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Periodistas desvelan la increíble historia del “Schindler boliviano”

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Mauricio Hochschild, multimillonario empresario de la minería, creó una red para rescatar a miles de judíos de las garras del nazismo. Los llevó a Bolivia, país que la mayoría abandonó más adelante.¿Cómo fue que miles de judíos amenazados por la dictadura nazi llegaron a Bolivia? ¿Por qué un empresario, castigado por la historia con la imagen de capitalista explotador, destinó tiempo, recursos e influencia para salvar un estimado de 12.000 vidas? Esas preguntas -y esa historia poco estudiada y prácticamente desconocida- quisieron exponer los periodistas bolivianos Raúl Peñaranda y Robert Brockmann en su libro “Escape a los Andes”.

Hablamos, hay que aclararlo, de Mauricio Hochschild, un influyente empresario judío-alemán, uno de los hombres más ricos de Sudamérica en la primera mitad del siglo XX y con importantes contactos en Estados Unidos y Europa. Instalado en Bolivia como hombre de negocios en el mundo del estaño, decidió ayudar a huir a cuantos judíos pudiera tras ver con sus propios ojos, durante un viaje, lo que pasaba en Alemania.

“Lo que existía hasta antes de la publicación de este libro era la figura bidimensional de un perfecto villano, que era la que contaba la historia, que pinta a Hochschild como un explotador y corresponsable del atraso y la pobreza de Bolivia. Y lo que tenemos ahora es un Hochschild bastante imperfecto, como todos nosotros, pero con el mérito de haber salvado decenas de miles de vidas”, cuenta a DW Brockmann. “Mientras más multifacético es un personaje, es también más interesante para escribirlo”, complementa Peñaranda.

“Bienvenidos todos”

La historia indagada por los periodistas, ambos de dilatada trayectoria, revela que Hochschild utilizó su influencia incluso a nivel de congresistas y del departamento de Estado de EE.UU. para que países desarrollados recibieran a más judíos, que eran presionados, acosados y agredidos por el régimen liderado por Adolf Hitler. El empresario fracasó y se dio cuenta de que la única opción que le quedaba era hacerse cargo él mismo de organizar una red que permitiera a estas personas salir de la pesadilla nazi.

“Es interesante ver cómo Hochschild se va involucrando hasta que decide que Bolivia es el país donde se pueden salvar esas vidas”, dice Peñaranda. Para ello, se alió con el presidente Germán Busch -descendiente de alemanes y afín al nazismo- para abrir las fronteras a la inmigración. Personaje contradictorio, Busch era “un hombre con poca educación y con una experiencia vital casi exclusivamente militar, pero con gran sentido común y un consumado antirracismo”, explica Brockmann. “Para él, Bolivia era un país enorme y despoblado. De modo que bienvenidos todos”, añade.

El impacto de ese caudal migratorio, conformado en buena medida por personas con alto nivel educacional, fue inmediato. “Revolucionaron, sobre todo, los servicios gastronómicos. Crearon la industria panificadora y la moderna industria editorial boliviana. Fundaron cines, la Orquesta Sinfónica Nacional, hubo teatro, un semanario y programas de radio. En su mejor momento, la comunidad judía en Bolivia estuvo compuesta por unos 15.000 individuos, a fines de los años 60. Hoy quedan menos de 400, pero su legado pervive”, explica Brockmann.

¿Por qué se fueron?

Pese a todo, el proyecto no prosperó. Bolivia era un país pobre y de economía pequeña. Los planes agrícolas fracasaron y casi todos los judíos abandonaron el país después que terminó la Segunda Guerra Mundial. “Ellos no eligieron llegar a Bolivia. No tenían otras opciones, en realidad. Se trató de una migración forzada porque fueron forzados a dejar sus países y forzados a llegar a otro. Ojalá se hubieran quedado, ojalá el país hubiera tenido algo que ofrecerles”, añade Peñaranda.

Cuando se creó Israel, en 1948, una buena cantidad de los refugiados se fue allá. Otros partieron a Brasil, Argentina, Chile y Uruguay. Peñaranda destaca el caso de Günther Drexler, médico y padre del cantante uruguayo Jorge Drexler. Günther incluso escribió un libro donde narra su largo y tortuoso viaje.

La historia de Hochschild es en sí misma un guion cinematográfico, donde hubo amenazas de fusilamiento, un secuestro, una esposa que murió muy joven, un segundo matrimonio que lo alejó de su pequeño hijo y una muerte solitaria en París. El hecho de que no tuviera raíces en Bolivia y no dejara patrimonio tras la expropiación de sus bienes, dificultó la investigación. Sin embargo, el surgimiento de documentos en el Archivo Histórico de la Minería Boliviana, así como información entregada por viejos empleados y algunos familiares, permitió reconstruir esta historia.

“El libro fue una sorpresa para sus propios nietos”, dice Brockmann. Los autores fueron reuniendo datos como un rompecabezas durante una década o más, hasta que comenzaron a trabajar metódicamente, labor que tomó otros cuatro años. “Es un texto de interés universal que trata un hecho de proporciones bíblicas”, señala Robert Brockmann, quien revela que ya hay gestiones para que la historia del “Schindler boliviano” sea traducida al inglés y al alemán.

(ers)

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