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La escabrosa relación entre los sandinistas y los religiosos católicos pasa por uno de sus peores momentos. En una nueva ola represiva, Daniel Ortega se ensaña ahora con la Iglesia católica de Nicaragua.El asalto policial a la Curia Episcopal de Matagalpa (norte de Nicaragua) y el arresto del obispo Rolando Álvarez y otros religiosos es apenas un episodio más de la saga de enconos entre la Iglesia católica y los sandinistas en el país centroamericano.
La relación entre religiosos y revolucionarios, antes de que estos tomaran el poder por las armas en julio de 1979, está salpicada de momentos históricos que sacudieron a esa nación y en los que siempre la lglesia católica emergió como la mediadora de conflictos para liberar guerrilleros encarcelados.
El clero católico de Nicaragua denunciaba entonces las violaciones a los derechos humanos más elementales, al tiempo que reclamaba respetar las libertades civiles y políticas y exigía a la dictadura de Anastasio Somoza Debayle que convocara a procesos electorales libres e independientes.
Diciembre de 1974 y agosto de 1978
Durante los asaltos y tomas de rehenes a la casa de un alto funcionario de Somoza y del Palacio Nacional ejecutados por los sandinistas, la figura mediadora del entonces arzobispo de Managua, Miguel Obando, fue clave para destrabar ambas crisis, que se zanjaron con la liberación masiva de guerrilleros y prisioneros políticos, entre los que se encontraba el presidente nicaragüense Daniel Ortega.
En esa misma década, muchos sacerdotes militaron en la guerrilla sandinista o confrontaron a Somoza desde sus iglesias, donde grupos católicos planificaban acciones subversivas, traficaban armas o prestaban sus casas para ocultar guerrilleros.
El cura guerrillero Gaspar García Laviana; el poeta Ernesto Cardenal; su hermano y exministro de Educación, Fernando Cardenal; el sacerdote Uriel Molina y el excanciller Miguel D’Escoto son algunos de esos renombrados religiosos que se les recuerda dejando los hábitos para ejercer política al lado del sandinismo.
Sin embargo, la relación entre sandinistas e iglesia se deterioró en la siguiente década, cuando Ortega ya estaba en el poder.
12 de agosto de 1982
El sacerdote Bismarck Carballo fue blanco de un montaje orquestado por los órganos de seguridad sandinistas. La televisión nacional y la prensa oficialista estaban en el lugar y momento justos para revelar un escándalo de infidelidad que mostró sin ropas al entonces cura opositor.
4 de marzo de 1983
Una visita del papa Juan Pablo II a Nicaragua marcó un antes y un después en la relación entre Iglesia católica y sandinistas. Tras pisar suelo nicaragüense, el pontífice polaco reprendió por la mañana al sacerdote Ernesto Cardenal, quien ostentaba cargo en el gobierno. Horas más tarde, Managua sería escenario de una de las homilías más accidentadas que se le recuerde al jefe de la Iglesia católica, interrumpida varias veces por las consignas de los partidarios del sandinismo.
21 de junio de 1984
Las relaciones con Iglesia volvieron a un punto crítico cuando organizaciones de masas del régimen sandinista asaltaron en Managua la parroquia del padre José Amado Peña, a quien se le acusó de una supuesta conspiración contra la Seguridad del Estado y la revolución. Peña terminó recluido en la sede de un seminario con la prohibición de oficiar misas.
25 de mayo 1985
Juan Pablo II, reconocido por su cruzada anticomunista, nombró cardenal al arzobispo Miguel Obando, el primero con ese alto rango religioso en Centroamérica y para entonces ya considerado uno de los mayores críticos y enemigo de los sandinistas.
4 de julio de 1986
El obispo de la céntrica provincia de Chontales, monseñor Pablo Antonio Vega, fue secuestrado y llevado con los ojos vendados en un helicóptero por las fuerzas de seguridad hasta las montañas de Honduras, donde fue abandonado. Días antes, Vega había denunciado en Washington el asesinato de varios laicos de su entorno y otros crímenes que atribuyó al gobierno de Ortega. Los sandinistas acusaron al que entonces era vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua de apoyar abiertamente a los insurgentes contrarevolucionarios y le suspendieron el derecho de permanecer en el país.
17 de octubre de 1996
La enemistad entre el cardenal Obando y Ortega tomó nuevo impulso a las puertas de unos comicios generales en los que el sandinista intentaba retornar al poder.
Tres días antes de las elecciones, Obando lanzó desde el púlpito de la Catedral de Managua la «parábola de la víbora”, en la que narró la historia de un hombre que se compadeció de una serpiente moribunda, que a la postre lo mordió y lo mató. Tras esa homilía que hacía clara alusión a Ortega, el sandinismo sufrió otra abrumadora derrota en las urnas.
Años más tarde, a la sombra de escándalos de corrupción de sus allegados, Obando se alió al sandinismo y fue declarado por sus antiguos enemigos acérrimos como «prócer de la paz”. También el cura Carballo se acercó a Ortega y «perdonó las ofensas” de los sandinistas.
Abril de 2018
Sin la presencia del cardenal Obando (1938-2018), la Iglesia denunció una vez más la represión desatada por Ortega contra una serie de manifestaciones que estallaron en el país.
10 de julio de 2018
Varios obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua son golpeados y asediados por fanáticos del régimen y paramilitares encapuchados en la Basílica Menor de Diriamba (sur de Managua) en presencia de la policía. Uno de los agredidos por la turba fue Waldemar Stanislaw Sommertag, el nuncio apóstolico en Nicaragua. Para entonces, Ortega había iniciado una cruzada contra los obispos a quienes tildaba de «golpistas” y de formar parte de un plan de golpe de Estado en su contra.
31 de julio de 2020
Las agresiones contra la Iglesia tocan fondo con el incendio que calcinó la icónica imagen de la Sangre de Cristo, las más venerada por los católicos nicaragüenses desde 1636. Por el atentado nadie fue inculpado. La policía dijo que se trató de un accidente, pero todas las miradas de la opinión pública apuntaron de nuevo al sandinismo.
Agosto de 2022
Ortega realiza una nueva arremetida contra la Iglesia y los obispos, con el antecedente de cuatro años de violentos episodios, en los que su mujer y vicepresidenta Rosario Murillo lanzó todo tipo de insultos contra los obispos en su papel de vocera oficial del régimen.
Ataques armados de paramilitares a templos, cierres de medios católicos de comunicación, expulsión de órdenes religiosas, vigilancia policial permanente a iglesias, prohibición de misas y procesiones, así como agresiones, amenazas de muerte y detenciones arbitrarias de laicos y sacerdotes son algunos de los hechos que vuelven a marcar los últimos tiempos de una escabrosa relación entre Iglesia y sandinistas, la cual parece estar en su peor momento en 40 años.