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La sociedad civil, bajo presión en todo el mundo

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El nuevo “Atlas de la Sociedad Civil” diagnostica una tendencia preocupante: en todo el mundo se están restringiendo las libertades. Arroja luz sobre el creciente poder de lo digital, también en el conflicto de Ucrania.En estos días, cuando los refugiados de Ucrania llegan a Polonia o se bajan del tren en las estaciones alemanas, suelen ser los voluntarios los que les entregan un bocadillo y una botella de agua, los que les buscan alojamiento, los que colaboran con las traducciones y los ayudan a enfrentarse a la nueva situación. En la crisis se demuestra la fuerza de la sociedad civil. Probablemente, las autoridades estatales se verían desbordadas con la atención de los que llegan buscando refugio de la guerra.

Las tareas y el compromiso de la sociedad civil pueden adoptar muchas formas: el activismo medioambiental, la lucha por los derechos de las mujeres y la igualdad, la unión de grupos indígenas, la colaboración para mejorar las condiciones laborales. Algunas personas se unen por el deseo de vivir su libremente su sexualidad, otras, como muestra de resistencia a diversas formas de opresión, y otras muchas cosasa más. Y no todos los esfuerzos son tan bien recibidos por los gobiernos como cuando los ciudadanos ayudan al Estado a atender a los refugiados.

Silke Pfeiffer, directora del departamento de Derechos Humanos y Paz de la organización no gubernamental Pan para el Mundo, aclara esto a DW con una cifra. “Solo el 3% de la población mundial tiene la suerte de vivir en países con espacios de acción de la sociedad civil que puedan calificarse de abiertos”.

Democracia en retroceso

De los casi 8.000 millones de personas que viven en la Tierra, solo serían 240 millones los que gozan de un espacio de poder civil en libertad. Más de 7.000 millones de personas viven en países en los que se acosa, persigue y detiene a los críticos, y en los que se recortan los derechos fundamentales.

Estas cifras proceden del nuevo Atlas de la Sociedad Civil, que Pan para el Mundo ha presentado por quinta vez. El estudio confirma una tendencia que el Índice de Transformación de Bertelsmanny el informe anual de Amnistía Internacional también han señalado recientemente: la democracia está en retroceso en todo el mundo, los derechos humanos y civiles están bajo presión en cada vez más países.

Un componente esencial del Atlas de la Sociedad Civil es el CIVICUS Monitor. La oenegé CIVICUS, con sede en Johannesburgo (Sudáfrica), evalúa continuamente informes de organizaciones asociadas de todo el mundo y de fuentes públicas. A partir de esos datos, los países del mundo se dividen en cinco categorías, con espacios de poder público que van de abiertos a cerrados. En comparación con el último informe, solo un país ha mejorado: el estatus de Mongolia pasó de “restringido” a “deteriorado”.

Retroceso también en Europa

Al mismo tiempo, 14 países bajaron en su calificación, entre ellos dos Estados miembros de la Unión Europea: la República Checa y Bélgica pasaron de “abiertos” a “deteriorados”. “En el caso de Bélgica, esto se debe a la represión policial de las manifestaciones pacíficas, a finales de 2020 y principios de 2021”, explica Silke Pfeiffer. “Se utilizó una fuerza excesiva, incluso con munición real, durante las protestas contra la discriminación y la desigualdad social. Hubo cientos de detenciones, incluso de menores”, prosigue la experta en derechos humanos de Pan para el Mundo.

Tanto en Bielorrusia como en Nicaragua, el informe de CIVICUS diagnostica un deterioro tal de la situación que ambos países se deslizan hacia la peor categoría en cuanto a la libertad de la sociedad civil: “cerrada”. Allí se encuentran en compañía de otros 23 Estados, como Corea del Norte, China o Arabia Saudíta.

“En todas partes hay una sociedad civil”, aclara Rupert Graf Strachwitz a DW. “También en China; por lo que sabemos y podemos adivinar, en parte, incluso en un país como Corea del Norte y, por supuesto, también en Rusia, pero claro que en condiciones muy diferentes”, dice el experto en sociedad civil del Instituto Maecenata.

Éxodo de Rusia

La situación de la sociedad civil en Rusia está clasificada en la segunda peor categoría, o “represiva”. Esta ya se había deteriorado continuamente en los últimos años. “Todo se ha agravado aún más desde la guerra contra Ucrania”, sostiene Silke Pfeiffer. “La gente que sale a la calle es detenida en masa; los medios de comunicación son cerrados; ya no se permite informar de ciertas cosas. Voces muy importantes se ven ahora obligadas a irse al extranjero”.

La digitalización es uno de los temas centrales del Atlas de la Sociedad Civil. Para Graf Strachwitz, está claro que el poder público se beneficia enormemente de la digitalización. “La posibilidad de difundir información sin tener un guardián de por medio ha sido una de las razones por las que la sociedad civil ha podido desarrollarse con tanta fuerza en los últimos 30 años”, subraya el investigador.

El lado oscuro de la digitalización también incluye la propagación de la desinformación y la incitación al odio. El Atlas lo ilustra con el ejemplo de Ucrania. Incluso antes del comienzo de la invasión rusa, indica ese estudio, Rusia había utilizado masivamente la mentira como arma en el conflicto. Sin embargo, el derecho a la información es un derecho humano fundamental y, al mismo tiempo, un requisito esencial para que la sociedad civil funcione, aclara Silke Pfeiffer. “Si este derecho se ve limitado por la difusión de informes falsos, se pierde una base central para el trabajo y el compromiso de la sociedad civil. Sin embargo, en el caso de Ucrania, el Atlas también muestra que la sociedad civil puede contraatacar: los periodistas de datos se han unido para desenmascarar las noticias falsas.

(gg/cp)

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