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El asedio contra el último bastión de las Fuerzas Armadas de Sudán en Darfur no solo podría terminar con un derramamiento de sangre de civiles, sino también atraer a más actores a la guerra desatada en abril de 2023.»Masacre», «carnicería», «derramamiento de sangre». Observadores de Naciones Unidas y de organizaciones de derechos humanos han dicho una y otra vez que temen lo peor en el caso de que el actual asedio contra el último bastión de las Fuerzas Armadas en El Fasher, capital de Darfur Norte, desemboque en un ataque de las Fuerzas de Apoyo Rápido.
Desde el estallido de la guerra en Sudán en abril de 2023, El Fasher se ha convertido en el centro de acogida más grande en Darfur. Actualmente alberga a 1,5 millones de personas, incluidos 800 mil desplazados internos.
Un acuerdo de paz informal entre las partes, las Fuerzas Armadas al mando del general Abdel Fattah Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), lideradas por el general Mohammed Hamdan Dagalo, había otorgado algo de seguridad a la creciente población de la ciudad.
Sin embargo, la situación cambió en abril, cuando dos grupos armados de El Fasher, el Ejército de Liberación de Sudán y el Movimiento Justicia e Igualdad anunciaron sus planes de ponerse del lado de las Fuerzas Armadas Sudanesas.
«Estos dos grupos no solo tienen sus redes locales, sino que ven a las RSF como un enemigo compartido», dice a DW Hager Ali, investigador del think tank alemán GIGA ( Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales). A su vez, las Fuerzas de Apoyo Rápido intensificaron sus esfuerzos militares para garantizar que estas nuevas alianzas no se fortalezcan ni puedan planificar campañas de contraataque, agrega.
Los civiles, las principales víctimas
«El Fasher alberga ahora a la mayor población de Darfur, incluidos campamentos para desplazados y más de 50 centros de refugio dentro de la ciudad», dice Michelle D’Arcy, director para Sudán de la organización noruega People’s Aid. Sin embargo, la tensión militar ha impedido el ingreso de ayuda humanitaria en las últimas semanas.
Toby Harward, coordinador humanitario adjunto de Naciones Unidas para Sudán, dijo a comienzos de este mes que la situación humanitaria es catastrófica. «Ha habido un deterioro significativo en la seguridad, incluyendo un aumento de los asesinatos, el robo de ganado, la quema sistemática de aldeas, la intensificación de los bombardeos aéreos y un asedio cada vez más riguroso en torno a El Fasher, lo que ha detenido el ingreso de ayuda humanitaria y asfixiado el comercio», explicó en un reporte del 2 de mayo.
Un reciente estudio del Laboratorio de Investigación Humanitaria de la Universidad de Yale también confirmó que 23 comunidades en Darfur del Norte han sido quemadas en aparentes ataques incendiarios desde mediados de abril. Y según el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, «se está acabando el tiempo para evitar una hambruna en esta vasta región».
La mortífera historia de Darfur
Tras el estallido de la guerra en abril de 2023, los combates se extendieron rápidamente desde la capital de Sudán, Jartum, hasta la región de Darfur, donde una parte de la población se identifica como árabe y otra como africana, y donde además está la sede de las Fuerzas de Apoyo Rápido.
Según Human Rights Watch, los paramilitares de las RSF y sus aliados han perpetrado desde entonces una campaña de limpieza étnica contra la población no árabe de Darfur. El 9 de mayo, la ONG publicó un reporte sobre la matanza de la minoría masalit en Darfur en 2023, donde los expertos de Naciones Unidas estiman que unas 15.000 personas fueron asesinadas, y más de medio millón fueron desplazadas.
A comienzos de mayo, el Archivo Sudanés, una plataforma que recopila información relacionada con violaciones a los derechos humanos, publicó imágenes que muestran el abuso contra civiles, incluidos mujeres y niños, por parte de las Fuerzas de Apoyo Rápido, en Geneina, en noviembre de 2023.
Un ataque a gran escala no es buena idea
Queda por ver si las RSF lanzarán un ataque a gran escala para tomar el control de El Fasher y, por tanto, de un tercio del territorio sudanés, incluidas las fronteras con Libia, Chad y la República Centroafricana. Sin embargo, lograr una victoria tendría un precio elevado, coinciden los expertos.
«Una batalla total por el control de la ciudad provocaría un derramamiento masivo de sangre civil que conduciría a ataques de venganza en Darfur y más allá de sus fronteras», dice Harward. Este punto es compartido por Constantin Grund, jefe de la oficina de Jartum de la fundación alemana Friedrich Ebert.
«Un ataque provocaría que más grupos armados locales se unieran a los combates, con consecuencias desastrosas para la población civil», dice a DW. Además, las Fuerzas de Apoyo Rápido perderían su popularidad y se «anularían los enormes esfuerzos que han realizado los paramilitares para dotarse de una apariencia de legitimidad».
Mientras, ambas partes siguen sin escuchar los llamados internacionales para un alto al fuego y la reapertura de los corredores de ayuda humanitaria. El 2 de mayo, el ministro de Exteriores de Arabia Saudita instó telefónicamente a ambos generales a detener la lucha «por la seguridad de las instituciones del Estado y de la nación de Sudán». Sin embargo, dice Hager Ali, es necesario incrementar esa presión internacional, porque solo eso «podría frenar los combates”.
(dzc/ers)