Last Updated on octubre 1, 2025 by Deutsche Welle
Evasión fiscal, corrupción: el multimillonario checo Andrej Babis lleva años en los titulares por malas razones. Pese a ello, la victoria en las parlamentarias de octubre es casi segura para el ex jefe de Gobierno.A veces aparece de suéter, otras con una camiseta que dice “República Checa, todo por ti”. También tiene otra con el texto “República Checa contra la locura verde”. Nada de ropa de marca, solo jeans y zapatillas. Raramente se lo ve sobre un gran escenario durante la campaña electoral. A menudo habla directamente con un grupo de personas o desde una pequeña plataforma, a medio metro del suelo. Firma autógrafos, estrecha manos, ríe y posa para selfis, y cuanto más tiempo le toma todo ello, más feliz parece. Hablamos de Andrej Babis, multimillonario de 71 años, populista y controvertido ex jefe de Gobierno de República Checa. Los sondeos dicen que su partido, ANO, ganará las elecciones por amplio margen, por lo que probablemente volverá a liderar el Ejecutivo tras las votaciones parlamentarias del 3 y 4 de octubre. Multimillonario vestido de rebelde Cuando Babis aparece, sus discursos suelen ser contra “el sistema” y los “políticos corruptos”. El establishment político, sostiene, es incompetente, burocrático e ineficiente. Además miente, engaña y dilapida el dinero. Él, en cambio, escucharía a los ciudadanos, limpiaría el país y los ayudaría a vivir con dignidad. Aunque el millonario se presenta como un rebelde desvalido con una sudadera con capucha y se ofrece como portavoz de los oprimidos, él mismo ha formado parte del establishment toda su vida. Nacido en Eslovaquia, creció bajo la dictadura comunista en una familia que pertenecía a la Nomenklatura, el grupo de privilegiados de la esfera soviética. Su padre era un funcionario de comercio exterior, y Babis vivió un tiempo en Suiza y Francia. Su hasta ahora misterioso ascenso hasta convertirse en uno de los hombres más ricos de República Checa comenzó en los noventa. En 1995 se hizo propietario del holding agrícola y químico Agrofert, del que era director. En la actualidad la firma posee más de 250 empresas en todo el mundo. La fortuna de Babis se calcula en unos 3.500 millones de dólares. Según sus propias declaraciones, fueron las supuestamente insostenibles condiciones de República Checa -corrupción, burocracia y falta de reformas- las que lo llevaron a la política. En 2011 fundó ANO, acrónimo en checo de Movimiento de Ciudadanos Insatisfechos y, a la vez, la palabra checa para decir “sí”. Desde entonces, la promesa del partido es que su líder pondrá orden en el país. El caso del Nido de la Cigüeña Los votantes finalmente le dieron una oportunidad. Entre 2014 y 2017 Babis fue ministro de Finanzas, y entre 2017 y 2021, jefe de Gobierno. En lugar de limpiar el desastre, el político generó interminables debates sobre sus propios escándalos. El caso del Nido de la Cigüeña es un claro ejemplo de ello. Se trata de un centro de bienestar cerca de Praga, para el cual Babis cobró subvenciones de la Unión Europa mediante una maniobra fraudulenta: separó temporalmente una empresa de su imperio Agrofert para que cumpliera con los requisitos exigidos por Bruselas. Esa es solo la punta del iceberg. Babis ha estado en primera plana en los medios durante años debido a conflictos de interés, presunta evasión fiscal y escándalos de corrupción, manipulación de los medios y también por su pasado en el comunista Servicio de Seguridad del Estado. Como todos los populistas, lleva mucho tiempo hablando en contra de los inmigrantes, y últimamente también contra los refugiados de guerra ucranianos. Sin embargo, en su imperio corporativo, él mismo emplea a numerosos trabajadores de países como Vietnam o Ucrania, a menudo en condiciones inhumanas. Cuando surgen controversias en torno a su persona, Babis se defiende diciendo que no hizo “nada ilegal”. O que “el sistema” quiere destruirlo. A diferencia de su amigo Viktor Orbán, Babis no es un enemigo mortal de la Unión Europea. Tampoco es portavoz de Vladimir Putin, pero cuando se trata de un apoyo militar a Ucrania, lo desestima: “Soy diplomático, no soldado”, dice. Hasta ahora no ha tenido los medios políticos para reestructurar el país, pero tampoco está claro que quiera hacerlo. Quizás solo busca la inmunidad de la que gozaría como jefe de Gobierno para no tener que enfrentarse a los tribunales. (dzc/cp)
