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Crisis de Ucrania: la guerra se cancela por lo pronto

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La renuencia del canciller alemán, Olaf Scholz, a mencionar el gasoducto Nord Stream 2 lo debilitó en Occidente. Pero quizá le abrió las puertas al diálogo con Putin, estima Michaela Küfner.El canciller alemán, Olaf Scholz, no había alcanzado a regresar a Berlín cuando llegó la noticia de Kiev: el Ministerio de Defensa ucraniano y dos de los bancos más importantes del país eran blanco de un ciberataque. Las sospechas recaen sobre Rusia. El arsenal de armas cibernéticas de Rusia es variado y no siempre sutil. También el jefe del Kremlin, Vladimir Putin, es multifacético y, por principio, no recurre a sutilezas.

La buena noticia, no obstante, es que una invasión rusa de Ucrania parece por ahora descartada. Putin expresó con demasiada claridad su disposición al diálogo. Un punto diplomático a favor de Scholz. Pero, si el avance es un caracol, la paz con Rusia es el laberinto donde este vive.

De su viaje previo a Kiev, Scholz le llevó a Putin un pequeño éxito diplomático: la promesa del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, de dar el primer paso y presentar tres proyectos de ley que debería haber entregado hace tiempo, en virtud de los compromisos del proceso de Minsk.

A Putin, que suele usar argumentos legalistas, eso no le interesó. Este avance, que supone para el presidente ucraniano un considerable riesgo político, simplemente le resbaló al gobernante ruso. Su atención estaba en otra parte: en la historia, que Occidente con demasiada frecuencia ve como «el pasado» y Putin como misión.

Se puede conversar, pero «desde hace 30 años» se afirma que la OTAN no se ampliará y ocurre lo contrario, asegura Putin. De hecho, no hubo compromiso alguno al respecto, pero es la impresión de Putin, sus hechos alternativos, lo que vuelve tan peligroso este conflicto.

La «obligación» de la paz

Olaf Scholz reconoció que hay diferencias en muchos asuntos. Pero «es nuestro maldito deber buscar la paz», apeló, dirigiéndose a Putin y, de algún modo, también a sí mismo. Putin respondió que, «naturalmente», tampoco Rusia quiere una guerra. Pero manifestó su preocupación de que cada proceso de diálogo pueda dilatarse. Y advirtió que tal cosa no se admitiría. Algo que suena como a un diálogo con la pistola cargada sobre la mesa.

Scholz y sus aliados de la OTAN y la Unión Europea no quieren aceptar, de ningún modo, una división de Europa en esferas de influencia a la usanza de la Guerra Fría. De eso se beneficia, sobre todo, una Ucrania dividida desde hace tiempo en esferas de influencia por los oligarcas, que el domingo abandonaron el país con sus clanes, en 30 aviones arrendados.

¿Y ahora qué? Ahora comienza realmente la pugna por Ucrania, la diplomática cuadratura del círculo. Se trata, nada menos, que de una nueva arquitectura de seguridad europea, con la cual ni Rusia ni la OTAN queden mal parados. Un objetivo optimista, que también demandará mucho del Gobierno alemán encabezado por Olaf Scholz.

(ers/rml)

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