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Clara señal al Kremlin: el Holodomor fue un genocidio

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Ya era hora de que el Bundestag calificara como genocidio la hambruna provocada por Stalin en Ucrania. Más aún cuando hay paralelos con hechos actuales, a juicio de Eugen Theise.»Tragedia», «gran hambruna» o «genocidio»: cuando se habla sobre la muerte de entre cuatro y siete millones de personas por inanición en Ucrania hace 90 años, la elección de las palabras no es solo un asunto histórico o político, sino algo profundamente ligado a la forma de entender el mundo. Cuando Moscú habla solo de «hambre» o «tragedia», minimiza un crimen brutal, tratándolo como efecto colateral de la colectivización de la agricultura ordenada por Stalin. Más que un eufemismo, es una mentira criminal que el Kremlin sostiene tenazmente en el escenario internacional.

Moscú tuvo éxito en ese empeño por última vez en 2003, cuando el término «tragedia» se incluyó en un documento de trabajo de la ONU, con motivo del septuagésimo aniversario de aquella hambruna. Desde entonces, Kiev ha hecho grandes esfuerzos por evitar que la memoria de las víctimas del Holodomor —que en ucraniano significa asesinato masivo por hambre— sea mancillada internacionalmente mediante un eufemismo. Esas personas no murieron debido a una sequía o a un error político. Murieron porque eran campesinos ucranianos amantes de la libertad, de los que el Kremlin desconfiaba.

El hambre: arma de un tirano

Al hacer morir de hambre a millones de personas, Stalin perseguía dos objetivos: borrar la identidad ucraniana, cuya columna vertebral en el «granero de Europa» eran los campesinos, y, al mismo tiempo, conseguir las divisas necesarias para la industrialización, mediante la exportación de los cereales confiscados. Mientras la población ucraniana moría en el campo, en las ciudades se construían fábricas. Desde todos los rincones del imperio soviético, se llevaron trabajadores a los nuevos centros industriales: futuros proletarios, el «hombre nuevo» soviético, sin identidad nacional.

El jurista Rafael Lemkin calificó este crimen de genocidio hace ya 70 años. Este sobreviviente del Holocausto se dedicó a abordar jurídicamente el asesinato masivo de judíos en Europa. Fue Lemkin quien formuló en el derecho penal internacional el concepto de «genocidio» para definir el asesinato masivo por razones de nacionalidad o pertenencia a un grupo étnico.

Lemkin calificó el Holodomor de genocidio, sobre todo porque el asesinato de los campesinos ucranianos fue el punto culminante del exterminio de los ucranianos en el imperio soviético y no el inicio. Previamente habían tenido lugar fusilamientos masivos de miembros de la élite ucraniana, entre ellos, escritores, científicos y profesores.

Se acabó el tiempo de las excusas

Sin embargo, la esfera política de Berlín se negó durante décadas a utilizar la palabra genocidio para referirse a ese crimen. Aún en 2018, Alemania se sumó a una declaración de la ONU en que se habló de una «hambruna artificial». La justificación fue de naturaleza puramente formal: no se quiso aplicar el concepto de genocidio para acontecimientos de la década de 1930, porque este se consagró recién en 1951 en el derecho internacional.

La actual resolución del Bundestag desenmascara el carácter de excusa barata de aquella postura. Mantener una amistad con Ucrania que no disgustara de ningún modo a Rusia fue, por décadas, el mantra de la política alemana.

Solo el 24 de febrero de 2022, cuando la agresión bélica rusa contra Ucrania estremeció a Europa, Berlín comenzó a cambiar de manera de pensar. Los medios de comunicación alemanes tuvieron que informar de los crímenes de guerra y vergonzosos actos de la soldadesca rusa en Ucrania, y «autores desconocidos» tuvieron que dinamitar el gasoducto Nord Stream, antes de que por fin se reconociera el genocidio. Así, Alemania llegó finalmente a donde se hallaba ya en 1993 la pequeña Estonia, en lo que concierte a la evaluación de los crímenes estalinistas.

Alemania sabe, como ninguna otra nación, cuán importante es recordar a las víctimas de masacres colectivas y nombrar por su nombre a los asesinos. La resolución de la Cámara Baja del Parlamento alemán convierte al Holodomor en parte de la cultura alemana del recuerdo. Esta cultura es un pilar fundamental del código de valores de todo el continente. Es un signo importante de solidaridad y respeto con el pueblo ucraniano, que se ve nuevamente confrontado con el terror que siembra Moscú. Hoy, el Kremlin mata ucranianos con misiles y los pone en peligro al destruir sus fuentes de electricidad y calefacción a la llegada del invierno. Eso ocurre por el mismo motivo por el que Moscú dejó morir de hambre a los ucranianos hace 90 años.

Una señal para el jefe del Kremlin

La calificación del Holomodor como genocidio es también una importante señal para Vladimir Putin. Algún día, historiadores, políticos y quizás incluso jueces evaluarán su criminal guerra contra Ucrania. El Bundestag exhorta ahora al gobierno alemán a contradecir las hipócritas narrativas del Kremlin y a seguir respaldando a Ucrania. Los paralelismos entre el Holodomor, su negación, y los actuales crímenes de guerra son tan importantes en la declaración del Bundestag como la definición de genocidio. Y el recuerdo del crimen es una indicación de lo que Putin tiene en común con Stalin: para ambos, las vidas humanas no valen nada.

La aclaración sobre el Holodomor es, al mismo tiempo, la respuesta necesaria a aquellos que en Alemania, ante la inflación récord y el alza del precio del gas, piden con cada vez más fuerza negociaciones de paz entre Kiev y Moscú. Como si para el Kremlin solo se tratara de geopolítica o del supuesto próximo ingreso de Ucrania a la OTAN, y no de un nuevo intento de eliminar a la nación ucraniana.

(ers/rml)

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