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La campaña de desprestigio de Bolsonaro contra Luiz Inácio Lula da Silva logró su objetivo. Casi la mitad de la población brasileña cree que será gobernada por un presidente comunista a partir del 1 de enero de 2023.A partir del 1° enero, cuando Luiz Inácio Lula da Silva asuma como presidente en Brasil, algunos bolsonaristas creen que empezará su pesadilla. Según ellos, Lula prohibirá las iglesias neopentecostales porque es supuestamente cercano a los satanistas. Lula es para ellos un “comunista ateo”.
¿Qué pasaría si, en efecto, el cofundador del Partido de los Trabajadores (PT), durante su segundo mandato, quisiera en secreto introducir el comunismo en Brasil? “Lula nunca fue comunista. Y nunca lo será. En toda su vida no tuvo ninguna relación con el Partido Comunista”, dice Fernando Morais enérgicamente.
Morais escribió una aclamada biografía sobre Lula. En vísperas de su detención por presunta corrupción en 2017 Morais lo confrontó con la pregunta de si era comunista. Su respuesta: “En 1980, me respaldaban medio millón de trabajadores y evité una huelga. Si yo fuera comunista, habría iniciado una revolución. Pero, ¿qué he hecho? En su lugar, fundé un partido y una central sindical”.
Sindicato en lugar de Partido Comunista
En 1975, Lula había sido elegido presidente del sindicato metalúrgico, y cinco años después fundó el PT. En 1987 entró como diputado en la Asamblea Constituyente del Congreso brasileño, tras el fin de la dictadura militar (1964 a 1985).
Es sobre todo esta década previa al inicio de la carrera política de Lula la que algunos bolsonaristas usan como base para leyenda recurrente: la admiración que Lula sentía entonces por el gobierno cubano y su oposición al régimen militar, cuya policía lo puso tras rejas durante casi cinco semanas en 1980.
“El hermano mayor de Lula, Frei Chico, intentó varias veces que Lula ingresara en el Partido Comunista. También recibió una oferta para trabajar en una organización marxista secreta. Pero el nunca quiso eso. Lula dijo que quien quisiera oírle debía ir al sindicato, que no hablaría a escondidas en las esquinas, sino ante miles de personas en los estadios”, cuenta Morais.
Más socialdemócrata que comunista
La orientación política de Lula ha tendido cada vez más hacia el centro desde que empezó a hacer política. Tiene una postura comparable con la del partido socialdemócrata alemán (SPD). Es más, Lula fue amigo personal del ex canciller Helmut Schmidt.
Durante su presidencia (2003 a 2011), Lula practicó una política económica liberal. Al mismo tiempo, su gobierno invirtió mucho en proyectos sociales como el “Programa Hambre Cero”.
Cuando puso en marcha una ambiciosa reforma de la seguridad social en 2003, Lula llegó a expulsar a miembros de extrema izquierda de su partido que se negaron a votar las reformas. Durante el gobierno de Lula, los bancos y las grandes empresas brasileñas registraron beneficios récord.
Fernando Morais no cree que Lula, en su tercer mandato, quiera volver a demostrar a sus adversarios con todas sus fuerzas que no es comunista. “Ya ha dicho que no renunciará a la presidencia hasta el día en que todos los brasileños puedan comer tres veces al día: desayuno, almuerzo y cena. Continuará lo que ya hizo en sus dos primeros gobiernos: luchar contra el hambre. Lula ya no necesita demostrar que es lo contrario de un comunista”.
¿Comunista Lula que ejecutó una política económica exitosa?
Pero, ¿por qué el fantasma del comunismo funciona tan bien en Brasil como quizá solo en Estados Unidos, donde los republicanos llevan décadas tocando el mismo disco contra los demócratas? ¿Por qué la centro-derecha insiste en las referencias a Cuba, Nicaragua o Venezuela en este país de 217 millones de habitantes? ¿Y cómo es posible tachar de comunista a un hombre que gobernó Brasil política y económicamente con éxito durante ocho años?
¿Existe el peligro de que se instaure en Brasil un sistema político como el cubano? “En absoluto. Pero especialmente en el electorado conservador, y sobre todo en el ejército, se cultiva el miedo al comunismo”, afirma Oliver Stuenkel. Pero es más bien de un temor difuso.
Siempre funciona: avivar el miedo al comunismo
Stuenkel es profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getulio Vargas de Sao Paulo y fue también un atento observador de la campaña electoral brasileña. En los últimos meses, los brasileños le han planteado repetidamente su temor al comunismo.
Nada nuevo en sí mismo: en Brasil, es bastante tradicional desde los años 60 que la extrema derecha utilice el miedo al comunismo para atacar a los opositores e intimidar a la clase media. Para los partidarios de Bolsonaro, cualquiera que se posicione contra la venta de armas o la violencia policial ya es un supuesto comunista.
“Por supuesto, nadie creía que habría expropiaciones si ganaba el Partido de los Trabajadores, pero entre los partidarios de Bolsonaro Lula es considerado un izquierdista radical, al igual que Joe Biden, por cierto. Principalmente porque él o el Partido de los Trabajadores nunca se han distanciado de versiones radicales como las de Venezuela, Cuba o Nicaragua, ni siquiera han condenado a estos gobiernos”, agrega Stuenkel.
Pero el politólogo Stuenkel cree que la campaña de desprestigio contra Lula mermará: “En algún momento muchos se darán cuenta de que, si bien Lula puede ser de izquierda, su gobierno no es comunista”.
(jov/er)
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