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Murió hace 3.000 años, pero el mundo todavía conoce el nombre del faraón Ramsés II. Muchos de sus tesoros y su ataúd se pueden admirar ahora en Colonia, Alemania.Probablemente era bastante vanidoso, pero un faraón, señor y protector de Egipto, mediador entre el pueblo y los dioses, puede permitirse serlo. El hecho de que Ramsés II haya quedado tan grabado en la memoria no se debe sólo a que después de su muerte fue embalsamado y preservado para la eternidad, según el renombrado arqueólogo egipcio y exministro de Antigüedades, Zahi Hawass: «Ramsés fue un gran rey, un guerrero. Ganó muchas batallas, y fue la primera persona en la historia en redactar un tratado de paz. Y, por supuesto, fue un gran constructor, dejó su huella en todas partes».
Hawass es el curador de la exposición «Ramsés y el oro de los faraones», que ahora visita la ciudad alemana de Colonia, después de haberse paseado por Sydney y París. «Nuestro mundo moderno es muy diferente del antiguo Egipto. Con esta exposición, los visitantes se sumergirán en el mundo de Ramsés y descubrirán una forma de vida completamente diferente», afirma Hawass.
Ramsés, el caudillo
Durante casi 67 años, Ramsés II (1279 a 1213 a.C.) gobernó el gran imperio del Nilo. Al comienzo de su reinado, como su padre Seti I antes que él, tuvo que defenderse de las tribus libias del noroeste y del poderoso Imperio Hitita, que hoy ocupa aproximadamente el territorio de Turquía, Siria y el Líbano. Desde niño le habían enseñado el arte de la guerra y viajaba junto a su padre cuando este se enfrentaba a los pueblos vecinos.
Tenía 25 años cuando él mismo fue coronado faraón. Una de sus campañas más famosas durante su época como faraón fue la batalla por la importante ciudad comercial de Kadesh. Bajo su mando, unos 20.000 guerreros marcharon contra el enemigo, flanqueados por 2.000 carros. Probablemente fue el ejército más grande que jamás reunió un faraón. Sin embargo, estuvo a punto de sufrir una derrota devastadora.
Ramsés creía estar seguro de la victoria, pero fue engañado por espías que le dijeron que los hititas todavía estaban muy lejos del campamento de sus fuerzas de batalla. En realidad, estaban tendiendo una emboscada. Sólo en el último momento llegaron refuerzos para los egipcios y la batalla terminó en empate.
Estratega de relaciones públicas de la antigüedad
El faraón ordenó a sus escultores que grabaran inscripciones en los templos de todo Egipto proclamando su victoria. «Conquisté a todos los extranjeros, yo solo, cuando mis tropas y combatientes de carros me habían abandonado», dictó a sus escribas. Hoy probablemente llamaríamos a esto «fake news”. Sólo gracias a una inscripción hitita salió más tarde a la luz la verdad.
Sin embargo, Ramsés no sólo era un maestro de la autopromoción; 16 años más tarde, también consiguió negociar con los hititas el primer tratado de paz del que se tiene constancia en la historia del mundo. Los otrora adversarios se comprometieron a no volver a atacarse en el futuro e incluso firmaron un pacto de ayuda mutua. Una copia del tratado se exhibe ahora en la sede de la ONU en Nueva York.
El faraón como constructor diligente
Gracias a la alianza, Egipto pudo concentrarse en el desarrollo cultural y económico, y Ramsés II pudo dedicarse por completo a sus grandes edificaciones. También se incluyó una nueva capital: «Pi-Ramesse» (Casa de Ramsés). Su gigantesco palacio funerario, el Ramesseum en el oeste de Tebas, cerca de la moderna ciudad de Luxor, albergaba una biblioteca con más de 10.000 rollos de papiro. Allí también se hizo inmortalizar como una gigantesca estatua de piedra, que pesaba 1.000 toneladas y tenía 17 metros de altura. Las obras más famosas de Ramsés incluyen los templos de Karnak, Luxor y Abu Simbel, excavado en la roca.
El faraón era celebrado por su pueblo por sus monumentales construcciones y rápidamente se ganó el apodo de «Ramsés el Grande». Se casó con ocho esposas y tuvo 100 hijos. Sus 66 años de reinado en la XIX dinastía se consideran la cumbre de la gloria y el poder del imperio.
La momia de Ramsés sólo viajó una vez
No fue hasta el año 1213 a.C. que Ramsés II entró en el reino de los muertos. Tenía 90 años. Su momia ha sobrevivido hasta el día de hoy. El faraón sólo abandonó su tierra natal una vez: en 1976, sus restos fueron llevados a París para su conservación porque corrían peligro de pudrirse. En aquella ocasión, Ramsés II fue recibido como un invitado de Estado de alto rango. Hoy, su momia descansa en el museo de El Cairo.
En la exposición de Colonia, los visitantes sólo pueden ver su ataúd de cedro, decorado con jeroglíficos que rinden homenaje al faraón. El ataúd ha sido movido varias veces a lo largo de los milenios para protegerlo de los ladrones de tumbas. Pero con poco éxito. «Un faraón como Ramsés, ¿se imagina lo inmensamente rico que era? Originalmente, el ataúd probablemente estaba decorado con oro y piedras preciosas», explica Hawass a DW. Además, estatuas que lo representan a él o a miembros de su familia, opulentas piezas de joyería, momias de animales y máscaras mortuorias dan testimonio de un mundo ya desaparecido.
(ct/er)