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Emulando el ejemplo boliviano, México le apuesta al Estado para desarrollar la industria del litio. Expertos advierten que el camino es largo y sinuoso.El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, no da tregua en su combate por estatizar los recursos del país. Apenas dos días después de su fracasado intento de dar marcha atrás a la apertura del sector eléctrico, logró que el Parlamento aprobara en tiempo récord su reforma minera.
El corazón de la nueva legislación publicada el miércoles (20.04.2022), gira alrededor del litio. La exploración y la explotación de ese mineral fueron decretadas de «utilidad pública» y se creará un organismo público para su gestión. Con este modelo estatal, inspirado en el ejemplo boliviano, México entra a la batalla por la movilidad de futuro; pero tarde y con ciertos riesgos, advierten expertos consultados por DW.
Durante el debate en el Congreso, se oyeron voces muy entusiastas, despertando expectativas sobre un nuevo boom de la minería. Los legisladores del gobernante movimiento Morena dijeron que los recursos generados por el litio podrían pagar cuatro veces la deuda externa. El comentarista Alejo Sánchez Cano calificó esa estimación como «cuentas alegres» en el diario El Financiero. «Olvidaron considerar el costo de extracción y todos los gastos directos e indirectos que implica entregarlo al consumidor final», escribe en su columna ‘El mito del litio mexicano’.
«Lo bueno es que finalmente tenemos una ley sobre el litio», dijo Juan Pablo Aguirre, investigador del Instituto Belisario Domínguez del Senado y autor de un estudio sobre el tema. El investigador comenta en entrevista con DW que hace apenas cinco años empezó la discusión sobre el litio en México, mientras que en Chile tienen más de tres décadas explotando dicho mineral.
Aguirre observa varias lagunas en el texto: «Hay silencio sobre los impactos y peligros ambientales», advierte. En México, el litio no es fácilmente accesible en salares como en el altiplano de Chile o Bolivia, sino que se encuentra en rocas arcillosas que habrá que fracturar, para luego separar con procesos químicos el litio.
«El mayor yacimiento de México está en (la región desértica de) Sonora, donde, lamentablemente, se han tenido muy malas experiencias con contaminación de agua», comenta el investigador a la DW.
«Ni siquiera sabemos cuánto litio hay en México», remata Octavio Aguilar, consultor y exgerente de administración de la estatal empresa petrolera Pemex. «Y tampoco tenemos tecnología para explotarlo», dijo a DW el experto en energía, e hizo un paralelo con la empresa estatal petrolera: «Algo parecido nos pasó en Pemex con el petróleo en aguas profundas. No teníamos la tecnología, y por eso había que hacerlo de la mano de socios extranjeros.»
En el mundo energético y minero, los caminos son esencialmente tres: O uno invierte en el largo proceso del desarrollo de una tecnología propia, o contrata una empresa que tenga la tecnología y le paga -en general son costos altísimos- o uno se asocia con una empresa experta en el sector y luego se reparten las ganancias.
Bolivia optó en 2008 por el primer camino. Pero hasta hoy, la producción de carbonato de litio por la empresa estatal no supera las 400 toneladas al año, y apenas despegó cuando el país se asoció con una empresa china. Un consorcio australiano-argentino-japonés en la vecina Argentina, que comenzó en la misma época, hoy produce unas 12 mil toneladas.
El presidente López Obrador anunció que las ocho concesiones de exploración de litio, otorgadas por su predecesor, serán revisadas. «Vamos a ir desarrollando la tecnología (para explotarlo), o se adquiere, pero el litio es nuestro», subrayó el presidente.
Todavía no queda muy claro si las licencias podrían ser revocadas. Pero este procedimiento no mejora la ya dañada reputación de México en el mundo empresarial nacional e internacional.
Los ataques del gobernante a las empresas españolas, a las que tildó de «explotadores y colonialistas», y su intento de dar marcha atrás a la apertura del sector eléctrico, -donde había más de 40 mil millones de dólares de inversión extranjera en energías renovables- dejaron la imagen de un país hostil para las empresas extranjeras.
Sin embargo, las empresas estatales mexicanas tienen reputación de ser ineficientes, altamente endeudadas y con serios problemas de corrupción.
La explotación del litio será entonces cuesta arriba, vaticinan los expertos. «México llega tarde a la carrera del litio», dijo Aguirre. «El reto es mayor y se va a requerir conocimiento, capital humano y, sobre todo, ser competitivo.»
Para el investigador «el tiempo corre» ya que otros minerales como el níquel o el cadmio podrían en el futuro sustituir al litio como ingrediente principal en las baterías de los autos eléctricos. «Podemos terminar como en el caso del uranio», dijo Aguirre. Ese mineral, esencial para la industria nuclear, fue nacionalizado en 1950, pero a pesar de tener una central nuclear mexicana, por falta de inversiones y transferencia tecnológica, nunca se desarrolló una industria.
(cp)