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Los hospitales están en estado de excepción debido a la ola de virus que golpea con fuerza a Alemania. El sistema de salud alemán ya venía padeciendo una sobrecarga crónica.Los casos se acumulan. Un bebé acaba de ser reanimado e ingresa en un hospital ya repleto de pacientes. Para poder acogerlo, hay que posponer por tercer día consecutivo una necesaria y urgente operación de corazón de un pequeño de tres años.
Otro niño tiene que ser trasladado en mitad de la noche 150 kilómetros, desde Hannover hasta Magdeburgo, porque todas las camas están ocupadas y no hay sitio en ninguna de las 21 clínicas cercanas. Y cientos de niños con problemas respiratorios pasan la noche en urgencias y después son enviados directamente a casa. Otros son ingresados en plantas pediátricas convencionales, cuando, en realidad, tendrían que estar en cuidados intensivos.
“Los niños mueren, porque ya no podemos atenderlos”, advierte sobre la dramática situación Michael Sasse, director médico de los cuidados intensivos pediátricos en la Escuela Superior de Medicina de Hannover. Son palabras drásticas, que refrenda la pediatra Mehrak Yoosefi, del hospital Berliner Charité: “Las capacidades están agotadas, no podemos garantizar la atención de los pacientes. Debemos intentar lograr que tu hijo no muera”.
Sanitarios afectados
Según el Instituto Robert Koch, uno de cada 10 alemanes está padeciendo estos días un virus respiratorio, casi nueve millones de personas. Los más afectados son los escolares entre los 5 y los 14 años de edad. Especialmente peligroso para los más pequeños, sobre todo para los bebés, es el llamado virus sincitial respiratorio (VSR), que afecta a las vías respiratorias y puede cursar de manera tan grave, que sea necesaria la respiración asistida.
En el Hospital Charité, de Berlín, la clínica universitaria más grande de Europa, muchos médicos y personal sanitario son trasladados desde las plantas para adultos a las pediátricas. Pero también entre ellos se propagan los virus con rapidez. La falta de personal es tan grande que el Charité ha empezado a funcionar en modo de emergencia, al igual que ya han hecho muchos otros hospitales alemanes.
Eso implica, en la práctica, que cientos de operaciones programadas han debido ser pospuestas hasta 2023: “Lamentamos este procedimiento, pero queremos tener margen de acción para los tratamientos ugentes, como operar tumores que no pueden esperar, transplantes, atender pacientes que sufren un accidente cardiovascular o un infarto, y otras urgencias”, dice un portavoz del Charité, quien agrega que la idea es posibilitar que médicos y sanitarios puedan ser trasladados como refuerzo a las plantas pediátricas.
Virus sincitial respiratorio, especialmente peligroso en niños pequeños
La pandemia tiene mucho que ver con el hecho de que el virus sincitial respiratorio esté golpeando Alemania con fuerza. Debido a la obligación de llevar mascarillas y las restricciones debidas al coronavirus, los niños pequeños han estado poco en contacto con el virus, y ahora se están contagiando con mayor frecuencia. Eso tiene graves consecuencias para el sistema de salud alemán, que lleva padeciendo desde hace mucho tiempo una sobrecarga crónica.
Yoosefi dice: “No podemos acoger a algunos niños porque no tenemos suficientes camas. Otros no pueden recibir soporte respiratorio porque todos los aparatos están en uso, por lo que no podemos monitorear sus niveles de saturación de oxígeno en sangre. Muchos pequeños reciben prematuramente el alta médica, o son pasados de los cuidados intensivos a las plantas pediátricas antes de lo que se debería”.
Pocas camas libres
Una encuesta realizada por la Asociación Interdisciplinaria alemana de Cuidados Intensivos y Medicina de Emergencia (DIVI, por sus siglas en alemán) muestra que una de cada dos clínicas en todo el país ha tenido que rechazar niños en cuidados intensivos pediátricos. Y lo cierto es que camas suficientes hay, lo que no hay es personal para atender a los pacientes.
Y de 110 hospitales infantiles, 43 no tenían ni una sola cama libre en la planta de pediatría en los últimos días. “Todos estamos totalmente sobrecargados de trabajo”, dice Yoosefi, la pediatra de la Charité. “Por todas partes hace falta personal para hacer frente a la gran avalancha”. (ms/cp)