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Quemadas, escondidas o robadas: a muchas de las obras de arte más emblemáticas del mundo se les ha perdido la pista, lo que también las vuelve muy valiosas. Pero cada vez son más los que están dispuestos a recuperarlas.Cuanto más tiempo llevan desaparecidos cuadros como las «Flores de amapola» de Vincent van Gogh, la obra maestra de Rembrandt «La tormenta en el mar de Galilea» o las obras de Gustav Klimt robadas por los nazis, más expectación generan para el público que desea verlas.
Es también el caso de la obra «Natividad con San Francisco y San Lorenzo», un cuadro del barroco temprano del artista italiano Caravaggio, terminado en 1609, que colgaba en la iglesia Oratorio de San Lorenzo, en Palermo (Sicilia) hasta que fue robado, en 1969. Más de medio siglo después, el paradero del cuadro sigue siendo un misterio, aunque se cree que cayó en manos de la mafia siciliana.
Tras las pesquisas de la Oficina Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI), Interpol y la Policía italiana, se cree que la pintura se encuentra en Sicilia y podría estar valorada en unos 20 millones de dólares (18,43 millones de euros). Al parecer, varios miembros de la mafia intentaron vender el cuadro en el mercado negro. Uno de ellos fue detenido en 1981 tras, presuntamente, enterrar la obra maestra.
Los museos, epicentro de los mayores robos
En 2010, cinco cuadros valuados en varios cientos de millones de euros fueron robados del Museo de Arte Moderno de París, en lo que se considera como «uno de los mayores robos de arte de todos los tiempos» en Francia, según describió un funcionario de la capital del país.
El autor del hurto pudo ser juzgado, aunque las obras jamás fueron encontradas. Entre los cuadros robados se encontraba «Paloma con guisantes verdes» de Pablo Picasso, «Pastoral» de Henri Matisse y «El olivo cerca del estanque» de Georges Braque.
Otros cuatro cuadros pertenecientes a Vincent Van Gogh, Paul Cézanne, Edgar Degas y Claude Monet fueron sustraídos de un museo suizo en 2008 en lo que se describió como un «espectacular atraco al arte». Unos hombres enmascarados y armados entraron por la fuerza en la Colección Emil Bührle de la Kunsthaus de Zúrich, robaron las obras maestras y huyeron en un coche.
Esfuerzos por hallar arte perdido
El exabogado Christopher A. Marinello fundó la organización británica Art Recovery International (ARI, por sus siglas en inglés) para ayudar a recuperar obras de arte robadas y desaparecidas. Su organización ayudó en el caso del robo de la Bóveda Verde de Dresde en 2019, en el que se sustrajeron joyas del siglo XVIII por valor de más de 113 millones de euros. Sus autores fueron llevados ante la justicia en 2023, aunque no todas las joyas pudieron ser recuperadas de manos de los ladrones.
Marinello también está investigando obras de arte saqueadas por los nazis, entre ellas, una obra de la pintora polaca de art decó Tamara de Lempicka titulada «Myrto», que fue robada en Francia en 1943 durante la Segunda Guerra Mundial.
Rastrear bienes confiscados por los nazis
La búsqueda de obras maestras como «Myrto», saqueadas por los nazis -muchas de las cuales procedían de familias judías y de comerciantes de arte-, suele ser difícil.
«Las personas que poseen a sabiendas obras de arte robadas o saqueadas por los nazis no tienen ni lo escrúpulos ni la inclinación moral de devolver la propiedad ajena», señala Marinello, que está detrás de la pista del saqueo de obras de los artistas impresionistas franceses Pierre-Auguste Renoir, Camille Pissarro y Edgar Degas.
«Estas personas se escudan en las leyes alemanas de protección de la intimidad para proteger sus bienes mal habidos a costa de las víctimas del crimen y del Holocausto», recalca.
El robo de arte como acto simbólico
En 1976, el artista de performance alemán Ulay (1943-2020) decidió saquear simbólicamente el arte nazi robando el cuadro favorito de Adolf Hitler «El poeta pobre» (1839), de Carl Spitzweg.
Ulay (1943-2020), cuyo verdadero nombre era Frank Uwe Laysiepen, entró en la Galería Nacional de Berlín, tomó la obra y la llevó en automóvil al barrio de Kreuzberg para colgarla en el departamento de una familia turca.
El artista dijo que «se trataba de una manifestación y no de un robo en el sentido tradicional», y que lo consideraba como una «acción de protesta, contra la institucionalización del arte y la discriminación de los trabajadores extranjeros».
(aa/cp)