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Para los mexicanos, la pieza es uno de los testimonios más importantes de su historia precolombina que se encuentran fuera de su país. Pero el ornamento de plumas se exhibe en el Museo Etnológico de Viena.El emperador azteca Moctezuma dejó algo más que la «venganza» que muchos turistas, en broma, le atribuyen. Es algo muy codiciado tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo: una corona de plumas de 1,75 metros de ancho y 1,16 de alto. Un esplendor en verde y azul, con 374 plumas de la cola del quetzal y un anclaje de más de 1.000 placas de oro. Desde hace décadas, el llamado Penacho de Moctezuma tiene su hogar en el Museo Etnológico de Viena. Y ahí radica el problema: México quiere recuperarlo.
Moctezuma II fue el último y legendario emperador azteca: duro, cruel, dotado para conquistar otros territorios, pero desesperadamente ingenuo en sus tratos con Hernán Cortés, a quien permitió entrar en el país porque había soñado que un hombre blanco con barba liberaría su tierra. Los españoles llegaron en inferioridad numérica. Con una fuerza que no llegaba a 500 hombres -recién desembarcados de Cuba- se impusieron a los 200.000 habitantes de Tenochtitlan, la ciudad más grande del Nuevo Mundo, y la conquistaron. El propio Moctezuma murió en 1520, en circunstancias no aclaradas.
De Tenochtitlan a Viena
Méxicolleva mucho tiempo exigiendo la devolución de la corona de plumas de Moctezuma. El penacho tiene un gran significado histórico y espiritual para los indígenas mexicanos, por lo que según muchos debería ser devuelto a México. Pero que el penacho proceda realmente de Moctezuma es dudoso, dicen en Viena, y han ajustado todo el marketing y la presencia online del museo como precaución.
La historia del penacho aún no está del todo clara. Durante el reinado de Carlos V, que era a la vez emperador del Sacro Imperio Romano Germánico -Austria incluida- y Rey de España, el penacho llegó a Viena tras la Conquista. Primero sin nombre, luego asignado «como sombrero moruno» en 1569 y expuesto por primera vez en el siglo XIX. En 1878, la corona de plumas -en estado desolador y carcomida por la polilla- fue liberada de éstas, restaurada y orgullosamente presentada de nuevo al público.
Tesoro saqueado
Desde los años noventa, México empezó a recordarle a Austria de su larga amistad y que México había sido el único país en la ONU que se había opuesto a la anexión de Austria a la Alemania de Hitler en 1938. Austria murmuró vacilante que de alguna manera entregaría el penacho a México si en algún momento se recibía una petición oficial del Congreso mexicano. En poco tiempo ésta estuvo disponible. Pero Austria siguió sin entregar el penacho. En primer lugar, habría que comprobar la posibilidad de transportarlo, dijeron en Viena.
«No hay problemas bilaterales, salvo el Penacho de Moctezuma», así resumió el entonces presidente de México, Felipe Calderón, las relaciones entre México y Austria en abril de 2004, durante una visita a Viena.
Entretanto, Viena hizo restaurar con esmero la corona de plumas durante 2 años. En 2012, se dedicó toda una exposición al penacho. En Viena.
Desde hace 30 años, todos los presidentes mexicanos han pedido que se devuelva el penacho. El actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, envió a su esposa a Viena en 2021 para reclamar la corona de plumas. En vano.
En junio de 2023, López Obrador regañó en una conferencia de prensa la «actitud muy arrogante» de Austria. Allí se afirma «que no se puede trasladar porque se destruiría», declaró al diario de internet Realidades. «Es algo que no tiene sustento, consideramos nosotros. La verdad es que no lo quieren entregar”.
El activista mexicano Xokonoschtletl Gómora, de la organización mexicana «Frente Mexicano Pro Derechos Humanos», critica en su página web: «La ballena orca de cinco toneladas «Keiko» de la película «Free Willy» fue transportada viva varias veces en un avión con toneladas de hielo y agua». Según él, transportar el penacho a México sin daños sería pan comido.
Mientras tanto, Moctezuma se encontrará en Mictlán, el lugar azteca de los muertos, y seguramente se preguntará cómo, después de 500 años, dos países siguen peleándose por ver quién se queda con un penacho que quizá ni siquiera sea suyo. Y de alguna manera esa podría ser su verdadera venganza.
(gg)