Last Updated on noviembre 29, 2025 by Deutsche Welle
Hace 35 años se enfrentaron a la heroína. La diversidad y oferta actual de sustancias obliga a replantearse la estrategia. DW conversó con Alexis Goosdeel, director de la EUDA.¿Cómo describiría usted la diferencia entre la política de drogas de la Unión Europea y la de Estados Unidos? La diferencia es que en Europa tenemos una política sobre drogas que está basada sobre una cooperación estrecha entre todos los Estados miembros, con el impulso, apoyo y la coordinación de la Comisión Europea. Esta política se ha venido desarrollando en los últimos 30-35 años. Ha sido más bien una evolución, en el sentido de que no hubo nunca ninguna intención de armonizar o de imponer condiciones o modalidades para las políticas nacionales. Porque, primero, la Unión Europea no tiene este poder y tampoco tiene esta intención. Significa que hemos tenido una política basada en la salud y la seguridad públicas. Y una de las vertientes más esenciales ha sido también la cooperación Internacional. El marco de cooperación entre Latinoamérica y el Caribe y la Unión Europea tiene su base en un mecanismo de alto nivel de cooperación; las reuniones anuales y bianuales del mecanismo y de los jefes de Gobierno y de los ministros entre la UE y la CELAC. Hace poco tiempo tuvimos una reunión en Bruselas, pero para mí la más destacable fue la de mayo bajo presidencia polaca, en Varsovia. En la reunión birregional se discutieron los ejes de cooperación para el futuro. Vuelvo a lo distinto que son los enfoques de la Unión Europea y de Estados Unidos con una mirada punitiva y de acusación a mandatarios latinoamericanos. ¿Tiene algún comentario al respecto? Son las políticas de otros países, no puedo comentarlas, obviamente. En ese sentido, lo importante es lo que conseguimos hacer nosotros y puedo asegurar que la cooperación entre Latinoamérica, el Caribe y la Unión Europea ha aumentado en los últimos años; ése ha sido nuestro desempeño. Lo que es la política de Estados Unidos o de otro país es de ellos, no es la nuestra. Con todo, a pesar de estos esfuerzos los resultados no son los esperados, teniendo en cuenta el incremento tanto de la producción y el consumo como de la criminalidad en torno a ello. ¿Es que no ha dado resultado esta política? Esto es bastante más complejo. Lo que pasa, por ejemplo, es que un resultado paradójico de la apertura de las negociaciones de paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC ha sido el aumento de la producción de la hoja de coca y el aumento de la producción de cocaína en Latinoamérica, en particular en Colombia, pero no solo. Es decir, esto en su momento provocó que las organizaciones que controlan la producción o que compran la hoja de coca se dirigiesen a otras regiones del mundo para conseguir vender, porque el mercado norteamericano estaba saturado de cocaína. El hecho de que ellos no consiguieran encontrar ni más consumidores ni aumentar más el ya alto nivel de consumo los llevó a comenzar a enviar mayores cantidades de cocaína para Europa. Este aumento de la disponibilidad creó nuevas dinámicas en el mercado de las drogas, pero también prácticas de promoción del consumo, de un marketing muy sofisticado. Al mismo tiempo asistíamos a la pandemia del COVID y la importancia cada vez mayor del tráfico marítimo por contenedores. Es decir, comenzamos a asistir a una dimensión que no había antes. ¿Qué papel desempeñan las nuevas tecnologías en el consumo individual? Es el momento de la adopción de nuevas herramientas y sistemas de comunicación. Lo que acontece hoy en la mayoría de las grandes ciudades de Europa es que basta con marcar un teléfono o un mensaje, y en máximo 15 minutos la cocaína está a la puerta de la casa. A esta facilidad hay que agregar las promociones que asemejan a las de Coca-Cola antes de las fiestas: paga dos y te damos tres. ¿La política de prevención no está dando resultados? En este mercado tan dinámico, en este momento el motor del mercado es la oferta, y la demanda la sigue. Esto es un cambio total, pero no significa que las políticas en Europa no hayan tenido éxito, sino que fueron diseñadas hace más o menos 30 años y para el consumo de heroína. Aunque no hay nada perfecto, en este campo sí hemos tenido muy buenos resultados. Hemos conseguido, por ejemplo, reducir dramáticamente el número de casos de muerte por sobredosis, el número de infecciones de HIV o de hepatitis se han reducido mucho en Europa. Pero ahora que las condiciones del mercado y del consumo tienen una