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El encuentro “Sumando voces” busca alzar la voz contra el negacionismo y fortalecer la memoria histórica para que los crímenes no se repitan.Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla, reza un dicho. Bajo esa premisa se llevó a cabo en Berlín el primer encuentro internacional de familiares de víctimas del nazismo y de dictaduras latinoamericanas con descendientes de los perpetradores que repudian los actos de sus familiares.
“Este encuentro nos permite, por ejemplo, vincular el nazismo y la protección de los nazis en los países latinoamericanos y, por otro lado, impulsar el encuentro con familiares de víctimas y perpetradores que estén dispuestos a testimoniar”, dice a DW el director del Centro Ana Frank de Buenos Aires, Héctor Shalom, que inauguró el evento de dos días en el museo Topografía del Terror, antigua sede central de la SS y la Gestapo, en la capital alemana.
Shalom, de 68 años, también habla por experiencia propia: sus tíos abuelos fueron víctimas del Holocausto. Por eso quiere impulsar en la región el trabajo de la memoria histórica. “Los más de nueve mil jerarcas nazis que llegaron a Sudamérica se vincularon con los ejércitos de la región y contribuyeron a construir un pensamiento antisemita, xenófobo y discriminatorio que sigue creciendo en la actualidad”, asegura el activista argentino.
“Soy hijo de un genocida”
Uno de los que dieron su testimonio fue el chileno Pepe Rovano, hijo de un exmilitar condenado a 12 años de pisión por el asesinato de seis militantes comunistas al comienzo de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y hoy miembro del colectivo “Historias Desobedientes”. “Yo descubrí a los 33 años que era hijo de un genocida, el coronel Rodrigo Retamal, que no pasó ni un día en la cárcel porque recibió una amnistía”, cuenta Rovano en entrevista con DW.
A pesar de que asimilarlo le fue difícil, el hoy periodista y cineasta de 46 años pudo conocer a su padre y entrevistarlo, pero también quería conocer a los hijos de sus víctimas: “Mientras conocía a mi padre iba conociendo a los hijos que se quedaron sin padre, sin que supieran que yo era hijo del criminal. Quería conocer su realidad”, afirma. Finalmente, la relación con su progenitor, quién murió hace seis años, terminó deteriorándose. “No solo le conté a las víctimas quién era yo, sino que también aporté a que la Justicia reabriera el caso con las entrevistas que le hice a mi padre”, explica Rovano.
El peso de la culpa y la vergüenza por los crímenes que cometieron sus familiares es compartido por muchos de los que se han sumado a “Historias Desobedientes”, agrupación a la que cada vez se suman más voces de la región. Su directora, Verónica Estay, es hija de expresos políticos chilenos exiliados en México en los 80, pero también es sobrina de Miguel Estay, “El Fanta”, un colaborador del régimen de Pinochet que terminó matando a tres de sus excompañeros comunistas.
“Dar declaraciones sobre el caso causa problemas en mi familia. Es una parte de la historia familiar que yo conocía pero nunca había profundizado. Al tomar conciencia de la implicación que tuvo el crimen en el que participó mi tío, me pregunté también cómo asumir el peso que me tocaba al ser ‘sobrina de’”, explica a DW la chilena de 42 años.
La importancia de la memoria
Al respecto, resalta el argentino Shalom, el objetivo del encuentro también es darle valor al testimonio de un familiar de un perpetrador: “Ese es un acto de valentía porque estos familiares de genocidas son repudiados por sus hermanos o padres. Es una decisión importante de dignidad”.
Para los activistas es importante impulsar estos encuentros porque los derechos humanos se siguen violando en todo el mundo, en especial en América Latina. “La historia se sigue repitiendo. En el estallido social de Chile en 2019, por ejemplo, volvimos a hablar de centros clandestinos de tortura, de mutilados, de gente que le sacaron los ojos”, recuerda Rovano.
Ante ese panorama, insiste Rovano, en la región hace falta trabajar en dos temas esenciales: “La memoria y la reparación son aspectos muy necesarios, nos lleva también a tener empatía con la víctima y a crear conciencia de que esto no tiene que volver a pasar nunca más”.
(er)