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El presidente Castillo se mantiene en el poder, pero su victoria se enmarca en una pugna de poderes que no da tregua, y el creciente descontento popular ante una gestión que no logra cumplir sus promesas de campaña.El presidente peruano, Pedro Castillo, ha superado por segunda vez el fantasma de la vacancia. La lectura más elemental muestra que el mandatario ha ganado sin prisas un nuevo pulso contra la oposición: faltaron 32 votos para aprobar su destitución. Pero la política es mucho más compleja que las matemáticas, y sobre todo en Perú, donde los instrumentos constitucionales se han convertido en armas para ejercer presión y poder, y donde el Congreso ha tomado, al parecer, la costumbre de remover presidentes siguiendo intereses pasajeros: desde diciembre de 2017, el parlamento ha aprobado seis pedidos de vacancia: dos contra Pedro Pablo Kuczynski, dos contra Martín Vizcarra, y dos contra Pedro Castillo. Un contexto tan enrevesado exige entonces un análisis más profundo para identificar a los ganadores y perdedores de esta última pugna entre Ejecutivo y Legislativo.
«El gobierno demuestra que cuenta con una base que lo respalda y que lo aleja de la vacancia en el corto plazo”, afirma en conversación con DW Eduardo Dargent, analista político peruano. «Sin embargo, el presidente no puede estar completamente tranquilo en relación con futuras vacancias, porque su base de apoyos está compuesta por políticos débiles y amateurs, quienes probablemente no querrán cargar con el costo de los errores del gobierno. Y creo que ese grupo, bajo ciertas circunstancias, podría apoyar un pedido de destitución posterior”.
Luis Benavente, director de la consultora peruana Vox Populi, coincide en que el presidente Castillo es el ganador de esta coyuntura, sin embargo, él habla de una «victoria pírrica”. «Él obtiene un triunfo objetivo y muestra que tiene control sobre el Congreso”, dice Benavente. «Pero el presidente también perdió: el cuestionamiento de vacancia constaba de veinte puntos que incluían acusaciones por corrupción, vinculación con organismos terroristas como Sendero Luminoso, o nombramiento de funcionarios con prontuario judicial. Todo eso quedó expuesto; en tanto, cuando Castillo acudió a defenderse, se mostró débil. En conclusión, varias docenas de congresistas se opusieron a la destitución, pero todo el país ha visto con mayor claridad lo que significa este gobierno”.
De manera que el aparente triunfo de Castillo tiene luces y sombras. Glatzer Tuesta, director del Instituto de Defensa Legal, una instancia que se define como promotora de la democracia en Perú, considera que ahora el país entra en una estabilidad precaria pero suficiente para mantener a «una oposición avanzando en una agenda anti reformista, y un gobierno sobreviviendo sin la voluntad ni las posibilidades de cambio que ofreció en campaña”. Para Tuesta, el resultado es un empate a cero, mientras se afianza en la opinión pública la idea de que todos deben marcharse.
La sombra de la vacancia
Lo cierto es que la moción de vacancia, en principio llevada a debate con el respaldo de 76 congresistas, en la madrugada de ayer, martes (29.03.2022) apenas logró 55 votos a favor. Se trata, en los términos más objetivos, de un descalabro opositor. No obstante, Daniel Yovera, periodista del portal de investigación Epicentro TV, está convencido de que las bancadas adversas al oficialismo intentarán nuevamente cesar al presidente.
«La vacancia es una bandera de la oposición en el congreso y en la calle. Dudo mucho que abandonen ese propósito. Recordemos que el expresidente Vizcarra fue objeto de dos vacancias. La primera fracasó. La segunda ocurrió dos meses después, y tuvo éxito. Eso nos da una idea de cuáles son las miradas de corto plazo de la oposición peruana”, señala.
En cualquier caso, el presidente y el congreso gozan de un amplio descrédito. De acuerdo con una encuesta realizada por Ipsos a principios de marzo, 66% de los peruanos desaprueba la labor del mandatario, y 70% desaprueba la del Parlamento. Un desprestigio general que podría crecer todavía más a partir de ahora.
«No solo presenciamos una vacancia que ha fracasado, sino que también quedaron desnudas muchas de las miserias opositoras”, dice Eduardo Dargent, y enumera: «Malas intervenciones, peleas internas, un nivel de debate paupérrimo”. Un deslustre del que, para el analista, no sale ilesa la bancada de gobierno. «La fracción oficialista pretende darle a Castillo un aire mitológico: el presidente de los pobres, víctima de los grandes poderes… Pero la verdad es que ellos mismos han llenado el Estado de incapaces y funcionarios acusados de corrupción. Al final, gobierno y oposición terminan golpeados”, sentencia.
Calma engañosa
Todo apunta a que, luego del martes, la figura de la vacancia desaparecerá del panorama político en el plazo más inmediato. Eso ofrece un espacio al Ejecutivo para recuperar las fuerzas perdidas tras los escándalos que han conducido a dos pedidos de destitución en apenas siete meses. Pero abre también la puerta a escenarios donde cada bando pueda intentar acciones más radicales.
«Al no haber una salida política a la batalla entre Ejecutivo y Legislativo, todas las posibilidades emergen, incluyendo un golpe militar para tratar de generar gobernabilidad, o que el presidente, valiéndose del desprestigio del congreso, decida cerrarlo. Esto conduciría a la «venezolanización» de la política peruana”, advierte a DW Luis Benavente.
En el Perú se repite una frase por estos días: «Se salvó Castillo. Pero la pregunta que surge es: ¿por cuánto tiempo? Un interrogante difícil de responder en un país sumido en una perpetua lucha de poderes, en la que han desfilado tres congresos y cinco presidentes en el último quinquenio.
(cp)