complejidad y una evolución diferente, llega la hora de adaptar el conjunto de respuestas, sea por el lado de la aplicación de la ley o de la salud pública. Una prioridad ahora muy importante de cara al futuro es apoyar programas de investigación que nos permitan algún día obtener un protocolo de tratamiento de la dependencia de cocaína y otros estimulantes con un nivel de fiabilidad y de eficacia que hoy no existe. Si queremos estar listos para el día en que vamos a tener un aumento de la demanda de tratamiento por el previo aumento del consumo es algo que tenemos que hacer ahora. ¿El aumento del consumo de sustancias ilícitas incide directamente en el aumento en la criminalidad y la violencia? Sí y no. Hay dos cosas y son distintas. La primera es cuánto ha cambiado todo en los últimos diez años en comparación a cuando hicimos el estudio de viabilidad para la creación de la Agencia hace 35 años. Ahora las drogas están por todas partes. Toda substancia puede ser utilizada para ello. Todos conocemos personal o indirectamente a alguien, sobre todo si incluimos alcohol, que tiene un problema de dependencia, sea aguda o crónica. Y tenemos el segundo elemento; la violencia. Pero hay un tercero: hay un aumento de consumo de todos tipos de sustancias. Hace 35 años había una población más limitada de personas que tenían un problema de consumo de heroína y de consecuencias de este consumo hasta llegar a sobredosis, a enfermedades infecciosas, etcétera. Hoy tenemos millones de personas que de algún modo en distintos momentos de su vida y por varias razones consumen una o más de una sustancia. Lo hacen para el ocio, para contener una ansiedad. Hay varias razones. Aunque, cabe resaltar, no porque consuman son todos adictos o dependientes. Usted ha hablado en varias conferencias sobre las tres vulnerabilidades de hoy en día…. Efectivamente, en la situación de hoy en día nos afectan tres vulnerabilidades: la polarización de la sociedad, del discurso político, pero también la falta de solidaridad, la violencia, también verbal o en las redes sociales. Ésta tiene impacto a veces en la segunda vulnerabilidad: se trata de la salud mental. Estoy hablando de la UE, pero creo que todo el planeta se enfrenta a este desafío. En Europa, el terrorismo de la última década, la pandemia de la COVID, las guerras de Ucrania y Gaza, los desafíos del medio ambiente -solo para mencionar algunos elementos- están afectando mucho a los jóvenes, angustiados por el futuro. Y la tercera vulnerabilidad es que el sistema de bienestar ha adelgazado mucho en los últimos 25 o 30 años, debido a las consecuencias económicas de múltiples crisis. La suerte de Europa es que aún contamos con ese tejido institucional que fue posible crear en años anteriores, y que está ahí en momentos en que Europa opta por su defensa. Este enfoque de la EUDA que revisa datos, que busca la reducción del daño que causan las drogas, busca el tratamiento y avizora la seguridad de la comunidad, insisto, es diferente del enfoque de mano dura… El momento es difícil y desafiante. Otra vez me refiero sólo a lo que hace Europa: tenemos un sistema europeo de información. También un modelo de cooperación entre los estados miembros de la UE, con un papel esencial de la Comisión Europea y de nuestra agencia, también con Europol o Eurojust. Esto nos permite entender lo que está pasando y dónde; también nos permite -cada cinco años- una evaluación de nuestra estrategia europea sobre drogas, hacemos una evaluación de los planos de acción y sobre la base de esta evaluación, diseñamos la nueva versión de la política y de la estrategia. Tenemos también la suerte de que a pesar de elecciones y de cambios gubernamentales, hemos podido conservar una continuidad y una estabilidad. También que, si constatamos que una política o una parte de ella no funciona, intentamos solucionarlo y no tirar por la borda todo. Portugal es un buen ejemplo, España también. Concretamente, sabemos que hay nuevas sustancias y nuevos comportamientos y tenemos que modificar la estrategia, también para prevenir, para el tratamiento y la reducción de riesgos. La semana entrante la Comisión Europea presenta la nueva estrategia europea sobre drogas. Y estaremos pendientes de que ésta tenga un enfoque equilibrado incluyendo la salud pública y la seguridad. Más aún cuando la situación de violencia en muchos países de Europa está aumentando. ¿Y la mano dura por la que optan varios países latinoamericanos? Es imposible no hacer algo para reducir esta violencia. No es posible no