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“Suprimir el Ministerio de Educación”, prometió Trump durante la campaña. Eso será difícil. Pero los republicanos están encontrando otras formas de lograr que los planes de estudio sean más cristianos y conservadores.La educación en EE. UU. es, en gran medida, competencia de cada uno de los estados federados, no del Gobierno en Washington. Pero la victoria electoral de Donald Trump, que tomará posesión como presidente de EE.UU. el 20 de enero de 2025, está causando revuelo entre padres, madres, profesores y expertos en educación.
Durante la campaña electoral, Trump prometió abolir el Ministerio de Educación nacional y amenazó, entre otras cosas, con cancelar la financiación a los centros que aborden cuestiones como el racismo en las aulas y reconozcan la identidad transexual de sus alumnos.
“La principal queja sobre la educación que los republicanos plantearon en la campaña fue que las escuelas estaban ‘adoctrinando’ a sus hijos con materiales inapropiados sobre temas como el racismo, la sexualidad y la identidad de género”, explica a DW David Steiner, director del Instituto de Educación de la prestigiosa Universidad Johns Hopkins. “¡Lo irónico es que la política federal no puede cambiar nada de eso, porque el currículo es una cuestión de los estados!”.
A pesar de estas limitaciones, la Administración Trump tiene ciertamente margen para introducir cambios de calado en el sistema educativo estadounidense.
¿Puede Trump abolir realmente el Ministerio de Educación?
No así como así. Promesas de campaña o no, ni siquiera el presidente de EE. UU. puede suprimir sin más un ministerio federal. Trump necesitaría el apoyo del Congreso. En el Senado, incluso tendría que votar a favor de la abolición la llamada “supermayoría”, es decir, al menos 60 senadores. Los republicanos tienen una mayoría de 53 escaños en el Senado, por lo que también necesitarían votos demócratas, algo más que improbable.
Incluso los republicanos, probablemente, no votarían todos a favor de la resolución, porque una tarea importante del Ministerio de Educación es proporcionar a las escuelas fondos que se utilizan para ayudar a los niños pobres. Y estos son especialmente numerosos en los estados gobernados por los republicanos.
Los fondos del Ministerio de Educación también fluyen hacia la formación continua del profesorado y apoyan a las escuelas en la educación de niños discapacitados. Steiner cree poco probable que el nuevo Gobierno estadounidense se atreva a cuestionar estas partidas de dinero.
“Las discapacidades se dan en niños de todas las clases sociales”, afirma el experto en educación. “Sus padres y madres son un grupo de interés extremadamente poderoso”.
Brandi Urie es una de ellos. Urie es profesora de primaria en el estado de Idaho y opina que suprimir el Ministerio de Educación sería un gran error. “Si se disolviera el departamento, también se eliminarían las protecciones estatales que garantizan que los estudiantes con discapacidades tengan acceso a la misma educación que todos los demás niños del distrito escolar”, subraya Urie a DW.
Los niños de las minorías “quedan al margen”
Por ello, es probable que el Ministerio de Educación siga existiendo en Estados Unidos. Se espera que la administración Trump introduzca otros cambios en el sector educativo.
Actualmente, una de las tareas de este Ministerio es tomar medidas contra las escuelas o universidades que discriminen a alumnos o estudiantes por su origen, religión, sexualidad o identidad de género.
Trump y “la mayoría conservadora del Congreso podrían cambiar el estatuto que define lo que se considera discriminación, por ejemplo en el deporte”, dice Steiner.
Uno de los argumentos favoritos de los políticos conservadores es que quieren excluir a las escolares y estudiantes transexuales de los equipos femeninos con el argumento de que “los hombres no deberían jugar en equipos femeninos”. El Gobierno de Trump podría legitimar esto.
Si la familia de una estudiante demandara, dice Steiner, el caso podría llegar potencialmente hasta el Tribunal Supremo, que está formado por una mayoría de jueces conservadores que muy probablemente seguirían la lógica de Trump, añade Steiner.
Otro ejemplo que una Administración conservadora podría no interpretar como discriminación es colgar los 10 Mandamientos en las aulas y exigir la participación en la educación religiosa cristiana como parte de “un plan de estudios que abarque los valores cristianos”, comenta Steiner.
En Texas, el martes (19.11.204) se aprobó provisionalmente un proyecto de ley que concedería más fondos a las escuelas que hagan referencia a pasajes bíblicos en asignaturas como inglés.
“Definitivamente, me preocupa que hayamos elegido a alguien para el cargo más alto del país que pretenda influir de este modo en los planes de estudios”, afirma Karen Svoboda, una de las fundadoras y directora de “Defensa de la Democracia”, una iniciativa progresista de padres en Estados Unidos, en entrevista a DW. “Cualquier niño que no sea blanco, cristiano y heterosexual queda al margen”, lamenta Svoboda.
(md/ms)