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Tras un acalorado debate televisivo entre los candidatos, terminó en Francia la campaña electoral. ¿Podrá Macron mantener su ventaja en las encuestas sobre la populista de derecha Marine Le Pen?De momento, Emmanuel Macron tiene una ventaja bastante saludable: según encuestas, supera por 10 puntos a su rival, Marine Le Pen. Pero él y sus asesores no tienen motivos para sentirse seguros. Hasta hace poco, cerca de un tercio de los franceses no habían decidido a quién votarían. La batalla por el Elíseo se libra hasta en la recta final.
De antemano, la pregunta más interesante parecía ser si la actuación de Marine Le Pen en el debate televisivo entre los dos principales candidatos volvería a ser tan increíblemente vergonzosa como lo fue en 2017. Pero, al igual que en los últimos años, la líder de ultraderecha ha pulido su apariencia pública, suavizando sus expresiones y su imagen, y llegó a este intercambio mucho mejor preparada.
Casi todos los temas se pusieron sobre la mesa en esas tres horas: desde la política social, la reforma de las pensiones, Rusia y la guerra de Ucrania, hasta el medioambiente y la prohibición del velo islámico. Como era de esperar, Macron conocía los detalles y fue capaz de lanzar golpes contra Le Pen una y otra vez. Por ejemplo, la acusó de depender de Rusia por los vínculos financieros de su partido con donantes rusos.
También expuso las ideas difusas de Le Pen en materia de política ambiental. Por ejemplo, que quiere que se desmantelen las turbinas eólicas porque estropean el paisaje. Si ella está en contra de las energías renovables, ¿de dónde debería salir entonces la electricidad?, preguntó Macron, visiblemente molesto. El presidente también criticó las ideas de Le Pen de limitar los precios de la energía diciendo que eran injustas y poco prácticas. Y dio realmente en la tecla cuando desmontó la prohibición planeada del velo islámico: Francia sería el único país del mundo en prohibir el uso de símbolos religiosos. Eso conduciría a una guerra civil, dijo Macron.
Marine Le Pen, en cambio, se centró en sus proyectos sociales, habló de un aumento de la pobreza en Francia durante el mandato de Macron y, sobre todo, hizo promesas a todo el mundo: a los pensionistas, a los trabajadores con sueldos bajos, a los estudiantes, a las familias, que deberían tener más dinero en sus bolsillos, a través de ayudas o recortes fiscales. Esto es algo que les gusta a muchos franceses. A lo largo de esta campaña electoral, han señalado que el poder es su mayor preocupación. ¿Qué votante consideraría si es posible financiar todos esos beneficios?
Al final, Emmanuel Macron se impuso, como confirmó el 59% de los encuestados, pero todos los observadores coinciden en que estos debates no son decisivos para las elecciones. “Es una especie de mito”, explica a DW la politóloga Ariane Bogain, de la Universidad de Northumberland, “pero es solo uno de los muchos factores”. Le Pen perdió en 2017, dice la experta, no por su desastroso debate, sino porque se confirmó la impresión de su incompetencia. Y Bernard Sanaes, del instituto demoscópico Elabe, añade que ambos candidatos habían mostrado un punto débil importante: “Uno de cada dos espectadores encontró a Emmanuel Macron arrogante. Y para la mitad de ellos, Marine Le Pen sigue dando miedo”, señaló Sanaes en entrevista con DW.
La batalla por los votos de la izquierda
El mayor problema de Emmanuel Macron es que aplastó exitosamente a los partidos tradicionales franceses. Cinco años después, ni los conservadores tradicionales ni los antiguos socialistas se han recuperado de ese golpe mortal. En la primera vuelta, solo lograron resultados unánimes y no proporcionan más que una reserva de votos para la segunda vuelta. Artistas, sindicalistas, y los expresidentes François Hollande y Nicolas Sarkozy han llamado a votar para Emmanuel Macron. Pero les falta el respaldo de las legiones políticas.
La única reserva de votos digna de mención, casi del 22 por ciento, corresponde a los votantes del líder de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon, que casi consigue desbancar a Le Pen del segundo puesto. Pero a esos partidarios del socialismo al estilo de la RDA les resulta especialmente difícil elegir entre Macron y Le Pen en la segunda vuelta. “Ni lo uno, ni lo otro”, escribieron los estudiantes en un cartel en la Sorbona de París.
En la noche de las elecciones, Mélenchon había pedido “no votar a la derecha” en la segunda vuelta. Pero no había hecho una recomendación de elección directa, y sus partidarios están divididos: en el último recuento, solo el 33 por ciento quería votar a Macron y la mayoría piensa abstenerse. Christophe Castaner, jefe del grupo parlamentario de Macron, advirtió a los indecisos: “No elegir es como jugar a la ruleta rusa”.
Le Pen, una amenaza para Europa y la OTAN
Solo al observar el trasfondo sociopolítico de los planes de Marine Le Pen queda claro que, detrás de la fachada moderada, sigue habiendo planes de ultraderecha o, al menos, populistas de derecha. Si ganara Le Pen, eso sería un golpe de gracia para Europa. Desde la política económica hasta la migración, pasando por el reconocimiento del derecho comunitario, sus planes están tan alejados del consenso imperante, que Francia, como el segundo mayor miembro de la Unión Europea, probablemente despedazaría el bloque.
La política común hacia Rusia y Ucrania también llegaría rápidamente a su fin. Y las consecuencias militares para el futuro de la OTAN serían dramáticas: Francia es la única potencia militar creíble en Europa. No está en contra de Europa, pero quiere una Europa diferente, declaró Le Pen en el debate del miércoles por la noche. “Europa es como una casa de propiedad comunitaria”, contestó Macron, añadiendo que no podría reconstruirse sin más.
El domingo, los votantes franceses tienen que elegir entre un político reformista moderado que tiene un historial decente en su primer mandato, en circunstancias difíciles. Su debilidad, sin embargo, es su fama de arrogante y su distanciamiento del pueblo. Del otro lado hay una política sin experiencia de gobierno que quiere llevar a Francia a una aventura salvaje hacia el aislacionismo nacionalista, cuyas consecuencias son imprevisibles.
(gg/cp)