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Mientras la ciudad se prepara para rendir homenaje el 6 de agosto a las 140.000 víctimas del bombardeo nuclear de 1945, nuevas generaciones luchan contra el olvido del horror.»A menudo comparo la explosión con un tifón mil veces más fuerte», dice Sadae Kasaoka, de 91 años, mientras sube al escenario del Museo Memorial de la Paz de Hiroshima. Su voz es clara y potente, aunque a veces teñida de tristeza o rabia, mientras cuenta su historia en el gran auditorio del museo.
Su discurso se ve interrumpido a veces por breves momentos de silencio. Cierra los ojos como para recordar mejor el incomprensible dolor de aquella mañana de agosto de 1945 en la que su vida dio un vuelco a partir del estallido de la bomba atómica en Hiroshima.
La estudiante perdió a sus padres en el bombardeo nuclear que asoló su ciudad. Cuenta la suerte que tuvo de quedarse en casa, situada a más de 3 km del llamado hipocentro del impacto de la bomba. Luego viene el recuerdo de los cristales rotos de las ventanas que estallaron penetrando su piel; la imagen de su padre que al principio no fue capaz de reconocer, y la espera del regreso de su madre a la que nunca volvió a ver.
Sentada a su lado, Norie Hosomitsu no puede apartar los ojos de Kasaoka, como si quisiera grabar su imagen y sus palabras en su memoria. Perteneciente a una generación conocida como los sucesores de Hiroshima, Hosomitsu se ha comprometido a transmitir las historias de los hibakusha («sobrevivientes del bombardeo») para que el mundo no olvide.
Inspirada por los supervivientes de Hiroshima
Esta sexagenaria participó en un programa puesto en marcha por la ciudad de Hiroshima, en el que los candidatos escriben un guión basado en la vida de un sobreviviente y aprenden a presentarlo en público. Lleva nueve años contando la historia de uno de ellos, incluso a alumnos de secundaria.
«Me conmovió la personalidad de Sadae Kasaoka y su testimonio», afirma Hosomitsu. «Cuando nos conocimos, sentí una conexión entre nosotras». «La paz no llegará sentándonos a esperar, cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de crear la paz», le gusta añadir.
Dado que la edad promedio de los sobrevivientes alcanzará los 85 años en 2023, es fundamental formar a más sucesores para que propaguen la memoria. Según Dan Shioka, del Departamento Internacional de Promoción de la Paz de Hiroshima, el número de hibakusha se ha reducido drásticamente con el paso del tiempo.
«Es urgente transmitir esta herencia antes de que se extinga la memoria», dijo, y añadió que el tiempo de formación de los sucesores es ahora más corto para facilitar una mayor participación.
Lucha por el desarme nuclear
Cuando Hiroshima inició el camino de la reconstrucción poco después de la tragedia, también empezó a luchar por la paz. En 1955, la ciudad creó la red Alcaldes por la Paz, que hoy reúne a más de 8.000 municipios partidarios de la abolición de las armas nucleares.
Reafirmaron su postura en una carta abierta a los jefes de Estado del G7, reunidos en Hiroshima el pasado mes de mayo. La red exigía «una acción inmediata para reducir los arsenales nucleares y poner fin a su modernización».
Pero la Visión de Hiroshima sobre el desarme nuclear, adoptada el pasado mayo, aunque se muestra a favor de la abolición de las armas atómicas, no ha convencido a los hibakusha, ya que no contiene planes concretos sobre el desarme nuclear.
«Me decepcionó», dice Norie Hosomitsu. «Pero francamente, no tenía grandes expectativas desde el principio”, dijo.
Corre la voz
A la espera de medidas reales a favor de la prohibición total de las armas atómicas, los sobrevivientes y sucesores (más de 250 han recibido formación hasta ahora) siguen difundiendo el mensaje a través de impactantes testimonios y charlas diarias organizadas en el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima.
Renovado en 2019, el recinto contextualiza los testimonios de los sobrevivientes a través de imágenes, objetos y textos.
Pero para Norie Hosomitsu, no hay nada como un encuentro en persona: «Ya tenemos muchos videos de los testimonios, pero las charlas que hacemos son cara a cara, expresamos nuestra pasión, nuestra emoción, a través de nuestro rostro y nuestra respiración; y cada charla es una puerta abierta al diálogo, a la interacción».
Sadae Kasaoka, que sufrió discriminación como muchos hibakusha durante décadas, habló en público por primera vez hace veinte años. Desde entonces, nunca se ha callado.
«De niña tenía sueños, quería ser maestra de escuela. Pero con una sola bomba atómica, los sueños, las esperanzas y el futuro volaron por los aires; pensé que mi papel era transmitir la memoria de esa tragedia y asegurarme de que no volviera a ocurrir nunca más», dice antes de mirar a Hosomitsu. «Quiero vivir para siempre y que mi historia se siga transmitiendo. Los sucesores lo hacen posible».
(ee/mn)