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Patriarcado balcánico: los feminicidios que sacuden Kosovo

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Dos mujeres fueron asesinadas en Kosovo en un plazo de cinco días. Muchos kosovares están horrorizados, pero no sorprendidos.Erona C., una joven madre de apenas 21 años, fue asesinada por su exmarido, con quien se había reunido para que le devolviera a su hijo. Tras la entrega del pequeño, el hombre sacó una pistola, disparó a su exmujer e hirió al hermano de esta, que acudió a la cita para acompañarla.

Un destino similar corrió Gjyljeta U., madre de tres hijos, que solo tenía 42 años. Según informes oficiales, su asesino confesó a la Policía: “He disparado a mi mujer”.

Ambas mujeres, Erona C. y Gjyljeta U., fueron asesinadas con cinco días de diferencia en Kosovo, en abril de 2024, causando una enorme conmoción en el país. El presidente, Vjosa Osmani, declaró un día de luto nacional para conmemorar a las mujeres y niñas víctimas de la violencia de género.

Aunque muchos kosovares sintieron horror ante los crímenes, probablemente muy pocos se sorprendieron. Al fin y al cabo, los activistas y las organizaciones de derechos humanos llevan mucho tiempo denunciando los abusos estructurales que convierten a las mujeres de Kosovo en víctimas reiteradas de la violencia. Muchos se preguntan qué tiene que pasar para que finalmente algo cambie.

Penas bajas para los agresores

En los últimos años, ha habido avances positivos en este ámbito. Desde 2019, la violencia doméstica es delito penal en Kosovo. Los tribunales pueden multar a los agresores con entre 100 y 25.000 euros y condenarlos a hasta tres años de prisión. Sin embargo, muchas sentencias siguen siendo laxas. El caso de Gjyljeta U. es un claro ejemplo de ello. Su asesino era viejo conocido de la Policía por violencia doméstica: en 2022 fue condenado a tres meses de prisión y una multa de 100 euros. Logró evitar la pena de cárcel a cambio de un pago de 300 euros.

Tras el crimen de Gjyljeta U., la ministra de Justicia, Albulena Haxhiu, escribió en Facebook: “Los autores a menudo se convierten en asesinos, porque las instituciones responsables no los castigan adecuadamente”.

Por su parte, hay activistas que critican que este tipo de reflexiones a corto plazo no hacen nada por cambiar el clima generalizado de impunidad ante la violencia doméstica que sigue existiendo bajo el actual Gobierno. “Necesitamos un sistema judicial más fuerte, juicios más rápidos y que haya más condenas máximas para los autores”, afirma la socióloga Bukurie Rrustemi.

La Policía no se toma en serio la violencia doméstica

Según estadísticas oficiales de la Policía, en Kosovo fueron asesinadas cuatro mujeres en feminicidios y 2.120 sufrieron malos tratos en 2023. El país tiene 1,8 millones de habitantes, y es probable que el número real de casos sea aún mayor. Esto se debe a que muchas mujeres no se atreven a denunciar a los agresores, en parte porque temen que la Policía y la judicatura no las tomen en serio.

En una encuesta publicada por Amnistía Internacional en agosto de 2023, las víctimas de violencia doméstica en Kosovo aseguran que la Policía les dijo que el comportamiento violento de sus parejas era completamente normal. La intimidación, las amenazas y la violencia psicológica suelen ser minimizadas por las autoridades, que solo llegan a intervenir cuando hay signos evidentes de violencia física.

En la mayoría de los casos, suele culparse a las víctimas, lo que tiene para ellas “graves consecuencias”, dice la psicóloga Kaltrina Ajeti, porque suelen pensar que “han contribuido a crear esa situación, es decir, que han inducido al agresor a continuar con la violencia y, por tanto, lo han llevado a destruir la familia”. Es una forma de pensar muy extendida, no solo entre la Policía, sino también en la propia sociedad kosovar.

Estructura patriarcal

La sociedad kosovar y su estructura profundamente patriarcal es, probablemente, una de las principales razones de los feminicidios. “El papel de la mujer en Kosovo es el de ama de casa y cuidadora de los hijos, el marido y los ancianos de la familia”, afirma la socióloga Rrustemi, para quien el dominio masculino en gran parte de la sociedad sigue siendo casi imposible de superar.

Zana Asllani, directora de un refugio para mujeres de Pristina, confirma que muchas de las víctimas que tienen el valor de dejar a sus maridos violentos vuelven después con él por razones puramente económicas. Sencillamente, no pueden permitirse vivir de forma independiente, ya que, a menudo, carecen de ingresos propios.

En 2021, alrededor del 50 por ciento de los hombres kosovares tenía un empleo formal, mientras que la cifra correspondiente a las mujeres era tan solo del 17 por ciento.

Las mujeres suelen estar excluidas incluso de la herencia: según la ley kosovar, hermanos y hermanas tienen derecho a heredar a partes iguales. En la práctica, sin embargo, suele aplicarse la tradición: solo heredan los herederos varones, las mujeres se van con las manos vacías. Al casarse, pierden en la práctica sus derechos sobre la herencia.

La tradición tampoco permite que puedan regresar al hogar familiar, ni siquiera después de sufrir violencia doméstica. Las mujeres que vuelven con sus parejas tras ser rechazadas por sus propias familias “suelen sufrir por ello trastornos de estrés postraumático y depresión”, afirma la psicóloga Kaltrina Ajeti. Y supone toda una victoria para el agresor, “consciente de que su pareja no tiene elección ni otra salida”.

¿Un fenómeno de los Balcanes?

La situación no se observa solo en Kosovo, advierte la socióloga Bukurije Rrustemi. “La sociedad patriarcal es similar en todos los Balcanes, se podría decir que es una mentalidad balcánica”. La situación se ve agravada por las omnipresentes experiencias violentas vividas durante las guerras balcánicas y, en ocasiones, a la difícil coyuntura socioeconómica.

Aparte de esas singularidades de la región, existen otros factores desencadenantes de los excesos violentos que también se observan en otros países. Entre ellos, Rrustemi cita problemas psicológicos, como la psicosis, la depresión y otros problemas de salud mental no tratados de los agresores, así como el consumo de drogas y alcohol, y cuestiones de tipo social.

Además, afirma Rrustemi, “la violencia en la televisión y en las redes sociales, especialmente el discurso del odio, también reduce el umbral de inhibición entre los hombres jóvenes”. (ms/rml)

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