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Se estima que 17.000 restos humanos se encuentran en las colecciones de museos y universidades alemanas. En muchos casos, no queda claro cómo llegaron a Alemania.En su día, Alemania llamó eufemísticamente «protectorados» a sus colonias, que estuvieron «bajo su posesión» desde 1884 hasta el final de la Primera Guerra Mundial. A diferencia de países como Francia, Gran Bretaña u Holanda, Alemania no era una de las superpotencias coloniales. Sin embargo, su trato a las colonias de África y Asia no fue nada escrupuloso. Así lo atestiguan los numerosos restos humanos que aún se conservan en las colecciones de museos y universidades alemanas.
En la jerga museística, a esos restos se los denomina «sujetos». Con ello se pretende expresar respeto y estima por las personas cuyos cráneos o huesos se guardan en los sótanos y almacenes de las colecciones de los museos y universidades alemanes. El término pretende minimizar la brutalidad con la que fueron saqueados durante la época colonial y llevados a Alemania.
Los colonialistas cometieron crímenes atroces
Muchos cráneos y huesos proceden de personas ejecutadas, y fueron cortados, limpiados y enviados a Alemania como trofeos. Sólo el Museo de HIstoria Médica Charité, en Berlín, tiene en sus depósitos 106 de estos «restos humanos», provenientes de África, Oceanía, Asia y Norteamérica. Cada vez son más los que se examinan de cerca en el marco de la investigación de procedencia, documentando su origen.
Entre 2011 y 2019, sin embargo, solo nueve de estas piezas fueron devueltas en el marco de dichas investigaciones, según informó el Museo de Historia Médica Charité de Berlín en respuesta a una consulta de DW. A diferencia de los museos, algunos de los cuales documentan en línea sus exposiciones de contextos coloniales, los depósitos de la Charité de Berlín siguen siendo una caja negra. «No proporcionamos ninguna fotografía a menos que sepamos de dónde proceden los restos humanos», respondió a DW Judith Hahn, una de las empleadas.
Berlín era considerada la capital de los «coleccionistas de cráneos»
Esa es precisamente la cuestión: ¿cómo llegaron los «sujetos» a Berlín? La capital alemana se convirtió en el centro de la investigación antropológica a finales del siglo XIX y principios del XX, «simplemente porque algunos de los coleccionistas más locos trabajaban aquí», afirma Andreas Eckert, africanista y profesor de la Universidad Humboldt, en una entrevista con DW. Los científicos Rudolf Virchow y Felix von Luschan examinaron los restos en Berlín con el fin de sacar conclusiones para su «ciencia de las razas».
«Había listas de pedidos; si estaba claro que alguien iba a viajar a la región, por ejemplo, al suroeste de África alemana (ahora Namibia), recibía un pedido», dice Eckert. Estos pedidos eran similares a una lista de la compra para el supermercado, con cantidades concretas. Los cráneos eran las partes del cuerpo más solicitadas», explica el experto.
Los científicos alemanes querían utilizar el tamaño de la cabeza para demostrar que las personas de origen no europeo pertenecían a una «raza» inferior. No solo África, sino también otros continentes no europeos, se consideraban «terra nullius», tierra de nadie. Esta abstrusa idea de África como continente sin historia surgió en el siglo XVII con el inicio de la esclavitud, y apenas cambió con el paso de las décadas. Incluso un gran escritor alemán como el poeta Friedrich Wilhelm Schiller habló en términos generales de zonas «incivilizadas» fuera de Europa, en su discurso inaugural de la Universidad de Jena, en 1789.
El africanista Andreas Eckert no es el único que sospecha que hay muchos más restos humanos en las instituciones alemanas: «Se calcula que hay unas 20.000 osamentas. A esos se suman los que han quedado enterrados en el camino con el paso del tiempo. Así es posible imaginar la enorme cantidad de estos huesos que fueron traídos aquí, a Alemania, en un período de tiempo relativamente corto». Además de la dificultad de determinar la procedencia exacta de los restos humanos, hay otro problema, dice Andeas Eckert. «En algunas regiones del mundo, hay gente que se queja y dice: ‘Ahora quieren deshacerse de esto, pero, en realidad, nosotros no necesariamente lo queremos'». Algunos incluso temen que con las osamentas regrese algún «mal espíritu», una reminiscencia de aquellos oscuros días de la época colonial.
(gg/cp)