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¿Por qué hay que descolonizar el lenguaje?

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¿De dónde vienen las palabras y expresiones racistas? ¿Cómo se pueden sustituir? En Alemania, un nuevo libro ofrece respuestas, aplicables también en otras lenguas.”Las palabras pueden ser como pequeñas dosis de arsénico: se ingieren sin que se noten, parecen no tener efecto y, después de un tiempo, se produce la reacción tóxica.”

La frase es del filólogo alemán Victor Klemperer, de 1947, y Susan Arndt la cita en su libro “Herencia racista: cómo lidiamos con el pasado colonial de nuestra lengua” (Rassistisches Erbe: Wie wir mit der kolonialen Vergangenheit unserer Sprache umgehen), publicado en mayo de 2022 por la editorial alemana Duden.

A Klemperer, los nazis le desconocieron su título académico por ser descendiente de judíos. El filólogo, que apenas escapó de la deportación, documentó cómo la propaganda nazi afectó a la lengua alemana.

Medio siglo después, la profesora de literatura Arndt, de la Universidad de Bayreuth, examina el efecto del racismo en la lengua alemana, desde una perspectiva poscolonial.

Las raíces coloniales del racismo

“Gran parte de los conocimientos y creencias racistas se manifiestan de forma muy concreta a través de las palabras”, explica Arndt a DW. “Por supuesto que el racismo no desaparecesi prescindimos de estas palabras, pero podemos entender mejor el racismo analizándolas”.

La científica reseña que las raíces del racismo se remontan a 1492, cuando la reina Isabel I de Castilla y Fernando V conquistaron el Reino de Granada, último bastión de los musulmanes en el sur de España. “Después de esta conquista, la reina Isabel de Castilla comenzó a expulsar a los judíos y musulmanes, confiscando sus propiedades y cobrando impuestos especiales bajo la premisa de que el cristianismo era fundamentalmente superior a otras religiones”, dice Arndt. El dinero de estas campañas de conquista se utilizó para financiar la expedición de Cristóbal Colón a la India.

La legitimación de las conquistas coloniales

Como señala Arndt en su libro, los ideales humanistas se propagaron en la Europa moderna mientras en los territorios conquistados se cometían genocidios. Así que, dado que estas prácticas estaban en franca contradicción con aquellos ideales, los conquistadores europeos tuvieron que encontrar la manera de legitimar algo que, en realidad, no tenía legitimidad alguna.

El concepto de “raza” se propagó para justificar las prácticas coloniales. “Todo se reducía a la idea de que los blancos eran los únicos capaces de progresar, los únicos con razón y cultura”, señala Arndt. Todo lo que estaba más cerca de la élite educada se consideraba más elevado que la gente que vivía más cerca de la naturaleza. Esto sirvió de justificación para que los europeos “colonizaran la naturaleza y colonizaran a las personas que vivían en ella… Así se construyó un sistema racista”, explica Arndt.

Las enfermizas teorías raciales de los nazis

En los siglos XIX y XX, esta categorización se vio reforzada por el darwinismo social, una teoría pseudocientífica que explicaba el desarrollo de las sociedades y las condiciones sociales como el resultado de una lucha por la supervivencia en la que sólo prevalecían los más fuertes y exitosos.

Tras la toma del poder, los nacionalsocialistas propagaron otra pseudociencia: la de la eugenesia o higiene racial, que partía de la base de que una “raza” podía optimizarse aún más, y asesinaron sistemáticamente a unos 6 millones de judíos, así como a sinti y romaníes, entre otras personas racializadas, además de a personas con discapacidades, homosexuales, y otras personas racistamente “marcadas”.

Después de la II Guerra Mundial, “el colonialismo se convirtió en un sistema político que hizo que la gente percibiera a las personas en función del color de su piel, lo quisieran o no”. Por eso, aún hoy, aunque pensemos que todos somos iguales, muchas personas negras, indígenas y otras minorías son sistemáticamente excluidas de “privilegios blancos”. Y dado que ni las estructuras, ni las instituciones, ni los discursos, ni los valores morales son posibles sin el lenguaje, es muy importante abordar el racismo en el lenguaje, insiste Arndt.

Cinco maneras de identificar el lenguaje racista

Arndt sugiere 5 caminos, con una serie de preguntas, para identificar el lenguaje racista:

1. ¿Cuándo y dónde se originó la expresión? ¿Tiene su origen en la época colonial y cómo se manifiesta? ¿Se ha modificado su significado original y qué queda de él en la actualidad?

2. ¿Implica la expresión que hay “razas de humanos”? ¿Sugiere que la persona a la que se dirige está “cerca de la naturaleza” y “alejada de la razón”?

3. ¿Se inspira la expresión en ideas o estereotipos coloniales, por ejemplo, una “persona semidesnuda con plumas”?

4. ¿En qué contexto se utiliza la expresión?

5. ¿Excluye la expresión a las personas de una norma “blanca”?

Arndt menciona varias palabras en alemán, incluidas “aborigen”, “esquimal” y muchas otras, y detalla su etimología. Luego, una sección posterior ofrece términos que compensan el trasfondo racista de estas palabras, como “diáspora” o las siglas “BiPOC” (del inglés Black, Indigenous and People of Color), etc.

En conclusión, Arndt aboga por identificar, sin prohibir, tales expresiones en el lenguaje cotidiano: “Las prohibiciones lingüísticas no nos sirven porque, aunque no se digan las expresiones, la gente no reflexiona, ni cambia las imágenes interiorizadas. No conducen a un cambio en las estructuras de poder”.

La idea es que las personas superen su renuencia a discutir palabras y temas racistas, y se comprometan con este debate como sociedad, para que haya más comprensión, incluso entre las personas que se consideran blancas. Idealmente, entonces, se distanciarán de estas formas de expresarse, espera. Ese es el objetivo de su libro.

(jov/rml)

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