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Una década después de la agresión más mortífera contra civiles, nadie ha rendido cuentas. Muchos responsabilizan al presidente sirio Bashar al Asad, pero el tiempo juega a su favor.El horror que tuvo lugar en la madrugada del 21 de agosto de 2013 en Siria sigue fresco en la memoria de muchos residentes una década después. «La mayoría estábamos despiertos porque simplemente hacía demasiado calor para dormir», recuerda Alaa Makhzoumi, que ahora tiene 30 años. «Estábamos en nuestra azotea disfrutando de la noche», cuenta a DW.
Alrededor de las 2:30 de la madrugada, el ataque químico más mortífero de Siria golpeó Ghouta, entonces un suburbio de Damasco, la capital del país, controlado principalmente por la oposición al todavía hoy presidente, Bashar al Asad, tras una guerra que se ha cobrado más de medio millón de vidas.
«Cuando oímos las explosiones, pensamos que eran los bombardeos habituales», explica Makhzoumi. Su marido, médico, salió inmediatamente de casa para ver si alguien necesitaba ayuda. «Pero entonces, los gritos de angustia procedentes de las calles se hicieron más fuertes, y nuestra propia respiración se hizo más difícil», declara a DW. «Temíamos que pudiera tratarse de un ataque químico y, aunque no sabíamos nada al respecto, nos mantuvimos cerca de las ventanas». Decidir utilizar pañuelos húmedos y no buscar refugio en el sótano probablemente les salvó la vida.
«Las familias solían esconderse de los bombardeos regulares bajando al sótano, pero esta vez, todos los que bajaron al sótano murieron», dice a DW Abd al-Rahman Saifiya, que trabajó esa noche como paramédico en Ghouta Oriental. «Muchos murieron sin saber con qué tipo de arma los mataron».
Según diversas investigaciones y fuentes, entre 480 y 1.500 personas, entre ellas muchos niños, murieron mientras dormían o asfixiadas en otro lugar a causa del ataque.
Muchas pruebas
Una investigación de Naciones Unidas confirmó un mes después del ataque a Ghouta que se utilizó sarín, uno de los agentes de guerra química más tóxicos que existen. «Las muestras medioambientales, químicas y médicas que hemos recogido proporcionan pruebas claras y convincentes de que se utilizaron cohetes tierra-tierra que contenían el agente nervioso sarín», dice el informe de la ONU. El sarín es más pesado que el aire y se hunde, razón por la que tantos murieron mientras buscaban refugio en sótanos.
El ataque se produjo dos años después del inicio de la guerra civil siria, un conflicto en curso entre las fuerzas gubernamentales del régimen del presidente Al Asad y otras fuerzas de la oposición.
Un exhaustivo informe de la ONG Human Rights Watch (HRW), concluyó que «las pruebas relativas al tipo de cohetes y lanzadores utilizados en estos ataques sugieren claramente que se trata de sistemas de armas que se sabe y está documentado que sólo poseen y utilizan las fuerzas armadas gubernamentales sirias». El informe de HRW también afirmaba que las fuerzas de la oposición siria no tenían los «cohetes de 140 mm y 330 mm utilizados en el ataque ni sus lanzadores asociados».
Al Asad rechazó cualquier acusación al respecto, diciendo en uno de los primeros informes sobre el ataque de la agencia de noticias siria SANA: «Iría contra la lógica elemental». En su lugar, Al Asad echó la culpa a las fuerzas de la oposición.
Sólo que las pruebas no faltan, y varias organizaciones no gubernamentales han creado grandes bases de datos. «La documentación del ataque en Ghouta destaca por ser el incidente más documentado y más gráfico que el Archivo Sirio ha investigado nunca», dice a DW Libby McAvoy, pero ni Al Asad ni sus aliados rusos han cambiado de postura en los últimos 10 años. Siguen aferrándose a su versión de que la oposición fue la responsable.
La rendición de cuentas no es prioridad
«Asad está jugando al juego de la espera, con la esperanza de que el mundo finalmente se olvide de la rendición de cuentas y lo readmita pragmáticamente en la comunidad internacional como el líder legítimo de Siria», dice a DW Lina Khatib, directora del Instituto SOAS de Oriente Medio, con sede en Londres. «Es crucial que la búsqueda de responsabilidades por las brutales acciones de Al Asad continúe incluso si la vía política del proceso de paz se estanca».
Por ahora, parece que el tiempo ha jugado a favor del presidente sirio, según declara a DW Kelly Petillo, investigadora sobre Oriente Medio del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés). A pesar de los presuntos crímenes de guerra que habían aislado temporalmente a Al Asad a nivel regional e internacional, el presidente sirio ha sido cada vez más reaceptado en la comunidad internacional y en el redil árabe.
Sin rendición de cuentas, Laila Kiki, directora ejecutiva de la ONG estadounidense The Syria Campaign, teme que siempre exista el riesgo de que se repitan estas atrocidades masivas en Siria y en otros lugares.
(mn/lgc)