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Tanto el fallecido astro del fútbol como el presidente de Brasil pertenecen a una misma generación y al mismo tiempo encarnan el mito del exitoso ascenso social en una nación social y racialmente dividida.La dramaturgia de los acontecimientos no podría ser mayor: el 29 de diciembre de 2022, la leyenda del fútbol brasileño Pelé falleció a los 82 años; el 1 de enero de 2023, Luiz Inácio «Lula» da Silva asumió su tercera presidencia en Brasil a los 77 años. Ambos pertenecen a una misma generación y al mismo tiempo encarnan el mito del exitoso ascenso social en una nación social y racialmente dividida.
Pelé, nacido Edson Arantes do Nascimento, creció en circunstancias precarias, hijo de una lavandera y de un futbolista de provincias sin éxito. Como goleador récord, fue el único jugador hasta la fecha que ganó tres veces un título mundial y se erige como ejemplo del ascenso de un afrobrasileño forastero a la cúspide de una nación. Aunque su vida estuvo acompañada de amoríos y escándalos, Pelé fue una figura de identificación en Brasil tras la cual toda la nación podía unirse en señal de respeto y reconocimiento.
Lula da Silva, séptimo de ocho hermanos, nació en el norteño estado de Pernambuco. La búsqueda de trabajo de su padre le llevó al cinturón industrial del sur de São Paulo, donde comenzó su formación como obrero metalúrgico y se convirtió en una figura destacada del articulado movimiento sindical de la zona. La fundación del Partido de los Trabajadores (PT) en 1980 marcó el inicio de su carrera política, que le llevó a la presidencia por tercera vez. Pero, a diferencia de Pelé, Lula no ha conseguido hasta ahora alinear a la nación brasileña tras su persona. A ello ha contribuido el mandato de su actual predecesor, Jair Bolsonaro, que reforzó el «antilulismo» y logró construir a Lula como una imagen enemiga entre sus partidarios.
Las acusaciones de corrupción y enriquecimiento, sin embargo, no pudieron dañar permanentemente su aceptación entre la población; hoy Lula está a la cabeza de una amplia y heterogénea alianza de los más diversos partidos y movimientos, que le llevó de nuevo a la presidencia con un ajustado resultado. Para él, la tarea consiste ahora en reunificar a la nación brasileña, algo que Pelé ha conseguido rotundamente con sus éxitos deportivos.
La búsqueda permanente de la «brasilidade”
Pelé y Lula, sin embargo, representan en sus vidas en igual medida la búsqueda identitaria de la sociedad brasileña, así como la expresión de la «brasilidade», que allanaría los caminos hacia el Brasil del futuro. Para este país de dimensiones continentales y marcadas diferencias regionales, la diversidad es constitutiva. De este modo, la búsqueda de una identidad nacional se convierte en una tarea continua, que debe expresarse de formas siempre nuevas para descubrir lo específicamente brasileño. Brasilidade es la palabra utilizada para describir lo que es representativo de la cultura y la sociedad brasileñas y, al mismo tiempo, debe expresar su diversidad y su singularidad.
Pelé y Lula, ambas personalidades son expresiones de las diferentes estrategias de una inversión de roles sociales en la búsqueda del propio lugar en una sociedad jerárquica, de pobre y marginado a exitoso y reconocido. A través de sus apariciones en los campos de fútbol, en el escenario político, en la radio, en el cine, en la música y en las calles durante el carnaval, son puntos de referencia al hecho de que su contribución a la superación del llamado «complejo mestizo» en Brasil ha dado sus frutos y ha ayudado a construir un sentimiento de identidad nacional.
Pelé consiguió mucho mejor que Lula crear una imagen de sí mismo que encajaba perfectamente en la imagen que Brasil idealizaba para sí, tanto dentro como fuera del terreno de juego. A través de los medios de comunicación, se convirtió en un ídolo inolvidable e inmune al cambio de los tiempos. En cambio, los intentos de Lula por reforzar la grandeza de su país organizando la Copa Mundial de Fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos en el año 2016 tuvieron menos éxito. Aquellos días de Brasil como potencia emergente, cofundador del grupo de países BRICS, siguieron la pauta de progreso para el país y la necesidad cada vez mayor de aparecer bajo una luz positiva en el escenario del mundo desarrollado y desempeñar un papel internacional de autoridad.
Con Pelé, el país perdió a un protagonista de la estética brasileña y de la identidad colectiva, que se construía sobre el gesto de las masas, el lenguaje corporal afrobrasileño con o sin balón en los pies. Para Lula, el desafío consiste ahora en emprender un nuevo camino hacia la «brasilidade», que debe basarse de forma constitutiva en el respeto a los recursos naturales de su país, la Amazonia y la inclusión económica de capas amplias y culturalmente heterogéneas de la población. Este camino le exigirá mucho; Pelé ya sólo puede ser para él un punto de referencia como icono histórico.