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«Hay futuro si hay verdad» es la premisa de la Comisión de la Verdad en su Informe Final. Colombia, en donde la guerra era «normal», da otro paso en el propósito de «cerrarle la entrada a las armas en la política».El informe de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición, presentado el 28 de junio, es el recuento del conflicto en Colombia entre 1958 y 2016, un conflicto que aún persiste en varias zonas del país.
Colombia ha vivido en realidad tres guerras paralelas: una contra las guerrillas, producto de la Guerra Fría; la otra, contra las drogas, impulsada y cofinanciada por Estados Unidos, país consumista y proveedor de armas, y la tercera contra la maquinaria que se resiste a desmontar la industria del crimen generada por estas guerras.
«El Informe es extraordinario porque han escuchado, han preguntado, han indagado los últimos cuatro años sobre las dinámicas, las lógicas, los intereses, las motivaciones y los resultados de estas largas violencias», dice a DW Luis Eduardo Celis, asesor de la Fundación Paz y Reconciliación. El analista reconoce el «gran trabajo de la Comisión independiente como un «referente de validación de muchas cosas que ya sabíamos». Celis se refiere al asesinato de unos 5.000 miembros del partido Unión Patriótica, a los secuestros y asesinatos de las FARC y el ELN y los paramilitares, pero también a las ejecuciones extrajudiciales de 6.402 jóvenes a manos del Ejército, los conocidos como «falsos positivos».
Documentación de las atrocidades desde 1962
Durante cuatro años, la Comisión escuchó a 28.562 víctimas y victimarios, recorrió 559 municipios, obtuvo relatos de exiliados en 23 países y recibió 1.203 informes, entre ellos del Centro de Memoria Histórica. «Colombia tiene una larga experiencia en la documentación del conflicto», dice a DW la politóloga María Emma Wills, quien hizo parte del Grupo de Memoria Histórica que sentó las bases del Centro Nacional de la Memoria.
El aporte de este organismo a la Comisión de la Verdad «fue fundamental», dice a DW, por su parte, Gonzalo Sánchez, exdirector del mismo Centro de Memoria Histórica, y agrega que la Comisión tuvo también en cuenta investigaciones desde 1962 que ya mostraban los rostros sangrientos de la violencia en Colombia, por lo que «la Comisión de la Verdad no partió de cero, sino que ha contado con un gigantesco acervo recopilado durante décadas».
Críticas a la Comisión y al Informe
Si bien el 28 de junio de 2022 se conocieron 3 informes, en los próximos meses se esperan unos 7 más. La profesora María Emma Wills destaca el aporte de la sociedad civil, empezando por las víctimas: «Tú recorres Colombia y encuentras museos comunitarios de la memoria, jardines de la memoria, casas de la memoria».
Pero, a pesar de la seriedad del Informe de la Comisión de la Verdad, las críticas e incluso el rechazo no se han hecho esperar. El mismo presidente Iván Duque no asistió al evento de presentación, y miembros de su partido hablan de «lavado de cara a la insurgencia». En un comunicado, el partido de gobierno, Centro Democrático, dijo que «no es apropiado que se establezcan verdades definitivas sobre el conflicto y sus actores (…)» y que «gracias a las acciones tomadas por el gobierno de Álvaro Uribe se acabaron los falsos positivos».
Antes de opinar sobre el Informe, la profesora Wills recomienda leerse las 1475 páginas de los tres capítulos publicados. «Algo que solo pocos han hecho desde el 28 de junio”, reconoce.
Un hecho importante para Gonzalo Sánchez, doctor en sociología política y autor del reciente libro «Caminos de guerra, utopías de paz» (Planeta) es que el Informe llega en un momento clave, «porque lo ha recibido el presidente electo (Gustavo Petro), que está dispuesto a desarrollarlo».
Para el investigador, las recomendaciones son una tarea histórica para la democracia, porque «la verdad en Colombia no puede ser un instrumento de reconfiguración, de retaliación». Y concluye que, «tras cuatro años de una paz suspendida, la paz tiene una segunda oportunidad». Los investigadores Celis, Wills y Sánchez coinciden en que, si bien la lucha por la paz seguirá siendo fuerte, Colombia va por buen camino «cerrándole las puertas a las armas en la política».
(ms)