punto de volver a poner en funcionamiento 150 minas de carbón desmanteladas). Desafortunadamente, en Alemania tenemos la descabellada pretensión de mostrar a otros cómo hacerlo. Solo cabe esperar que nadie imite lo que hasta ahora hemos llamado la transición energética. Porque ha costado una ingente cantidad de dinero hasta ahora. Sin embargo, no hay todavía una línea eléctrica que transporte la energía eólica desde el Mar del Norte hacia el sur del país. El porcentaje de energía renovable en el consumo bruto en Alemania es solo del 17% (en Suecia, por ejemplo, es del 56%).
Sobre cada nuevo aerogenerador se abre una disputa en los tribunales. La transición energética será posible solo con la población. Quien quiera conducir un automóvil tendrá que rascarse el bolsillo cada vez más en los próximos años, a menos que adquiera un auto eléctrico (subvencionado por el Estado). El propio Diess, jefe de Volkswagen, ha calculado personalmente que ahora cuesta hasta un 50% más conducir un vehículo con motor de combustión que uno eléctrico. Una vivienda caliente en invierno también será más cara. No todo el mundo puede permitírselo. Por tanto, para que el precio de la energía no suponga una brecha social, deberá haber una compensación para los más desfavorecidos. “Hacer que la protección del clima sea socialmente justa”: esto no debe quedar como una mera promesa electoral.
Se requieren rápido nuevas fuentes de energía
Pero aun siendo correcto adelantar la eliminación del carbón, máxime con la supresión simultánea el año que viene de la energía nuclear, hay algo que debe tenerse en cuenta con urgencia: suplir esa carencia para mantener el suministro eléctrico supondrá a Alemania emisiones adicionales de 50 a 70 millones de toneladas de CO₂. A menos que el país compre energía nuclear a Francia. Tampoco es una solución.
Entonces, ¿qué queda por hacer? El futuro gobierno debe implementar lo que ya escribió en su documento al final de los contactos exploratorios para formar coalición y que ahora también se convertirá en el meollo de las negociaciones de esta: la expansión de las energías renovables debe avanzar mucho más rápido. Esa será la clave para controlar la crisis de los precios de la energía. De lo contrario, la energía se volverá inasequible. Con consecuencias impredecibles.
(lgc/er)Los precios de la electricidad, el gas y el combustible siguen subiendo. Los consumidores alemanes se frotarán los ojos cuando lleguen las facturas. Y por ahora no parece que vaya a haber alivio, afirma Henrik Böhme.El surtidor de gasolina es el becerro de oro de los alemanes. Pocas cosas molestan tanto a la gente de este país como el precio de la gasolina y el diésel. Este último cuesta actualmente más que nunca, empujando de paso la inflación. Pronto, un sueño largamente acariciado por Los Verdes podría hacerse realidad en la práctica: hace 23 años propusieron que el litro de gasolina costara cinco marcos, para penalizar el uso del contaminante automóvil. El tiro les salió por la culata en ese entonces y tuvieron suerte de entrar en el Bundestag en las elecciones.
Pandemia y altos precios
Es un episodio casi olvidado, dado que Los Verdes están a punto de entrar en el gobierno por segunda vez en su historia. El contexto es todo menos ideal. La pandemia está lejos de terminar, pero su impacto económico (aparte del que deja en la salud) es ya enorme. Los altos precios de la energía son parte de él. No solo en este país, sino en todo el mundo. A pesar de que la pandemia continúa, la economía mundial se está recuperando más rápido de lo que cualquiera pudiera haber esperado. Esto conlleva una enorme demanda de energía. Y ya sabemos que la demanda hace subir los precios. Pero la situación actual no tiene precedentes: solo el precio del gas al por mayor ha subido un increíble 440% este año.
El precio del petróleo también está subiendo hacia sus antiguos máximos y se ha duplicado en un año. Pero eso es en realidad una buena noticia. Quizá no para los conductores de automóviles, pero sí para la reestructuración de la economía hacia la neutralidad climática. Porque así debería ser la transición energética: los combustibles fósiles tienen que ser caros para que las energías renovables sean más rentables. Si la energía eólica, solar e hidroeléctrica son la alternativa más barata, el carbón y el gas dejarán de usarse por sí solos. Ese era el plan. Pero no está funcionando porque todavía estamos muy lejos de una transición energética.
Transición energética, sí; pero bien hecha
Esto se aplica a Alemania, pero también a casi todos los países. La mayoría de la gente conducen automóviles con motores de combustión interna, calienta su casa con petróleo o gas y utiliza electricidad en sus enchufes que procede del centrales térmicas a carbón. (China está a punto de volver a poner en funcionamiento 150 minas de carbón desmanteladas). Desafortunadamente, en Alemania tenemos la descabellada pretensión de mostrar a otros cómo hacerlo. Solo cabe esperar que nadie imite lo que hasta ahora hemos llamado la transición energética. Porque ha costado una ingente cantidad de dinero hasta ahora. Sin embargo, no hay todavía una línea eléctrica que transporte la energía eólica desde el Mar del Norte hacia el sur del país. El porcentaje de energía renovable en el consumo bruto en Alemania es solo del 17% (en Suecia, por ejemplo, es del 56%).
Sobre cada nuevo aerogenerador se abre una disputa en los tribunales. La transición energética será posible solo con la población. Quien quiera conducir un automóvil tendrá que rascarse el bolsillo cada vez más en los próximos años, a menos que adquiera un auto eléctrico (subvencionado por el Estado). El propio Diess, jefe de Volkswagen, ha calculado personalmente que ahora cuesta hasta un 50% más conducir un vehículo con motor de combustión que uno eléctrico. Una vivienda caliente en invierno también será más cara. No todo el mundo puede permitírselo. Por tanto, para que el precio de la energía no suponga una brecha social, deberá haber una compensación para los más desfavorecidos. “Hacer que la protección del clima sea socialmente justa”: esto no debe quedar como una mera promesa electoral.
Se requieren rápido nuevas fuentes de energía
Pero aun siendo correcto adelantar la eliminación del carbón, máxime con la supresión simultánea el año que viene de la energía nuclear, hay algo que debe tenerse en cuenta con urgencia: suplir esa carencia para mantener el suministro eléctrico supondrá a Alemania emisiones adicionales de 50 a 70 millones de toneladas de CO₂. A menos que el país compre energía nuclear a Francia. Tampoco es una solución.
Entonces, ¿qué queda por hacer? El futuro gobierno debe implementar lo que ya escribió en su documento al final de los contactos exploratorios para formar coalición y que ahora también se convertirá en el meollo de las negociaciones de esta: la expansión de las energías renovables debe avanzar mucho más rápido. Esa será la clave para controlar la crisis de los precios de la energía. De lo contrario, la energía se volverá inasequible. Con consecuencias impredecibles.
(lgc/er)ACTUALIDAD | DW