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Arabia Saudita está invirtiendo miles de millones de dólares para atraer turistas. El país tiene patrimonio para ofrecer, pero su cultura conservadora y terrible historial de derechos humanos juegan en contra.Arabia Saudita es conocida a nivel internacional por estar gobernada por una familia real que no tolera la oposición política, por liderar las estadísticas mundiales de aplicación de la pena de muerte y por su cultura extremadamente conservadora, que prefiere el uso de vestimenta recatada y prohíbe todo tipo de alcohol.
Ese escenario se verá confrontado pronto con el proyecto a largo plazo de inyectar miles de millones de dólares al sector turismo, con el objetivo de atraer visitantes. Es parte del plan Visión 2030, cuyo objetivo es diversificar la economía y hacerla menos dependiente del petróleo. La proyección es que el turismo pase de aportar el 3 por ciento del PIB al 10 por ciento, y genere un millón de puestos de empleo.
La apertura comenzó en 2019
Recién en 2019 el reino facilitó el ingreso a visitantes de 49 países a través de una visa electrónica, cuyo valor actual es de unos 130 euros. Antes de esa fecha, Arabia Saudita solo expedía visas a los viajeros de negocios, trabajadores expatriados y peregrinos religiosos.
«Es muy interesante ver lo que ésta ocurriendo allí, porque, hasta hace poco, Arabia Saudita era un lugar vacío en el mapa turístico», dice a DW Markus Pillmayer, profesor de Turismo en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Múnich. «Pero creo que es demasiado pronto para saber si el plan será exitoso», añade el experto.
Los números sugieren que las ambiciones turísticas del reino son enormes, pero no imposibles. Por ejemplo, en su vecino Emiratos Árabes Unidos el aporte del turismo al PIB es del 12 por ciento. Y las inversiones de los sauditas son enormes, con un fondo de un billón de dólares. Además, han hecho acuerdos con grandes empresas del rubro, como Hilton, Hyatt y Accor, entre otras. Por si fuera poco, en 2025 comenzará a volar una nueva aerolínea, Riyadh Air.
Mientras se erigen hoteles y se compran aviones, el país también ha preparado seis sitios que son Patrimonio Mundial de la Unesco para que puedan recibir a más visitantes. Y hay más en cartera, como Mukaab, un gigantesco centro comercial y de entretenimiento en las afueras de Riad, así como nuevos resorts a lo largo de 120 kilómetros en la hasta ahora inexplotada costa del Mar Rojo.
Rápido crecimiento turístico
En 2021, el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, con sede en Londres, informó de que Arabia Saudita tenía el sector turístico de mayor crecimiento en Medio Oriente y que, para 2025, el país tendría un 40 por ciento más de visitantes que su vecino Dubái. Sin embargo, hay expertos que creen que el desarrollo no será tan sencillo.
Justin Francis, director ejecutivo de Responsible Travel, hace ver que habrá una fuerte resistencia a esta apertura. Un problema podría ser la escasez de agua crónica que padece el país, que utiliza enormes cantidades de energía para hacer funcionar las plantas de desalinización y está agotando rápidamente las fuentes de agua subterránea. Es difícil imaginar cómo todas esas piscinas de hotel van a seguir llenándose impunemente.
Los proyectos en la costa del Mar Rojo también generarán dolores de cabeza. El material promocional asegura que utilizarán solo energías renovables, prohibirán plásticos de un solo uso y no permitirán descargas al mar. Sin embargo, los visitantes de los primeros hoteles operativos han criticado que sí hay plásticos y, además, no hay transporte público.
Nada de bikinis ni cócteles
Otro desafío que podría obstaculizar el desarrollo del turismo es su lamentable historial de derechos humanos y su cultura, extremadamente conservadora. Arabia Saudita restringe los derechos de las mujeres y criminaliza el sexo antes del matrimonio, así como las relaciones entre homosexuales. Tras la apertura de 2019, se relajaron algunas reglas, pero sólo para los turistas.
Aunque los operadores de viajes siguen diciendo que se van a flexibilizar las prohibiciones al alcohol, al menos dentro de los resorts, lo cierto es que esas bebidas siguen estando vetadas. Y hay más restricciones: vestir sin recato, tomarse de la mano, escupir o saltarse una fila puede conllevar multas.
Cuando el diario New York Times publicó que el futbolista argentino Lionel Messi podría haber ganado hasta 22,5 millones de euros sólo por ir de vacaciones a Arabia Saudita (y promocionar así al país), varias familias de presos de conciencia le escribieron una carta. «El régimen te está usando para lavar su imagen», dice el texto. Al decir no al turismo en el país se envía un mensaje, estiman quienes firmaron el documento: «Que los derechos humanos importan, que la decencia importa, que quienes torturan y asesinan no pueden quedar en la impunidad».
Dilema ético
«El gobierno saudita ejecutó a 37 personas en un solo día de abril», escribió Lana Rose, una cantante afincada en Dubái, en su cuenta de Instagram. «Es cierto que pocos países pueden presumir de historiales impecables en todo, pero Arabia Saudita es un destino particularmente controvertido y plantea un dilema ético a los viajeros», dice Francis.
Sin embargo, el experto no cree en los boicots absolutos. Sí piensa, en cambio, que el turismo en Arabia Saudita debería ir más allá de los resorts de lujo y los campos de golf «para centrarse en los activos naturales y culturales de bajo impacto del país», aunque admite que el modelo ofrecido hasta ahora está lejos de ello.
(dzc/lgc)