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Muere Miguel Etchecolatz, uno de los represores en la sangrienta dictadura argentina

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Estuvo involucrado en asesinatos, secuestros, desapariciones, apropiación de menores y fue uno de los responsables de la llamada “Noche de los lápices”, cuando una decena de estudiantes fueron detenidos y torturados.El represor de la dictadura argentina (1976-83) Miguel Etchecolatz murió este sábado (02.07.2022) a los 93 años condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, informaron organismos de derechos humanos.

Exdirector de la policía de Buenos Aires falleció por problemas cardíacos en una clínica en la que había sido ingresado días atrás, dijeron medios de prensa.

Durante la dictadura militar comandó una veintena de centros de clandestinos de detención en Buenos Aires en los que se torturó y mató a miles de personas, según las condenas a nueve cadenas perpetuas que acumuló; la última en mayo pasado.

“Miguel Etchecolatz murió en nuestro país, condenado y preso en cárcel común. Memoria, verdad y justicia”, dijo el secretario de Derechos Humanos de Argentina, Horacio Pietragalla Corti, a través de Twitter.

Etchecolatz, uno de los responsables de la “Noche de los lápices”

Etchecolatz fue director de Investigaciones de la Policía de la provincia de Buenos Aires entre marzo de 1976 y finales de 1977, cargo desde el cual coordinó grupos de tareas represivos y las operaciones en una veintena de centros clandestinos de detención.

Además, fue condenado por el secuestro y el asesinato de estudiantes que fueron víctimas de la denominada ‘Noche de los lápices” y por la apropiación de menores.

“Murió Etchecolatz, estuvo en una cárcel común hasta el último de sus días. Logramos que se lo condene por genocidio”, dijo Myriam Bregman, diputada del Frente de Izquierda y abogada en causas por los derechos humanos.

Nueve condenas a prisión perpetua

El exdirector de la Policía bonaerense había recibido nueve condenas a prisión perpetua en diversos juicios por crímenes en la dictadura, la última de las cuales fue dictada en mayo pasado, cuando fue hallado por un tribunal oral responsable de asesinatos, secuestros y torturas en el centro clandestino de detención de Pozo Arana.

Entre los secuestrados en este centro estuvo Jorge Julio López, un albañil que sobrevivió a su cautiverio durante la dictadura y que desapareció en 2006 luego de declarar en un juicio contra Etchecolatz por una causa en la que el expolicía fue condenado a reclusión perpetua.

López continúa desaparecido, un hecho que su familia y organizaciones de derechos humanos atribuyen a Etchecolatz.

En 2014, cuando un tribunal oral leía la sentencia en contra del represor y 14 exmilitares por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino La Cacha, Etchecolatz tenía en sus manos un papel donde se leía el nombre de Jorge Julio López, una imagen que entonces causó una gran conmoción.

“Se ha muerto sin decir dónde está o qué pasó con mi padre, dónde están los detenidos desaparecidos de los que él comandó sus asesinatos y desapariciones. Si bien estaba cumpliendo nueve cadenas perpetuas, todavía le faltaba enfrentar varios juicios más”, dijo Rubén López, hijo de Julio, en declaraciones radiales.

“Torturador nefasto”

Hasta 2006, Etchecolatz gozó del beneficio de la prisión domiciliaria, lo que le fue revocado por poseer armas de fuego.

En diciembre de 2017 volvió a contar con ese beneficio, que se hizo efectivo solo dos meses y volvió a la cárcel en 2018.

“Miguel Etchecolatz fue uno de los torturadores más nefastos de la dictadura. Entre tantos crímenes, responsable de la desaparición de Julio López. Hoy murió condenado como lo que fue, un asesino repudiado por el pueblo”, dijo Victoria Montenegro, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura de Buenos Aires, hija de desaparecidos y quien fuera apropiada por paramillitares a los pocos días de nacer y recién recuperó su identidad en 2001.

Mariana Dopazo, hija de Etchecolatz, fue autorizada por la Justicia en 2016 a quitarse el apellido de su padre, a quien ha calificado como “uno de los genocidas más grandes de la historia”.

“Mi recuerdo más crudo de la infancia da cuenta del sufrimiento permanente: cada vez que él volvía de la Jefatura de Policía de La Plata (en la provincia de Buenos Aires), nos encerrábamos a rezar en el armario con mi hermano Juan, para pedir que se muriera en el viaje”, narró la mujer en una carta publicada en 2018.

FEW (AFP, EFE)

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