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En 2006, Alemania se dejó llevar por la euforia en el Mundial. La Eurocopa es al menos una inyección de ánimo, en un país que, debido a las numerosas crisis, ya no está tan despreocupado.Érase una vez un país que mostró su mejor cara durante cuatro semanas. Un país que se tomó en serio el lema «El mundo como un invitado entre amigos» y se mostró cosmopolita, amistoso y relajado en junio y julio de 2006, con muchos aficionados del extranjero preguntándose incrédulos: «¿estos son realmente los alemanes?». Durante un mes, el sol brilló como nunca, Alemania casi se ahogaba en un mar de banderas negras, rojas y doradas, y por todas partes se respiraba buen ánimo y una euforia contagiosa.
Así, ese acontecimiento pasó a la historia en Alemania como el «cuento de hadas de verano de la Copa Mundial”. Sin embargo, 18 años después, este es invocado una y otra vez en la Eurocopa. La pregunta que más se han hecho los fanáticos durante el campeonato europeo ha sido: «¿Puede ser esta Eurocopa un segundo cuento de hadas de verano?».
Consultada al respecto por DW, la escritora y dramaturga Dagrun Hintze, conocida por su libro sobre fútbol «Ballbesitz» (Posesión del balón), responde: «También es bastante alemán orientarse siempre hacia el pasado, y la población alemana tampoco está muy interesada en el cambio. Pero lo último que necesitaríamos ahora sería otro frenesí de éxtasis y ensimismamiento, lo cual fue maravilloso en 2006. Sin embargo, ahora estamos en otra situación, lo cual es bueno, y tenemos que darle una visión realista. En 2024 la cuestión es cómo se puede volver a unir a la gente aquí».
La Eurocopa levanta el ánimo en un país polarizado
En 2006 todavía no había una pandemia del coronavirus, ni una crisis de refugiados, ni una guerra de Rusia contra Ucrania, ni un giro a la derecha con un partido de ultraderecha, el AfD, que se convirtió en el partido más fuerte en todos los estados del este de Alemania en las elecciones europeas. La Eurocopa se celebra en un país cuya cohesión social se está desmoronando, cuya población está cada vez más polarizada y donde diferentes sectores se confrontan irreconciliablemente.
Un país que, de alguna manera, ha avanzado un poco. De hecho, el fútbol llegó en el momento oportuno, como explica a DW el politólogo e historiador del deporte Jürgen Mittag, de la Universidad del Deporte de Colonia.
«El ambiente en Alemania es sin duda más positivo que antes de la Eurocopa. Para muchos ciudadanos, pero también para los visitantes del extranjero, la Eurocopa ha sido hasta ahora una gran fiesta que la gente ha celebrado unida”, señala Mittag. «Los temores que las personas tenían con respecto a cuestiones de seguridad, por ejemplo, no se han materializado. Quizá también el pueblo alemán se haya unido un poco más», agrega.
El dimplomático Julian Nagelsmann
El nuevo seleccionador nacional, Julian Nagelsmann, también quiso aportar su granito de arena. En un discurso apasionado y emotivo, el jugador de 36 años hizo un llamado, al estilo de un canciller o de un presidente, a una mejor convivencia, y a que la selección nacional sea un modelo a seguir para la sociedad. «Si ayudo a mi vecino a podar el pasto, lo terminará más rápido que si lo hace solo”, dijo Nagelsmann, y recibió muchos aplausos de los políticos.
«El fútbol se ha desplazado al centro de los debates sociales. Esto significa que incluso un seleccionador nacional de fútbol puede actuar más allá de los estrechos límites del deporte y utilizar su propio papel y posición con cierto propósito intencionado para promover determinadas cuestiones sociales», sostiene el experto Mittag. Sin embargo, añade, «el fútbol, como el deporte en general, puede lograr mucho con su poder movilizador. Pero el fútbol no es fundamentalmente el instrumento para solucionar acontecimientos indeseables, salvar objetivos políticos o mover un país en una dirección diferente, al menos no a largo plazo y de forma permanente».
Hinchas extranjeros perciben a Alemania como un país no tan perfecto
La gran mayoría de los alemanes volvió después de mucho tiempo a apoyar a su selección, lo que también fue una buena noticia en la Eurocopa. A pesar, o quizá a causa de, la desafortunada eliminación del once alemán en cuartos de final contra España. La hipótesis de Dagrun Hintze es que el fútbol no consiste esencialmente en ganar. «La esencia es la historia: perdemos juntos, ganamos juntos. Y ahora hemos perdido juntos, y no sólo el equipo, sino también los aficionados. Quizá también sea una buena lección aprender que podemos volver a unirnos detrás de este equipo y empezar a querer a estos jugadores y al equipo técnico».
Si se excluyen los bochornosos silbidos de la afición alemana contra el defensa español Marc Cucurella en la semifinal contra Francia, en Múnich, Alemania causó una buena impresión en la Eurocopa: estadios abarrotados, un ambiente fantástico no sólo en las gradas, y el mayor despliegue de la historia de la Policía alemana, con 22.000 agentes diarios, que transcurrió sin sobresaltos. Los aficionados extranjeros vieron un país que vive y respira fútbol, en contraste con el estéril Mundial de Qatar. Pero sin olvidar los trenes impuntuales de Deutsche Bahn, las señalizaciones sólo en alemán y la lentitud de la digitalización. «Los aficionados han aprendido que, obviamente, Alemania no es el país donde todo funciona. Eso ya no se puede negar», resume Hintze.
(ct/cp)