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Ningún entrenador tuvo tanto poder dentro del Bayern Múnich como Pep Guardiola. Diez años más tarde, Julian Nagelsmann se le acerca hoy a pasos agigantados. Sus armas no son los títulos, sino los golpes de autoridad.Guardiola y el control inusitado
El 1 de julio de 2013 comenzó una era que hasta el momento no había tenido precedente en el Bayern Múnich. Ese día llegó al club bávaro Pep Guardiola, entrenador que con el FC Barcelona había vivido días de gloria y al que muchos siguen considerando el mejor estratega del fútbol mundial. La negociación entre Guardiola y los entonces mandamases del Bayern, Karl-Heinz Rummenigge y Uli Hoeness, había sido larga, delicada y secreta. La llegada de Guardiola al Bayern hubiera sido imposible sin concesiones gigantescas, que el club germano excepcionalmente aceptó.
Así, Guardiola tuvo durante tres años el control casi absoluto y personal de las decisiones deportivas concernientes al Bayern Múnich. Algunas incluso sonaron a capricho, como el fichaje del portero Pepe Reina, que estuvo menos de un año en el equipo y jugó solo tres partidos de Bundesliga.
Guardiola gozó de ese control inusitado con la anuencia de Rummenigge y Hoeness. Y sin embargo, el técnico se fue del Bayern sin ganar el título que define el éxito o fracaso del un entrenador en el multicampeón alemán: la Champions League. Su salida fue por decisión propia: pese a la sequía en Champions, los dos directivos alemanes le pedían al entrenador que no se fuera.
Guardiola y los demás
El de Guardiola es un caso absolutamente excepcional, en un club que entiende y practica la lógica del poder. Como lo comprobaron en carne propia Carlo Ancelotti y Jürgen Klinsmann, cada uno en su momento, los grandes nombres no son garantía de una salida honorable del Bayern Múnich. Por eso sorprende cada vez más el poder que va acumulando el técnico actual, Julian Nagelsmann.
Sin haber ganado un solo título en el banquillo, y con una carrera como jugador truncada por una lesión, Nagelsmann llegó a sus casi 34 años al Bayern procedente del RB Leipzig. Los bávaros lo tenían en la mira desde que el técnico dirigía al Hoffenheim y, según consideran medios especializados en Alemania, su fichaje fue el más caro que jamás haya sido pagado por un entrenador en todo el mundo.
Desde entonces, Nagelsmann ha ganado sus primeros títulos como técnico en Bundesliga y en la Supercopa. Pero en su primer intento, la “orejona” de la Champions se le negó. Por momentos, la gestión del entrenador ha sido fuertemente cuestionada, y en la primera ronda del torneo 2022/2023 se llegó a hablar de una remoción.
Nagelsmann: autoridad para sobrevivir
Más allá de los resultados, Nagelsmann ha dado golpes de autoridad que le han permitido sobrevivir rumores y turbulencias internas. Como muestra basta un botón. Tras la lesión del portero Manuel Neuer, capitán y uno de los líderes del vestidor, Nagelsmann participó activamente en el despido del poderoso Toni Tapalovic, entrenador de porteros del Bayern y mentor de Neuer.
El choque entre Nagelsmann y Neuer fue tal, que el portero criticó abiertamente al club e indirectamente al técnico en una entrevista con medios internacionales. El desenlace aún está por verse. Pero por si hubiera dudas de quién va ganando la batalla, el Bayern anunció pocos días más tarde el fichaje de Michael Rechner, cercano a Nagelsmann, como nuevo entrenador de porteros.
Así, Nagelsmann acumula poder e influencia dentro del club, y a pasos agigantados. Ante todo esto, el Bayern no oculta el hecho de que planea tener a Nagelsmann por muchos años en el banquillo. Después de todo, su éxito o fracaso será también el de Oliver Kahn y Hasan Salihamidzic, directivos cuyo proyecto gira en torno del joven entrenador.
No obstante este poder inusitado en los pisos altos del Bayern, lo que cuenta es lo que sucederá en la cancha. Como cualquier otro técnico en la historia reciente de los bávaros, Nagelsmann se juega su futuro en la Champions League. Si la gana, tendrá legitimidad y más poder en el club. Pero si tropieza de nuevo, como el año pasado contra el Villarreal, podría empezar su declive. En ese caso, cualquier paralelismo entre los caminos de Nagelsmann y Guardiola en el Bayern quedaría borrado de manera abrupta y volvería a regir la máxima que tanto se repite : “En el fútbol, nadie es indispensable.”