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El brutal asesinato de dos jesuitas en una iglesia conmueve a México

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En las Barrancas del Cobre, dos sacerdotes jesuitas fueron asesinados al albergar a un fugitivo en la iglesia. El principal sospechoso es el jefe local del cártel de Sinaloa, quien ya mató a un turista estadounidense.La información desde las Barrancas del Cobre, a 1.600 kilómetros de distancia, llegó a Ciudad de México a cuentagotas. Al parecer, dos sacerdotes jesuitas habrían sido asesinados en la zona, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia de prensa matutina del martes. Habría información sobre los responsables y se estaría trabajando en el caso.

En el transcurso del día, la niebla se despejó: los dos asesinados eran dos de los sacerdotes jesuitas más conocidos del país, que se habían hecho un nombre durante décadas como defensores de los indígenas rarámuri en la remota región desértica: Javier Campos (79) y Joaquín Mora (80), alias Padre Gallo. También fue asesinado el guía turístico Pedro Palma, que había guiado a grupos de turistas por las populares Barrancas del Cobre durante 35 años.

Secuestrados en un hotel y asesinados en una iglesia

Uno de los primeros en dar la voz de alarma fue el hijo de Palma, Ricardo, que vive en España: “Me han informado que unos hombres armados han entrado en el Hotel Misión de Cerocahui y han secuestrado a mi padre y a varios turistas”, tuiteó a primera hora del martes, pidiendo información a las autoridades y ayuda a los periodistas. Según informan los medios de comunicación locales, el asesinato ya tuvo lugar el lunes en la iglesia de la pequeña localidad de Cerocahui.

Al parecer, Palma pudo escapar de sus secuestradores en un primer momento y, herido, buscó refugio con los sacerdotes jesuitas en la iglesia del pequeño pueblo. Sin embargo, los perseguidores les dispararon a los tres a corta distancia y los cuerpos desaparecieron. Tampoco había rastro de los turistas secuestrados el martes. Entre ellos había también un menor; en un principio no se sabía nada de su nacionalidad. Un tercer jesuita que presenció los asesinatos sobrevivió.

Ola de indignación

La orden de los Jesuitas condenó los asesinatos e hizo un llamamiento a las autoridades para que encuentren los cuerpos y hagan justicia. “Estos incidentes no son aislados. La sierra Tarahumara, como muchas otras zonas de México, se enfrenta a la violencia y al olvido. Todos los días se asesina arbitrariamente a personas como nuestros hermanos”, escribieron.

Los jesuitas en México están especializados en el trabajo en regiones especialmente afectadas por la violencia y la delincuencia relacionada con la droga. Cerocahui está cerca del “Triángulo Dorado” de la droga, un centro logístico importante entre los estados de Sinaloa, Chihuahua y Sonora.

Los jesuitas son populares y apreciados allí. Desde la década de 1950, prestan atención pastoral y protegen a la población civil de los ataques. Por ello, los asesinatos desencadenaron una ola de indignación en las redes sociales. “Joaquín Mora era una persona profundamente sensible que compartía todo lo que tenía con los más pobres”, escribió el escritor mexicano Martín Solares, alumno del sacerdote. “Incluso los ateos le llamaban santo”. Numerosas organizaciones de derechos humanos también condenaron el asesinato. También el Papa Francisco expresó este miércoles su “consternación” por “tantos asesinatos en México” que causan un “sufrimiento inútil”.

Indígenas en el punto de mira de los cárteles

La presencia del Estado en la región, de difícil acceso, es mínima. Los cárteles utilizan la zona para el cultivo, la producción y el contrabando de drogas y se dedican a la deforestación ilegal de los bosques de coníferas. Según un reportaje de la revista Proceso, los cárteles de Juárez y Sinaloa se enfrentan allí desde 2011. Los indígenas rarámuri son los que más sufren el reino del terror, explotados y expulsados por los cárteles para talar los árboles de sus tierras y cultivar amapolas para la producción de heroína. Los dos sacerdotes jesuitas hablaban rarámuri y habían denunciado repetidamente las violaciones de los derechos humanos. Más de 30 activistas rarámuri han sido asesinados en la región en los últimos años. La Iglesia también ha pagado un alto precio en sangre en la guerra contra el narcotráfico: según sus datos, 34 sacerdotes han sido asesinados en México desde 2012; la mayoría de los casos siguen sin resolverse a día de hoy.

Ofrecen recompensa por jefe local del cártel de Sinaloa

El periódico local El Zócalo indicó que el jefe local de un cártel de la droga, Noriel Portillo alias “El Chueco”, estaría detrás de los asesinatos, según información de las autoridades. “Todo indica que ‘El Chueco’ estaba enfurecido, persiguió a los sacerdotes por la iglesia y los mató a tiros”, dijo a la publicación un empleado de la Fiscalía. Se ha ofrecido una recompensa por la captura del jefe local del cártel de Sinaloa desde que asesinó a un turista estadounidense en 2018, al parecer porque hablaba español, hacía demasiadas preguntas y “El Chueco” lo tomó por espía.

Los asesinatos son una mala noticia para el presidente López Obrador, cuya política de seguridad es cada vez más criticada. Desde el inicio de su mandato en 2018, 121.655 personas han sido asesinadas, ya más que bajo cualquiera de sus predecesores. Su política de seguridad bajo el lema “abrazos, no balazos” se centra en la prevención social en lugar de la persecución de los cárteles de la droga.

(gg/ers)

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