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Werner Herzog: ocho décadas de un cineasta como no hay otro

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Uno de los mejores directores vivos cumple 80 años. Justo a tiempo para el cumpleaños de Werner Herzog, se publican sus memorias. El título del libro es el lema de su vida: «Sálvese quien pueda y Dios contra todos».Uno de los primeros recuerdos de la infancia de Werner Herzoges el bombardeo de Rosenheim, su ciudad natal. Esta ciudad bávara, como muchas otras en Alemania, fue bombardeada por los aliados en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial.

En sus memorias, Herzog describe vívidamente cómo todo el cielo nocturno vibraba con un brillo naranja. «Desde ese momento supe que fuera, fuera de nuestro mundo, fuera de nuestro estrecho valle, había otro mundo que era peligroso, que era inquietante», escribe Herzog. La descripción termina con las sorprendentes palabras: «No es que temiera este mundo, sino que me daba curiosidad». La curiosidad por el caos, la naturaleza, el peligro, ha acompañado a Werner Herzog durante toda su vida.

François Truffaut elogió en una ocasión a su colega como el «mayor cineasta vivo». En el caso de Herzog se invocan a menudo los superlativos:ha realizado más de 70 películas, ha recibido la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania y algunos de los premios cinematográficos más importantes del mundo, y es una de las 100 personas más influyentes del mundo, según la revista «Time».

Además de su trabajo como cineasta, ha escrito libros y traducciones literarias, ha dirigido óperas, trabaja como doblador, actor, productor y dirige desde 2009 su propia y poco convencional escuela de cine, la «Rogue Film School». Con largometrajes como «Aguirre, la ira de Dios», «Fitzcarraldo» o «Woyzeck» y su colaboración con el actor Klaus Kinski, fallecido en 1991, Herzog consolidó su fama mundial. Documentales como «Grizzly Man» o «Encuentros en el fin del mundo» causaron sensación, especialmente en Estados Unidos.

Herzog no quiere la ciudadania de un país que aplica la pena de muerte

Herzog ha influido en innumerables cineastas y se ha convertido en un icono de la cultura popular en su país de adopción, Estados Unidos, durante los últimos 20 años. Sin embargo, Herzog no quiere la ciudadanía estadounidense, a pesar de toda la adoración que recibe. No podía convertirse en ciudadano de un país que tuviera la pena de muerte, dijo en un podcast con la presentadora Sandra Maischberger.

Es aún más interesante leer por fin, en las propias palabras de Herzog, cómo aterrizó y creció de joven, hambriento y pobre, refugiado de guerra con su madre soltera y su hermano mayor en una remota granja de montaña en Baviera. En su autobiografía, Herzog cuenta de forma impresionante y cautivadora cómo este niño acabó convirtiéndose en una persona tan rutilante.

Fitzcaraldo, «mi mejor película documental»

Su prosa está impregnada de poesía y llena de pasajes líricos, al igual que sus documentales contienen una enorme cantidad de material ficticio y escenificado, y sus largometrajes tienen a su vez mucho en común con los documentales. Herzog suele referirse en las entrevistas a uno de sus mayores éxitos mundiales, el largometraje «Fitzcarraldo», como «mi mejor película documental». Las imágenes de Herzog son claras y directas e irradian sencillez, pero detrás de ellas siempre hay una preparación meticulosa, un mundo de conocimientos y detalles.

Werner Herzog no escatima en la elección de sus armas cinematográficas. Tampoco hace películas alemanas, sino bávaras, «más llenas de vida que lo que se hace en otras partes de Alemania», dijo Herzog en una entrevista. En su propia vida, ha trabajado en turnos de noche como soldador por puntos en una fábrica de metales, ha trabajado como pescador en Grecia y ha montado toros como payaso de rodeo en México. Ha contrabandeado y falsificado documentos para sus películas, ha forzado cerraduras y ha cometido repetidamente perturbaciones del orden público.

¿Un soldado del cine?

«¿Adónde me llevó el destino a mí? ¿Cómo ha dado la vida siempre nuevos giros?», se pregunta Herzog en sus memorias. «Sin embargo, veo que muchas cosas son constantes: una visión que nunca me abandonó y, como buen soldado, el sentido del deber, la lealtad y el valor. Siempre he querido mantener los puestos de avanzada que todos los demás han dejado en fuga». Se siente atraído por los límites del mundo y de la sociedad. Donde otros ya no se atreven a ir, comienza el camino de Werner Herzog.

(jov/er)

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