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El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, seguirá siéndolo hasta 2027. Hasta ahora, ha sido un jefe de Estado sin gran perfil, pero debería cambiar, hablar alto y claro con más frecuencia, opina Marcel Fürstenau.¿Es irrespetuoso decir que el presidente Frank-Walter Steinemeier no llama la atención? No, ni hacia su persona ni hacia su cargo como jefe de Estado de Alemania. De alguien como él se espera que deje huella. Que se lo recuerde. Un presidente también puede provocar controversia y, ocasionalmente, tiene que hacerlo. Sobre todo, cuando la política y la sociedad luchan por orientarse.
Tres ejemplos, en tres preguntas: ¿por qué Alemania no se ha comprometido más, durante la pandemia de coronavirus, para que las vacunas sean distribuidas de manera más justa en el mundo? ¿Qué hacer para que personas migrantes desesperadas no se ahoguen al huir a través del Mediterráneo? ¿Cómo se puede evitar una guerra en Europa?
Una pizca de Richard von Weiszäcker, por favor
Nadie espera de Steinmeier una solución a estas y a otras tragedias. Para eso están los Gobiernos, los Parlamentos y la Justicia. El presidente federal está por encima de ellos y, en sentido estricto, debe mantenerse al margen de la política cotidiana.
Pero sí debería poner más a menudo a prueba los estrechos límites de su cargo, principalmente representativo. En sus discursos navideños, en conmemoraciones y en rondas de discusión, tal como hiciera Richard von Weizsäcker en 1985, al cumplirse 40 años del final de la Segunda Guerra Mundial, cuando llamó «Día de la Liberación» al día de la rendición incondicional de la Alemania de Hitler, al de la derrota militar total, provocando así la ira, sobre todo de los círculos conservadores.
Claro que sería injusto juzgar a todos los presidentes alemanes posteriores por el mérito histórico de von Weizsäcker. Los tiempos y los desafíos son demasiado diferentes para eso y, por lo tanto, a menudo es difícil o casi imposible compararlos. Pero siempre hay problemas o tensiones, ante los que ningún jefe de Estado tiene prohibido posicionarse claramente.
Christian Wulff tuvo agallas cuando habló del islam en Alemania
El expresidente Christian Wulff, que renunció luego de una campaña mediática sin precedentes, no es un hombre carismático, como tampoco lo es Steinmeier, pero se posicionó claramente en 2010, durante un discurso por los 20 años de la reunificación alemana: «El cristianismo, sin duda, pertenece a Alemania. El judaísmo, sin duda, pertenece a Alemania. Ese es nuestra historia judeo-cristiana. Pero el islam, ahora, también pertenece a Alemania».
Con su frase clave sobre el islam, Wulff desató un debate sociopolítico que, visto en retrospectiva, parece grotesco. Pero también logró la hazaña de romper un tabú y ser considerado como uno más en círculos predominantemente musulmanes. Este no es un mal legado para un presidente alemán que solo habitó 20 meses en el Palacio Bellevue.
La gran fortaleza de Steinmeier: escuchar
Durante otros cinco años, Steinmeier podrá seguir recibiendo a diplomáticos en las celebraciones de Año Nuevo, y conversando sobre lo divino y lo humano con personas de todos los sectores sociales en las fiestas de verano. Eso es algo que hace bien: escuchar. Entre otras cosas, cómo soporta la gente los desafíos de la pandemia, o de qué manera luchan contra el odio y la violencia. El presidente también ha ganado respeto en el exterior al hablar, por ejemplo, sobre el Holocausto.
Pero Steinmeier solo ha mostrado su potencial en raras ocasiones. Su primer discurso de aceptación del cargo, inmediatamente después de la elección para suceder al presidente Joachim Gauck, en 2017, fue impresionante. Allí hizo un llamado a tener «coraje para Europa», y les declaró la guerra a los populistas de todo el mundo. También en 2021, con su llamamiento urgente a los políticos alemanes para unirse en la lucha contra el coronavirus, hizo que la gente le prestara atención por un breve momento.
Moderar y advertir es demasiado poco
Sin embargo, hay un vacío que el presidente alemán debería llenar en su segundo mandato. Un impulso que vaya más allá del orden del día para combatir, por fin con rigor, realidades escandalosas en Alemania y el mundo. Y, de esas, hay muchas. En el propio patio, podría ser la pobreza, que se hace notar. En comparación internacional, parece inofensiva, pero en vista de la riqueza de Alemania, es obscena. Entre los problemas globales estarían la crisis climática o la escalada en el comercio de armas.
Sobre esos y otros temas de permanente interés debería manifestarse Frank-Walter Steinmeier, presidente de todas las personas que viven en Alemania, en voz más alta y clara. Dirigirse a la conciencia de la clase política, de la economía, de la sociedad, no sería una intervención arrogante por parte de un jefe de Estado comprometido con el no partidismo. Un presidente federal que, con demasiada frecuencia, solo modera, a veces advierte, pero rara vez exige algo acerca de los principales problemas de nuestro tiempo, sería decepcionante a largo plazo.
Quizás Vladimir Putin entienda las señales
Hay indicios incipientes de que esa reticencia podría cambiar. En su discurso inaugural, inmediatamente después de su reelección este fin de semana, Steinmeier envió una clara advertencia al provocador Vladimir Putin y la combinó con una oferta para hablar sobre cómo rescatar la paz en Europa. Cada esfuerzo vale la pena para lograr ese objetivo. Eso también incluye el coraje de llamar a lo incómodo por su nombre y de involucrarse. Así que, en este sentido: ¡más coraje, señor Steinmeier!
(cp/rml)