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¿Es realmente el nuevo presidente de Taiwán, Lai Ching-te, un «peligroso separatista», como dicen en Pekín? Ni mucho menos. Una mirada a la larga historia de la isla arroja un panorama diferente, dice Alexander Görlach.La reacción de China al resultado de las elecciones presidenciales en Taiwán no se ha hecho esperar: la totalitaria República Popular China arremete con vehemencia contra el Estado insular y repite su mantra de que la isla debe «reunificarse» con el continente. Como de costumbre, Pekín oculta el hecho de que Taiwán nunca formó parte de la China comunista.
El ganador de las elecciones, Lai Ching-te, es difamado como un «separatista» que quiere la «independencia» de la isla. Esto también es erróneo, ya que el Partido Democrático Progresista, al que pertenece Lai, subraya repetidamente que Taiwán es, desde 1912, un Estado independiente. Por tanto, la «República de China», nombre oficial de Taiwán, no necesita independizarse de nadie.
La República Popular de China invierte mucho dinero e influencia para intentar persuadir a los pocos Estados que mantienen relaciones diplomáticas plenas con Taiwán de que se unan a su bando y fomenten un enroque diplomático. Así, una vez que Taiwán pierda el reconocimiento de estos 13 países, dejaría de existir uno de los cuatro distintivos de un Estado-nación: el reconocimiento internacional. Pekín podría entonces volver a declarar cualquier esfuerzo de Taiwán por establecer y mantener relaciones con otras naciones como un intento de «separatismo», un buen pretexto para un ataque militar contra la isla.
Efectivamente, Taiwán lucha por la independencia. Sin embargo, no se trata de la independencia de la República Popular. Al fin y al cabo, los tres candidatos al más alto cargo del Estado ya lo dieron por hecho en la reciente campaña electoral.
La milenaria historia de Taiwán
Cuando se habla de independencia en Taiwán, se habla de independencia de la «República de China». La isla de Taiwán, que anteriormente fue una colonia japonesa, cayó en manos de este Estado tras el final de la Segunda Guerra Mundial. El líder del Kuomintang nacionalista, Chiang Kai-shek, fue derrotado por las tropas de Mao Zedong en la guerra civil china y huyó a la isla con dos millones de leales entre 1947 y 1949. Desde allí, Chiang planeó la reconquista del continente, que, como es bien sabido, nunca llegó a materializarse.
Sin embargo, Taiwán no era una isla deshabitada en 1947. Todo lo contrario: un total de 16 pueblos originarios vivían en las montañas, que constituyen alrededor de dos tercios de la topografía de la isla, desde hacía unos 6.000 años. Los emigrantes de Taiwán viajaron hasta Nueva Zelanda mucho antes de que comenzara la era china o cristiana.
Los miembros de estos pueblos tienen hoy plenos derechos autónomos en la Taiwán democrática, muy al contrario que bajo el gobierno de Chiang y su Kuomintang, que aún hoy se presentan a las elecciones. Todos los demás isleños -ya fueran portugueses, españoles, holandeses o chinos continentales- fueron originalmente conquistadores y colonizadores que tomaron lo que no les pertenecía.
Autoestima indígena
En Taiwán se recurre a menudo a la posibilidad de analizar el origen de la propia composición genética. En los últimos años, esto ha hecho que cada vez más taiwaneses descubran que tienen raíces locales, indígenas, y que no son, como siempre ha afirmado Chiang, 100 por ciento chinos.
A medida que crece la conciencia de esta herencia taiwanesa, cada vez más gente se aleja de la «República de China», cuyos militares llegaron a la isla y arrollaron a los lugareños, amordazándolos durante más de cuatro décadas en una dictadura militar. Miles de personas murieron en campos bajo el gobierno de Chiang Kai-shek.
Así que independencia de la «República de China» es lo que se entiende cuando algunas personas del Partido Demócrata Progresista hablan de independencia. No es independencia de la República Popular China. Pero Pekín no malinterpreta esto por ignorancia. Todo lo contrario.
Los miembros de los 16 pueblos originarios señalan, con razón, que han vivido en Taiwán durante miles de años y que la isla de Taiwán no es en absoluto una parte de otra cosa, sino, como ellos dicen en terminología moderna, una nación por derecho propio. De este modo, demuestran una vez más que la República Popular Comunista no tiene ningún derecho sobre la isla de Taiwán.
La República Popular China hace todo lo posible por ocultar este hecho. Incluso el socio más decidido de la nación insular de Taiwán, Estados Unidos, ignora esta realidad. Durante más de cuatro décadas, la política estadounidense ha sido proteger a la «República de China» de una toma de poder hostil por parte de la China comunista. El presidente, Joe Biden, ha insistido repetidamente en que acudiría en ayuda militar de la isla si el presidente chino, Xi Jinping, lanzara un ataque.
Desde el punto de vista de Washington, no puede haber independencia de esta «República de China». Y tampoco desde el punto de vista del gobierno taiwanés, porque entonces la isla perdería la protección de EE. UU. Y ninguno de los actores políticos del país quiere eso.
Por eso el Partido Demócrata Progresista ha subrayado que no pretende establecer un nuevo Estado, sino mantener el statu quo. Esta actitud es compartida por la inmensa mayoría de los habitantes de la isla. Y, como han demostrado todas las encuestas de los últimos años, un número abrumador de ellos se consideran taiwaneses y no chinos.
Alexander Görlach es Senior Fellow del Carnegie Council for Ethics in International Affairs e investigador asociado del Internet Institute de la Universidad de Oxford.
(gg/ms)