tratar de luchar contra las mafias que operan en Europa. Un pequeño ejemplo: en Francia el ministro de Justicia está diseñando acciones concretas para bloquear la posibilidad de los prisioneros de utilizar teléfonos dentro de la cárcel para mantener el mercado y dar sus instrucciones, en algunos casos probados, para matar. Con todo, es muy importante que se respeten los derechos fundamentales, asegurados en el Tratado de Lisboa. Ése es nuestro marco legal, que asegura que cualquier persona, incluso los que consumen drogas, tienen derechos y los pueden reclamar ante la Corte Europea de Justicia. Usted afirmó en mayo que ya no hay países consumidores y países productores, que el problema lo tenemos todos. Volvamos a la situación en el Caribe y en la aceptación de este enfoque entre los socios de América Latina y el Caribe…. Puedo decir con mucho orgullo que he estado desde el inicio en el desarrollo y redefinición de la cooperación con América Latina y el Caribe. En este momento contamos ya con una gran iniciativa de colaboración entre puertos, lanzada hace casi dos años por la ex comisaria de Justicia, Ylva Johanson, y la ministra belga del Interior, Annelies Verlinden. Se trata de una alianza público-privada. Ambas visitaron en su momento tanto Colombia como Ecuador. El actual comisario de Justicia, Brunner, acaba de visitar Colombia. Resumo: ha habido un reset; esta cooperación muestra que hay conciencia de que el problema es de todos. Y eso se ilustra en los puertos. Puede que hoy sea unos, pero mañana pueden ser otros. Por último, teniendo en cuenta que usted después de más de tres décadas deja la Agencia Europea contra la Drogas, ¿cuál ve usted como el mayor desafío en este problema compartido? Esa pregunta es muy importante. Lo que yo sugiero es modificar nuestra manera de trabajar para profundizar en la manera de prepararnos para lo que viene. El lema es “actuar hoy, anticipar mañana”. MAOC (Maritime Analysis and Operations Centre/Narcotics) está aquí en Lisboa y funciona con financiamiento de varios países europeos, varios latinoamericanos y la Comisión Europea. Su tarea es reunir información y allanar la cooperación entre las aduanas, las policías y las agencias de información. COPOLAD está detrás de esto; se encarga de difundir las buenas prácticas y adaptarlas a cada país socio. Lo que funciona en Bélgica o Portugal, no tiene por qué funcionar en Brasil o Colombia. Nuestro sistema de información y datos es robusto, viene desarrollándose desde mitad de la década de los 1980. Éste sirve como fuente para los observatorios nacionales sobre las drogas; los sistemas de alerta temprana son vitales para saber lo que está ocurriendo en mercados tan dinámicos. Tenemos también el programa el PAcCTO para la cooperación entre las policías y la cooperación judicial. Avanzar en ésta es muy importante y solo puede ocurrir en la base de la confianza. La policía de Alemania, por ejemplo, jamás va a compartir información sensible si no está completamente segura de que ésta no llega a los cárteles de los Balcanes que están operando en América Latina, de los colombianos, mexicanos… El gran desafío es crear confianza. Ejemplificado este desafío en el caso actual de Ecuador…. Ecuador se enfrenta a un reto enorme. Recuerdo que a comienzos de la década de los 1990 era como la Suiza de América del Sur; yo trabajaba para la Universidad Católica de Lovaina y coordinaba proyectos de salud mental en Riobamba. En ese momento, muchos jóvenes iban a Ecuador, hoy no es tan fácil. A pesar de los problemas de aumento de violencia, de consumo, del tráfico, hay que tener presente que estamos frente a un problema de desarrollo humano. Es importante aprender de las experiencias de otros. En el caso de Ecuador, ¿cómo habría sido posible controlar la situación de hace casi dos años sin recuperar el territorio? Es triste tener que decirlo, pero es así. Hemos visto casos en Italia donde las fuerzas del orden han tenido que recuperar barrios de una ciudad controlados por las mafias. Para luego entrar con educación, salud, desarrollo humano. Hay barrios suburbanos en Europa, donde el crimen organizado ha venido desarrollándose por décadas. ¿Cómo recuperarlos sin fuerza armada? Sí, lo primero es recuperarlos, para devolverlos a la población y a los servicios públicos. Hay posibilidades y buenos ejemplos; ése debe ser nuestro nuevo mandato y la misión de mi sucesora. Al momento de dejar esta institución, a final de este año, me siento muy orgulloso de lo que hemos podido construir juntos. (elm)
