Copyright 2020-2021 Veneportal.com
Los miembros de la minoría húngara de la región ucraniana occidental de Transcarpatia están atrapados entre los frentes en la difícil relación ucraniano-húngara. ¿Cómo viven, qué piensan? Una visita a la región.Berehowe es un tranquilo pueblecito del extremo occidental de Ucrania, a solo siete kilómetros de la frontera húngara. Aquí apenas hay señales de la guerra con Rusia. Los ataques aéreosson poco frecuentes y no se han producido ataques con drones o misiles contra la ciudad o sus alrededores. Sólo un monumento en el centro conmemora a dos docenas de hombres del lugar que murieron luchando contra la agresión rusa en algún lugar del este del país.
En un fresco día de primavera, unas cuantas personas toman café y charlan en húngaro en una mesa frente a la pastelería Parisel, en el centro de la ciudad. Pertenecen a la minoría húngara de la región; aquí, en Berehowe, alrededor de la mitad de los 23.000 habitantes son húngaros. Uno de los que están frente al café es un hombre de unos cuarenta años, vestido con uniforme militar. Sirve como soldado en una unidad regional de voluntarios.
Cuando se le pregunta cómo se siente como húngaro en Ucrania, su expresión se vuelve seria. “Realmente no pertenecemos a ningún sitio”, se queja. “Aquí, los ucranianos nos etiquetan como húngaros, allí, en Hungría, nos consideran ucranianos o rusos”. Hace una pausa. Luego dice: “Pero los húngaros de Transcarpatia nos mantenemos unidos. Esta es nuestra patria y la patria de nuestros antepasados”.
Transcarpatia: un foco de inestabilidad
Transcarpatia es el nombre de la región ucraniana occidental en la que se encuentra Berehowe. Tradicionalmente, aquí conviven muchas nacionalidades, como húngaros, rumanos, eslovacos, polacos y romaníes, además de los ucranianos, que constituyen la mayoría desde mediados del siglo XIX. En Transcarpatia viven actualmente alrededor de 1,3 millones de personas. Según el último censo de 2001, había 150.000 húngaros en la región, pero su número es ahora probablemente inferior a 100.000.
Transcarpatia lleva varios años ocupando cada vez más los titulares de la prensa en Ucrania y Hungría. El punto de partida fueron los cambios introducidos en la ley de educación ucraniana desde 2017, según los cuales debía restringirse la enseñanza de la lengua materna a las minorías en los centros de secundaria media y superior. Las disposiciones nunca llegaron a aplicarse, pero causaron gran malestar entre la minoría húngara y en la propia Hungría.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, lleva años utilizando el asunto para una retórica antiucraniana cada vez más dura. Si se le cree a él y a la propaganda progubernamental húngara, la minoría húngara de Transcarpatia sufre ahora una grave persecución política y aniquilación cultural a manos del Estado ucraniano.
En Ucrania, por otra parte, Transcarpatia se considera desde hace varios años un foco de inestabilidad, una zona en la que podrían repetirse escenarios separatistas como los del este de Ucrania o Crimea en 2014.
A veces ansiedad, a veces tranquilidad
En Berehowe no se notan tensiones a primera vista. Hay letreros bilingües por toda la ciudad, muchas calles llevan nombres de personalidades húngaras, la gente habla húngaro en todas partes sin vacilar.
Es difícil saber qué se esconde bajo la superficie. En las conversaciones con húngaros, a veces se percibe inquietud, a veces tranquilidad. En el mercado, dos hombres, ambos de unos cincuenta años, que ofrecen artículos de aseo e higiene, se quejan de que serían mal vistos si hablaran su lengua materna como húngaros. Unos pasos más adelante, un jubilado húngaro que vende salchichas, queso, aceite, azúcar, harina y otros alimentos básicos dice exactamente lo contrario: no hay discriminación contra las minorías, simplemente muchos húngaros no hablan bien ucraniano, ese es el problema.
Edit Babjak dirige el departamento de educación y cultura del ayuntamiento de Berehowe y explica a DW: “La gente suele decir que queremos un escenario como el de los separatistas en el este de Ucrania. Eso duele, porque nosotros no somos así”, dice. “Aquí no hay sentimiento separatista, y no queremos vivir en condiciones rusas, sino como en Europa”.
(gg/ers)