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El antiguo y nuevo presidente de Serbia, Aleksander Vucic, quiere llevar a su país a la UE y, sin embargo, sigue siendo firmemente leal a Moscú. Un difícil acto de equilibrio, opina Volker Wagener.¿Alguien esperaba otra cosa? La verdad es que no. Aleksander Vucic, el gigante con cara de niño, es el ganador de las elecciones en Serbia. Tanto si se intenta deslegitimarlo desde afuera como “autócrata” o como el autor de una “democracia híbrida”, la receta del éxito de este político -que ha ocupado varios otros cargos durante diez años- reside, sobre todo, en lo económico.
Aunque los jóvenes serbios está sentada, por decirlo así, sobre sus maletas, dispuesta a dejar el país, si es que no han llegado ya a Viena o Frankfurt, los votantes parecen agradecérselo. La producción económica per cápita de Serbiaha aumentado un notable 40 por ciento en los últimos cinco años. El desempleo en este país de casi siete millones de habitantes está disminuyendo; la deuda nacional es modesta y las reservas de divisas son abundantes.
Sin ideología hasta la victoria
Evidentemente, esto tiene un efecto positivo: tanto en en el refrigerador como en la cuenta bancaria. Vucic, el tan criticado autócrata que presiona a los medios de comunicación, concede puestos de trabajo por afiliación a un partido y controla a la Policía, a los servicios secretos y al Poder Judicial, no ha ganado en absoluto las elecciones con patetismo nacionalista. Por el contrario.
La política de Vucic prácticamente no tiene ideología. Su Partido Progresista Serbio (SNS) se presenta como un movimiento “global” que abarca a todos y a todo. Entretanto, ha eclipsado a la oposición y ha marginado a los nacionalistas extremos. El programa se llama “Vucic”, y todo gira en torno al poder.
Pero ahora llegó su momento de decisión: ¿Bruselas o Moscú?
La complicidad de Belgrado con Rusia, repetidamente caracterizada como “amor patológico”, está siendo sometida a una prueba de estrés en el marco de la guerra de Ucrania.
Una cuestión de identidad
“no saben lo que quieren”: ¿podría describirse la situación de Belgrado? Vucic hace un difícil acto de equilibrio entre Oriente y Occidente, como lo hizo Tito en su momento. Belgrado recibe el gas de los rusos a precio de amigos -y los rusos son prácticamente sus mejores amigos-, pero, al mismo tiempo, ha sido subvencionado durante 15 años con un total de casi 3.000 millones de euros del llamado “fondo de preadhesión a la Unión Europea”. Desde 2014, el país lleva negociando con Bruselas -con extrema lentitud- su ingreso a la UE.
Precisamente alí es donde se produce un nuevo impulso en las tibias conversaciones de adhesión. La guerra de Ucrania ha cambiado muchas cosas. Bruselas, tras años de exigencias a los países de los Balcanes Occidentales, ha abierto de par en par las puertas de la UE. De repente, ya no se trata principalmente de pedirles garantías en cuanto al Estado de derecho, a la libertad de los medios de comunicación o al manejo de la corrupción. Ahora los países del sudeste de Europa, especialmente Serbia, deben ser protegidos del apetito de Putin en materia de política exterior. Pero Belgrado tiene que tomar una decisión.
Crítica disimulada a Moscú
El histórico amigo eslavo Moscú es muy querido por Belgrado. El hermano ortodoxo ha impedido durante mucho tiempo la admisión de Kosovo con su veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Belgrado no quiere renunciar todavía a la llamada “cuna de Serbia”. De facto, Kosovo se declaró independiente ya en 2008. Belgrado y Moscú no lo aceptan, pero sí lo hacen casi 100 países.
No es de extrañar, pues, que Vucic solo apoye disimuladamente la resolución de la ONU contra Rusia. Se opuso a las sanciones, pero en ese momento se aplicaron las leyes de la campaña electoral. Ahora que se han contado los votos, se ha confirmado al hombre fuerte de Belgrado.
La cuestión es: ¿qué hará Vuciv a partir de ahora? El ataque de Rusia a Ucrania hace que Belgrado reciba una oferta de “bienvenida” tamaño gigante por parte de Bruselas. Una oportunidad histórica, no solo por las condiciones. Serbia es europea y debe convertirse en parte de la Unión Europea. Eso beneficiaría a toda la región.
(gg/cp)