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Donbás: Lisichansk bajo fuego

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Lisichansk es una pequeña parte de la región de Lugansk que los soldados ucranianos continúan controlando. El ejército de Rusia ha destruido la ciudad, pero algunos residentes resisten.Para llegar a Lisichansk tienes que conducir a máxima velocidad. Ciertamente no recibirás una multa por ello en la carretera que lleva a la ciudad, pero si vas demasiado lento corres el riesgo de ser castigado de manera diferente. Con una bala rusa, por ejemplo. Esto porque la ruta desde Bajmut, que se llama la «Ruta de la Vida» por su importancia humanitaria, es el camino que los rusos quieren controlar a toda costa. Su objetivo es aislar Lisichansk y la vecina Severodonetsk del resto de Ucrania.

Las calles inquietantemente vacías de la ciudad industrial, que albergaba a 100.000 personas antes de que Rusia atacara Ucrania, recuerdan a la ciudad de Pripiat después del accidente de la planta de energía nuclear de Chernobil, con la excepción de que no hubo destrucción en Pripiat. En Lisichansk, en cambio, se pueden ver tiendas y casas dañadas o destruidas por los bombardeos en cada esquina.

Las sirenas de la alarma antiaérea, que se escuchan todos los días en las ciudades ucranianas desde Kramatorsk hasta Lviv, hace tiempo que se detuvieron en Lisichansk porque ya no hay electricidad. No obstante, la ciudad es constante e impredeciblemente bombardeada con artillería. Una bala puede golpear en cualquier momento y en cualquier lugar. Las personas solo son advertidas por las propias explosiones, lo que no les da tiempo para escapar a un refugio antiaéreo. Solo se aplica una regla: si escucha un silbido o una explosión debes tirarte al suelo inmediatamente.

Aguantando sin luz ni agua

El único lugar para vivir en Lisichansk es el Centro Humanitario. Delante y dentro del edificio hay unas pocas docenas de personas, en su mayoría ancianos. Algunos están esperando el autobús de evacuación, otros por agua potable. El suministro de agua, electricidad y gas ya no funciona. La red de internet y telefonía móvil también ha colapsado.

Vira Pavlivna lleva varias horas esperando el camión con agua potable porque las entregas solo llegan cada dos o tres días. «Da mucho miedo tener siempre esta suerte de trueno sobre nuestras cabezas. Ya no es vida, nos sentamos en sótanos, solo salimos durante el día», se queja la mujer de 75 años. Como la mayoría de los lugareños, evita hablar de política. La gente teme la persecución si los rusos toman la ciudad. «Basta, me van a fusilar para que no hable más”, dice en tono de broma y de repente se echa a llorar: «¡Quién se ocupará del gato si eso pasa, ese es el gato de mis hijos!”.

Vivir en el sótano

Los hijos de Vira huyeron a la ciudad de Dnipro. No pudieron persuadir a su madre para que evacuara. Ella se pregunta: «¿De qué se supone que voy a vivir allí, de mi pensión, por ejemplo? Si alquilo un departamento allí, ¿qué me quedará?».

Unas 20.000 personas todavía viven en Lisichansk. En la vecina Severodonetsk, que se encuentra en la otra orilla del río Severskyi Donets y que está bajo un bombardeo mucho más intenso, todavía resisten entre 12.000 y 13.000 residentes. Estas son estimaciones aproximadas de las autoridades locales y los voluntarios, porque es imposible contar a los civiles que se esconden en los sótanos.

Muchos de los que siguen en Lisichansk están jubilados, pero también hay niños pequeños que se encuentran en un refugio antiaéreo. Un pequeño, que no debe tener más de cinco años, ofrece al resto dulces de los paquetes de ayuda humanitaria. Después de tres meses en el sótano, los niños esperan con ansias cada visita.

Pero, ¿qué hacen durante el día? «Pintamos y hacemos las tareas», dice una niña cuyos ojos están inflamados por vivir en la oscuridad. Un niño dice: «Cuando vuelva la luz, tendremos lecciones de matemáticas y ucraniano nuevamente». Los niños dicen que sus padres decidieron no evacuar porque no saben dónde es seguro actualmente.

Es casi imposible encontrar alimentos en la ciudad

Miles de civiles que luchan por sobrevivir en Lisichansk y Severodonetsk dependen de la ayuda humanitaria. Cuando se produce alguna oferta de comida sólo se puede pagar con dinero en efectivo, algo muy difícil de conseguir porque los cajeros automáticos de la ciudad ya no funcionan sin electricidad.

Además, se está volviendo cada vez más difícil conseguir comida. Los camioneros que transportan alimentos temen ser atacados. El «Camino de la Vida» de Bajmut a Lisichansk no está controlado por tropas rusas, pero hay saboteadores. Las rutas alternativas también son riesgosas, ya que algunas de las carreteras no están pavimentadas.

Cada vez hay menos oportunidades para suministrar alimentos a Lisichansk y Severodonetsk, y lo mismo ocurre con las posibilidades de evacuar a la gente, dice el gobernador militar de la región de Lugansk, Sergei Haiday: «Durante tres meses tratamos de persuadir a la población para que se fuera porque los rusos están destruyendo estas ciudades», se queja. “Esto es una evacuación, no una deportación”. Según él, todavía es posible salir de la ciudad, «incluso si solo diez personas piden una evacuación, intentaremos sacarlas porque son nuestros ciudadanos, son ucranianos».

¡Este es mi Donbás!

Actualmente, solo es posible sacar a unas pocas docenas de personas cada cierta cantidad de días. Nos encontramos con un pequeño grupo de personas que quieren ir al Centro Humanitario de Lisichansk. La mayoría espera adentro el autobús. Los voluntarios temen que grandes multitudes en la calle puedan provocar fuego de artillería rusa.

A pesar del horrible escenario, es posible ver a varias personas en la calle, que a estas alturas ya no reaccionan en absoluto al trueno constante de las explosiones. «Todavía es relativamente tranquilo en Lisichansk», dice un hombre. Cuando se les pregunta por qué decidieron evacuar ahora, la jubilada Halyna dice: «Pensamos que todo pasaría. Pero ahora tenemos miedo. ¡Queremos vivir!».

Halyna se enfrenta a un peligroso viaje a Bajmut. Los que quedan en Lisichansk soportan bombardeos interminables y una vida sin agua ni comida. También tienen que soportar la ocupación rusa de su patria. Pero algunas personas no pierden su optimismo, incluso frente a estas condiciones. Una mujer que salió de un refugio antiaéreo para tomar aire fresco quiere que los soldados ucranianos reciban el siguiente mensaje: «Dile a nuestros muchachos que los hagan volar a todos, nuestros defensores tienen que protegernos. Este es mi Donbás, nací aquí, todo estará bien». (mn/dz)

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